/ viernes 31 de diciembre de 2021

Que es un Año Nuevo

Estimados lectores hoy que concluye un año más, encuentro propicio para reflexionar acerca de lo que significa este hecho: cambiar de un año a otro. El fin de un año conlleva para casi todos nosotros, días previos de mucha actividad para dejar concluidos y en orden la mayor parte de nuestros asuntos, como sí el tiempo terminara en este justo momento. Queremos asimismo prepararnos para festejar con amigos y seres cercanos, el advenimiento de un año nuevo en el que nos imaginamos un mundo mejor.

Sin embargo, poco nos detenemos a pensar porque el año termina el 31 de diciembre y no en cualquier otro momento. Realmente la fijación de un calendario depende de convencionalismos sociales basados en hechos políticos, míticos o religiosos Estos acuerdos que se han dado a lo largo de la historia en las distintas culturas, nos muestran lo relativo que es la medición del tiempo y el tiempo mismo.

A pesar de lo inasible que es el tiempo, los seres humanos hemos encontrado formas para medir el transcurrir de nuestras vidas en la tierra. De ahí que han surgido diversos calendarios en distintos momentos para establecer ciclos repetibles que nos permitan planificar nuestras vidas.

Si hacemos una rápida revisión, nos encontramos diferentes años calendarios en la historia, algunos ya en desuso, pero otros como el chino, musulmán y judío tan presentes como el gregoriano, que es el que usamos en el Mundo Occidental para organizarnos.

Hay que recordar que los pueblos agrícolas sin escritura necesitaban conocer con exactitud la duración del año y de las estaciones, con objeto de prever labores tan vitales como la siembra y la recolección, lo cual no es difícil comprobando, al observar el Sol, que en los equinoccios el día tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra, mientras que en los solsticios, las duraciones del día son máximas respecto a las de la noche al inicio del verano para el hemisferio norte, o mínimas al arranque del invierno. Por otro lado, al observar la Luna, pudieron comprobar que cada 29 días y medio (en números redondos, cada 30 días), existe luna llena.

Así fueron surgiendo distintas formas de calcular un año, casi en todos los momentos usando al sol o a la luna como parámetro de medición y en algunos casos combinando ambos factores.

Los sumerios, la civilización más antigua, solamente consideraba dos estaciones: el verano y el invierno. El Año Nuevo se celebraba a principios del verano. Ese día lo dedicaban a Inanna, que era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Cada año, el rey, en representación divina, se unía a Inanna en un ritual en el que la diosa era encarnada por una de las sacerdotisas. La fiesta iba más allá de las costumbres reales y todo el pueblo salía a la calle a celebrar la unión. El sexo no era una actividad tabú ni mucho menos. De esta manera, al igual que los reyes celebraban el año nuevo con una sacerdotisa, las parejas populares actuaban en consonancia. Los matrimonios yacían en sus camas mientras que los solteros recurrían a sus concubinas.

Por su parte el calendario religioso judío o hebreo es lunisolar, de 12 meses de 29 o de 30 días (salvo los años bisiestos que tienen 13). Hay fiestas, como la pascua que son móviles al depender de la combinación de la posición de la luna y del sol. Su calendario comienza con la génesis del mundo que se narra en primer libro de la Biblia, que sucedió, según se planteó en los cálculos de la tradición judía, el lunes 7 de septiembre del 3.760 a.c.. Dado que es un calendario lunisolar no siempre cae un año nuevo en el mismo día calendario.

Los antiguos mayas tenían una fascinación con los ciclos del tiempo. Los calendarios mayas más conocidos son el Haab y el Tzolk’in. Además de éstos, los mayas también desarrollaron el calendario de Cuenta Larga para dar fecha cronológica a eventos mitológicos e históricos. El calendario de Cuenta Larga incorpora ambos calendarios, el Haab y el Tzolk’in, entrelazados en un ciclo de 52 años. También usaban los ciclos de Venus para medir y predecir eventos.

Podríamos citar innumerables ejemplos de calendarios que se han usado en la historia. Además de los aquí mencionados estarían el egipcio, el griego, el azteca, el juliano, etc. En cada uno de éstos, la forma de medir el transcurso del tiempo era diferente al igual que el establecimiento de cuándo iniciaba un nuevo ciclo y cuándo terminaba. Todo esto, para llegar a la conclusión de que el seguimiento de un calendario es un hecho social que se basa en la aceptación por parte de grandes grupos sociales de fórmulas para medir su tiempo.

