/ viernes 6 de noviembre de 2020

Siguen los contagios; reforcemos las medidas

Inicialmente, la Pandemia terminó por alterar prácticamente todos los ámbitos de nuestras vidas. Tras casi ocho meses, la percepción social no parece ser la misma, a pesar de que muchas de las actividades debemos realizarlas en torno a una prioridad: evitar el contagio.

El confinamiento ha sido tan extenso que prácticamente resulta imposible mantenerse en casa por más tiempo. Esto es entendible, ya que las necesidades y las exigencias en los hogares son muchas. Sin embargo, a pesar de que las actividades escolares y algunas de carácter laboral se llevan a cabo a distancia, cada vez hay más gente en la calle y en los espacios públicos.

No estoy diciendo que las personas deban seguir confinadas en sus casas; pero desafortunadamente, no todos asumen con la misma responsabilidad las medidas que es necesario mantener fuera de los hogares.

Vivir tantos meses acechados por la pandemia no ha sido fácil. Con cada día que transcurre, el desgaste se apodera de más gente; pero también, hay que decirlo, existe una preocupante combinación de indiferencia e ignorancia.

Lo anterior, aunado a que los gobiernos empezaron a liberar restricciones a ciertas actividades no esenciales y fuimos avanzando en el semáforo epidemiológico, el resultado ha sido que estamos cayendo en un relajamiento de la “cuarentena” y de las medidas de prevención que adoptamos desde marzo pasado. Todo esto ayuda muy poco al objetivo de contener los contagios.

Vivimos en medio de una contradicción: por una parte, he señalado que nuestra prioridad es evitar el contagio por Covid-19, esto se encuentra fuera de toda discusión. Pero en ciertos segmentos de la población las medidas básicas de prevención inexplicablemente empezaron a ignorarse, a pesar de que el número de contagios y de fallecidos sigue acumulándose. A muchos se les olvida que continuamos en emergencia sanitaria.

En anteriores ocasiones, en este espacio he señalado -desde mi punto de vista- los desaciertos por parte del gobierno federal en el manejo de la pandemia. Pero esta vez, y sin abandonar esa posición crítica, quiero poner énfasis en el compromiso que todos los ciudadanos tenemos de sumar esfuerzos ante la pandemia.

Comento lo anterior porque cada vez es más común ver o enterarse de “fiestas” que ya se realizan entre jóvenes, de establecimientos que no acatan las medidas sanitarias, de aglomeraciones que ocurren por distintas razones o festividades, de saturación en el transporte público, hasta lo más básico que se sigue presentando: ignorar el uso de cubrebocas al salir a la calle.

No podemos caer en esa falta de responsabilidad. Si algo nos ha distinguido a los mexicanos es la unidad y la solidaridad en los momentos difíciles. Hoy, literalmente estamos viviendo tiempos difíciles que nos exigen una mayor conciencia. Tenemos que comprometernos verdaderamente con el cuidado de nuestra propia salud, la de nuestras familias y la de los demás.

Sin embargo, también desde esa perspectiva crítica, hay que señalar que en el contexto de la pandemia, el mensaje presidencial tampoco ayuda mucho. Expresiones como “ya pasó lo peor”… “ya se ve la luz a la salida del túnel”… o simplemente, que “el doctor me ha dicho que -el cubrebocas- no es necesario si no estoy infectado”, van en contrasentido del consenso nacional e internacional en torno a la importancia de usar las mascarillas.

El mensaje presidencial no puede caer en contradicciones o generar confusión en la sociedad. Necesitamos claridad y congruencia, así como una amplia convocatoria para que los mexicanos no nos confiemos, que acatemos las medidas ya conocidas y que todos juntos hagamos frente a la pandemia.

No es posible plantear que la gente usa el cubrebocas sin saber “si ayuda o no ayuda”. Al contrario, soy de la idea de que todo lo que contribuya a evitar contagios es bienvenido y debe ser puesto en práctica.

No sólo la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha expresado que “las mascarillas son esenciales para eliminar la transmisión y salvar vidas” … y que debemos convertir su uso “en una parte normal” de nuestra interacción con otras personas. También existen distintos estudios a cargo de expertos que aportan proyecciones de los contagios que se pueden reducir mediante el uso de cubrebocas. Su utilidad, por lo tanto, está fuera de toda duda y no veo el caso de resistirse a promover su uso.

El punto es que, independientemente de la forma en que el gobierno de México decide gestionar la pandemia, todos los ciudadanos debemos cumplir con la responsabilidad que nos corresponde.

Hay que dejar de lado la indiferencia y el exceso de confianza. No sabemos a ciencia cierta cuándo terminará todo esto, pero lo que sí estamos viendo es que este virus ha empezado a extenderse de una forma más acelerada.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación.


Inicialmente, la Pandemia terminó por alterar prácticamente todos los ámbitos de nuestras vidas. Tras casi ocho meses, la percepción social no parece ser la misma, a pesar de que muchas de las actividades debemos realizarlas en torno a una prioridad: evitar el contagio.

El confinamiento ha sido tan extenso que prácticamente resulta imposible mantenerse en casa por más tiempo. Esto es entendible, ya que las necesidades y las exigencias en los hogares son muchas. Sin embargo, a pesar de que las actividades escolares y algunas de carácter laboral se llevan a cabo a distancia, cada vez hay más gente en la calle y en los espacios públicos.

No estoy diciendo que las personas deban seguir confinadas en sus casas; pero desafortunadamente, no todos asumen con la misma responsabilidad las medidas que es necesario mantener fuera de los hogares.

Vivir tantos meses acechados por la pandemia no ha sido fácil. Con cada día que transcurre, el desgaste se apodera de más gente; pero también, hay que decirlo, existe una preocupante combinación de indiferencia e ignorancia.

Lo anterior, aunado a que los gobiernos empezaron a liberar restricciones a ciertas actividades no esenciales y fuimos avanzando en el semáforo epidemiológico, el resultado ha sido que estamos cayendo en un relajamiento de la “cuarentena” y de las medidas de prevención que adoptamos desde marzo pasado. Todo esto ayuda muy poco al objetivo de contener los contagios.

Vivimos en medio de una contradicción: por una parte, he señalado que nuestra prioridad es evitar el contagio por Covid-19, esto se encuentra fuera de toda discusión. Pero en ciertos segmentos de la población las medidas básicas de prevención inexplicablemente empezaron a ignorarse, a pesar de que el número de contagios y de fallecidos sigue acumulándose. A muchos se les olvida que continuamos en emergencia sanitaria.

En anteriores ocasiones, en este espacio he señalado -desde mi punto de vista- los desaciertos por parte del gobierno federal en el manejo de la pandemia. Pero esta vez, y sin abandonar esa posición crítica, quiero poner énfasis en el compromiso que todos los ciudadanos tenemos de sumar esfuerzos ante la pandemia.

Comento lo anterior porque cada vez es más común ver o enterarse de “fiestas” que ya se realizan entre jóvenes, de establecimientos que no acatan las medidas sanitarias, de aglomeraciones que ocurren por distintas razones o festividades, de saturación en el transporte público, hasta lo más básico que se sigue presentando: ignorar el uso de cubrebocas al salir a la calle.

No podemos caer en esa falta de responsabilidad. Si algo nos ha distinguido a los mexicanos es la unidad y la solidaridad en los momentos difíciles. Hoy, literalmente estamos viviendo tiempos difíciles que nos exigen una mayor conciencia. Tenemos que comprometernos verdaderamente con el cuidado de nuestra propia salud, la de nuestras familias y la de los demás.

Sin embargo, también desde esa perspectiva crítica, hay que señalar que en el contexto de la pandemia, el mensaje presidencial tampoco ayuda mucho. Expresiones como “ya pasó lo peor”… “ya se ve la luz a la salida del túnel”… o simplemente, que “el doctor me ha dicho que -el cubrebocas- no es necesario si no estoy infectado”, van en contrasentido del consenso nacional e internacional en torno a la importancia de usar las mascarillas.

El mensaje presidencial no puede caer en contradicciones o generar confusión en la sociedad. Necesitamos claridad y congruencia, así como una amplia convocatoria para que los mexicanos no nos confiemos, que acatemos las medidas ya conocidas y que todos juntos hagamos frente a la pandemia.

No es posible plantear que la gente usa el cubrebocas sin saber “si ayuda o no ayuda”. Al contrario, soy de la idea de que todo lo que contribuya a evitar contagios es bienvenido y debe ser puesto en práctica.

No sólo la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha expresado que “las mascarillas son esenciales para eliminar la transmisión y salvar vidas” … y que debemos convertir su uso “en una parte normal” de nuestra interacción con otras personas. También existen distintos estudios a cargo de expertos que aportan proyecciones de los contagios que se pueden reducir mediante el uso de cubrebocas. Su utilidad, por lo tanto, está fuera de toda duda y no veo el caso de resistirse a promover su uso.

El punto es que, independientemente de la forma en que el gobierno de México decide gestionar la pandemia, todos los ciudadanos debemos cumplir con la responsabilidad que nos corresponde.

Hay que dejar de lado la indiferencia y el exceso de confianza. No sabemos a ciencia cierta cuándo terminará todo esto, pero lo que sí estamos viendo es que este virus ha empezado a extenderse de una forma más acelerada.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación.