/ martes 25 de febrero de 2020

Movámonos todos hacia acciones concretas

La iniciativa “El nueve ninguna se mueve” tiene un sentido simbólico para mostrar el valor de las mujeres en la vida cotidiana y su aportación a la sociedad, los cuales conviene remarcar en este momento para concientizar sobre lo urgente que resulta atender el problema de la violencia que sufren las mujeres y la ira que impregna su movimiento.

Mas no es suficiente, porque si solo se plantea la exigencia genérica sin buscar soluciones concretas, el movimiento puede diluirse o desgastarse en actos de violencia que le resten legitimidad. En la adopción de medidas positivas para atacar el problema la participación de las mujeres en posiciones de poder es determinante. Su empoderamiento, que se entiende como el acceso efectivo a cargos de dirección, especialmente públicos, se manifiesta en la ocupación de la mitad de la Cámara de Diputados y en puestos del más alto rango como la jefatura de gobierno y la fiscalía general la Ciudad de México. Naturalmente el propósito no puede agotarse en los triunfos políticos sino a partir de ellos lograr medidas efectivas que le muestren a la generalidad de las mujeres la importancia de que sus congéneres ocupen tales posiciones.

Es tiempo, entonces, de discutir entre hombres y mujeres las acciones que verdaderamente incidan en la satisfacción de las demandas femeniles, en el entendido de que pueden tener pros y contras, pero que su ponderación debe conducir a fórmulas viables orientadas a soluciones específicas.

Hay avances como el grupo técnico impulsado por diputadas ante la Fiscalía General para tipificar uniformemente el feminicidio; pero debe evitarse la precipitación que tranquilice conciencias con medidas ineficaces como el aumento de penas, pues el feminicida no hace un cálculo racional para refrenar su brutalidad ante la perspectiva de que le apliquen una sanción mayor. Tampoco basta atemperar coyunturalmente los ánimos sin observar los efectos secundarios de una decisión atropellada, por ejemplo modificar la tipificación de feminicidios por los cuales ya hay reos en prisión, si genera alguna disminución de las condiciones previstas en los delitos por los que fueron sentenciados, podría abrirles las puertas de la cárcel, dada la aplicación retroactiva favorable. Pero eso debe formar parte de la discusión desapasionada para evitar que una medida resulte contraproducente.

No obstante, toda política posible debe discutirse. Podría pensarse en crear un mapa inicial de las condiciones potenciales de violencia contra las mujeres en el país incorporando al censo cuestionarios que se aplican en otros lugares para detectar la violencia potencialmente evolutiva. Esto podría considerarse invasivo pero habría una razón importante para hacerlo, a fin de identificar dónde se requiere especial cuidado para establecer centros de atención estratégicamente ubicados para responder con celeridad a las denuncias y aplicar arrestos preventivos a los potenciales feminicidas a los que habría que ofrecer tratamientos psicológicos. Me queda claro que constituiría una excepción a la presunción de inocencia y la propia Constitución tendría que establecer tal salvedad. Un programa de esta naturaleza ha sido puesto en acción en 12 ciudades estadounidenses con una inversión millonaria en dólares. En paralelo habría que habilitar refugios para proteger a las mujeres en esas condiciones de vulnerabilidad.

Una vía complementaria sería la creación de especialidades jurídicas para la atención de víctimas potenciales de feminicidios, con estudios psicológicos, médicos y de investigación criminal.

Otra fórmula de carácter extremo consistiría en programas piloto de separación total de hombres y mujeres en las escuelas con grupos constituidos por alumnos y maestros exclusivos para cada género. Acción tan extrema sería esencialmente un retroceso, pero debe tenerse en cuenta que cuando no se puede actuar de inmediato sobre las causas es preciso reducir los efectos y tal separación implicaría necesariamente una disminución del acoso.

En todos los proyectos deben intervenir los hombres, porque no todos somos iguales. Podrían instaurarse en oficinas, fábricas y escuelas, estímulos y reconocimientos a los varones, en posiciones de autoridad, por su actitud respetuosa y comprometida con las causas femeninas. Desde una posición radical se dirá que no hay por qué reconocer lo que es una obligación cumplir, pero conviene acudir a medidas que alienten la mejor comprensión entre hombres y mujeres y destierren la hostilidad.

La lluvia de ideas es un método promisorio para llegar a resultados. Las propuestas son atípicas, innovadoras, desafiantes de principios establecidos e incluso de criterios que generan resistencias entre el feminismo, pero a grandes males, grandes remedios. Romper paradigmas a veces es necesario para para enfrentar con eficacia problemas graves. La cuestión es si queremos hacer algo real o quedarnos en movimientos simbólicos.

eduardoandrade1948@gmail.com

La iniciativa “El nueve ninguna se mueve” tiene un sentido simbólico para mostrar el valor de las mujeres en la vida cotidiana y su aportación a la sociedad, los cuales conviene remarcar en este momento para concientizar sobre lo urgente que resulta atender el problema de la violencia que sufren las mujeres y la ira que impregna su movimiento.

Mas no es suficiente, porque si solo se plantea la exigencia genérica sin buscar soluciones concretas, el movimiento puede diluirse o desgastarse en actos de violencia que le resten legitimidad. En la adopción de medidas positivas para atacar el problema la participación de las mujeres en posiciones de poder es determinante. Su empoderamiento, que se entiende como el acceso efectivo a cargos de dirección, especialmente públicos, se manifiesta en la ocupación de la mitad de la Cámara de Diputados y en puestos del más alto rango como la jefatura de gobierno y la fiscalía general la Ciudad de México. Naturalmente el propósito no puede agotarse en los triunfos políticos sino a partir de ellos lograr medidas efectivas que le muestren a la generalidad de las mujeres la importancia de que sus congéneres ocupen tales posiciones.

Es tiempo, entonces, de discutir entre hombres y mujeres las acciones que verdaderamente incidan en la satisfacción de las demandas femeniles, en el entendido de que pueden tener pros y contras, pero que su ponderación debe conducir a fórmulas viables orientadas a soluciones específicas.

Hay avances como el grupo técnico impulsado por diputadas ante la Fiscalía General para tipificar uniformemente el feminicidio; pero debe evitarse la precipitación que tranquilice conciencias con medidas ineficaces como el aumento de penas, pues el feminicida no hace un cálculo racional para refrenar su brutalidad ante la perspectiva de que le apliquen una sanción mayor. Tampoco basta atemperar coyunturalmente los ánimos sin observar los efectos secundarios de una decisión atropellada, por ejemplo modificar la tipificación de feminicidios por los cuales ya hay reos en prisión, si genera alguna disminución de las condiciones previstas en los delitos por los que fueron sentenciados, podría abrirles las puertas de la cárcel, dada la aplicación retroactiva favorable. Pero eso debe formar parte de la discusión desapasionada para evitar que una medida resulte contraproducente.

No obstante, toda política posible debe discutirse. Podría pensarse en crear un mapa inicial de las condiciones potenciales de violencia contra las mujeres en el país incorporando al censo cuestionarios que se aplican en otros lugares para detectar la violencia potencialmente evolutiva. Esto podría considerarse invasivo pero habría una razón importante para hacerlo, a fin de identificar dónde se requiere especial cuidado para establecer centros de atención estratégicamente ubicados para responder con celeridad a las denuncias y aplicar arrestos preventivos a los potenciales feminicidas a los que habría que ofrecer tratamientos psicológicos. Me queda claro que constituiría una excepción a la presunción de inocencia y la propia Constitución tendría que establecer tal salvedad. Un programa de esta naturaleza ha sido puesto en acción en 12 ciudades estadounidenses con una inversión millonaria en dólares. En paralelo habría que habilitar refugios para proteger a las mujeres en esas condiciones de vulnerabilidad.

Una vía complementaria sería la creación de especialidades jurídicas para la atención de víctimas potenciales de feminicidios, con estudios psicológicos, médicos y de investigación criminal.

Otra fórmula de carácter extremo consistiría en programas piloto de separación total de hombres y mujeres en las escuelas con grupos constituidos por alumnos y maestros exclusivos para cada género. Acción tan extrema sería esencialmente un retroceso, pero debe tenerse en cuenta que cuando no se puede actuar de inmediato sobre las causas es preciso reducir los efectos y tal separación implicaría necesariamente una disminución del acoso.

En todos los proyectos deben intervenir los hombres, porque no todos somos iguales. Podrían instaurarse en oficinas, fábricas y escuelas, estímulos y reconocimientos a los varones, en posiciones de autoridad, por su actitud respetuosa y comprometida con las causas femeninas. Desde una posición radical se dirá que no hay por qué reconocer lo que es una obligación cumplir, pero conviene acudir a medidas que alienten la mejor comprensión entre hombres y mujeres y destierren la hostilidad.

La lluvia de ideas es un método promisorio para llegar a resultados. Las propuestas son atípicas, innovadoras, desafiantes de principios establecidos e incluso de criterios que generan resistencias entre el feminismo, pero a grandes males, grandes remedios. Romper paradigmas a veces es necesario para para enfrentar con eficacia problemas graves. La cuestión es si queremos hacer algo real o quedarnos en movimientos simbólicos.

eduardoandrade1948@gmail.com