Visto de esta forma, cualquier día podría ser un año nuevo, no obstante, pertenecemos a una cultura donde sus integrantes los celebraremos en unas cuantas horas más. Por mi parte queridos lectores, deseo con toda sinceridad que en los siguientes 365 días vivan intensamente, rodeados de afecto, con estupenda salud, proyectos exitosos, corazón abierto, claridad mental y estableciendo un pacto de paz con la naturaleza.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación

Estimados lectores hoy que concluye un año más, encuentro propicio para reflexionar acerca de lo que significa este hecho: cambiar de un año a otro. El fin de un año conlleva para casi todos nosotros, días previos de mucha actividad para dejar concluidos y en orden la mayor parte de nuestros asuntos, como sí el tiempo terminara en este justo momento. Queremos asimismo prepararnos para festejar con amigos y seres cercanos, el advenimiento de un año nuevo en el que nos imaginamos un mundo mejor.

Sin embargo, poco nos detenemos a pensar porque el año termina el 31 de diciembre y no en cualquier otro momento. Realmente la fijación de un calendario depende de convencionalismos sociales basados en hechos políticos, míticos o religiosos Estos acuerdos que se han dado a lo largo de la historia en las distintas culturas, nos muestran lo relativo que es la medición del tiempo y el tiempo mismo.

A pesar de lo inasible que es el tiempo, los seres humanos hemos encontrado formas para medir el transcurrir de nuestras vidas en la tierra. De ahí que han surgido diversos calendarios en distintos momentos para establecer ciclos repetibles que nos permitan planificar nuestras vidas.

Si hacemos una rápida revisión, nos encontramos diferentes años calendarios en la historia, algunos ya en desuso, pero otros como el chino, musulmán y judío tan presentes como el gregoriano, que es el que usamos en el Mundo Occidental para organizarnos.

Hay que recordar que los pueblos agrícolas sin escritura necesitaban conocer con exactitud la duración del año y de las estaciones, con objeto de prever labores tan vitales como la siembra y la recolección, lo cual no es difícil comprobando, al observar el Sol, que en los equinoccios el día tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra, mientras que en los solsticios, las duraciones del día son máximas respecto a las de la noche al inicio del verano para el hemisferio norte, o mínimas al arranque del invierno. Por otro lado, al observar la Luna, pudieron comprobar que cada 29 días y medio (en números redondos, cada 30 días), existe luna llena.

Así fueron surgiendo distintas formas de calcular un año, casi en todos los momentos usando al sol o a la luna como parámetro de medición y en algunos casos combinando ambos factores.

Los sumerios, la civilización más antigua, solamente consideraba dos estaciones: el verano y el invierno. El Año Nuevo se celebraba a principios del verano. Ese día lo dedicaban a Inanna, que era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Cada año, el rey, en representación divina, se unía a Inanna en un ritual en el que la diosa era encarnada por una de las sacerdotisas. La fiesta iba más allá de las costumbres reales y todo el pueblo salía a la calle a celebrar la unión. El sexo no era una actividad tabú ni mucho menos. De esta manera, al igual que los reyes celebraban el año nuevo con una sacerdotisa, las parejas populares actuaban en consonancia. Los matrimonios yacían en sus camas mientras que los solteros recurrían a sus concubinas.

Por su parte el calendario religioso judío o hebreo es lunisolar, de 12 meses de 29 o de 30 días (salvo los años bisiestos que tienen 13). Hay fiestas, como la pascua que son móviles al depender de la combinación de la posición de la luna y del sol. Su calendario comienza con la génesis del mundo que se narra en primer libro de la Biblia, que sucedió, según se planteó en los cálculos de la tradición judía, el lunes 7 de septiembre del 3.760 a.c.. Dado que es un calendario lunisolar no siempre cae un año nuevo en el mismo día calendario.

Los antiguos mayas tenían una fascinación con los ciclos del tiempo. Los calendarios mayas más conocidos son el Haab y el Tzolk’in. Además de éstos, los mayas también desarrollaron el calendario de Cuenta Larga para dar fecha cronológica a eventos mitológicos e históricos. El calendario de Cuenta Larga incorpora ambos calendarios, el Haab y el Tzolk’in, entrelazados en un ciclo de 52 años. También usaban los ciclos de Venus para medir y predecir eventos.

Podríamos citar innumerables ejemplos de calendarios que se han usado en la historia. Además de los aquí mencionados estarían el egipcio, el griego, el azteca, el juliano, etc. En cada uno de éstos, la forma de medir el transcurso del tiempo era diferente al igual que el establecimiento de cuándo iniciaba un nuevo ciclo y cuándo terminaba. Todo esto, para llegar a la conclusión de que el seguimiento de un calendario es un hecho social que se basa en la aceptación por parte de grandes grupos sociales de fórmulas para medir su tiempo.

Visto de esta forma, cualquier día podría ser un año nuevo, no obstante, pertenecemos a una cultura donde sus integrantes los celebraremos en unas cuantas horas más. Por mi parte queridos lectores, deseo con toda sinceridad que en los siguientes 365 días vivan intensamente, rodeados de afecto, con estupenda salud, proyectos exitosos, corazón abierto, claridad mental y estableciendo un pacto de paz con la naturaleza.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación