/ martes 8 de junio de 2021

¡Somos un pueblo ejemplar!

ESCRIBO HOY 7 DE JUNIO RECORDANDO CON NOSTALGIA A DON MARIO VÁZQUEZ RAÑA.

El pasado domingo nuevamente el pueblo mexicano dio una sin igual muestra de madurez cívica y de responsabilidad ciudadana que constituyen una conducta verdaderamente ejemplar, de la cual debemos sentirnos orgullosos. Vivimos — aunque sea un lugar común— una verdadera “fiesta cívica”, una jornada electoral de enormes dimensiones organizada de manera prácticamente impecable y con una amplia participación popular, prueba de un alto nivel democrático que no nos deja atrás de ninguna nación por mucho que sea su poderío económico o su cultura ancestral. Es importante insistir en ello porque a veces tenemos la tendencia a subestimar nuestros logros; a no reconocer las enormes virtudes que poseemos como pueblo y a compararnos desfavorablemente con los extranjeros.

Tanto el proceso electoral como las actividades de vacunación que se realizan en todo el país, demuestran que constituimos una sociedad formada por personas responsables, ordenadas, respetuosas, conscientes de nuestros deberes frente a nuestros semejantes y con el gran país que hemos construido a lo largo de muchas generaciones. Asimismo, hemos demostrado ser solidarios, altruistas, generosos, desprendidos, resilientes en cuanto sabemos resistir y superar las dificultades, sin que ello nos prive de saber ser alegres, bullangueros, a veces irreverentes si la ocasión lo justifica y en general depositarios de una felicidad que nos coloca en los primeros rangos de ese indicador medido en encuestas internacionales. Todo esto se ensombrece con frecuencia ante la propensión a una especie de auto flagelación. Alguna vez escuché decir a alguien que una diferencia entre los españoles y nosotros, es que ellos pretenden ser los mejores en muchos aspectos...y no es cierto, en tanto que los mexicanos creemos ser los peores y...tampoco es cierto. Puede ser esta una visión extremosa pero encierra algo de verdad. Por eso la valoración positiva de un proceso electoral como el vivido el domingo debe formar parte de nuestro bagaje estimativo como Nación.

El sistema aplicado para recoger la voluntad popular en las elecciones mexicanas es un modelo mundialmente reconocido y ha servido de ejemplo para la realización de comicios en otros lugares. Se trata de una actividad que involucra a millones de personas no solo en cuanto a la expresión de sus votos sino particularmente en el acto de recogerlos y contarlos a través de más de 160 mil casillas en todo el país con un porcentaje de instalación que llega casi al cien por ciento. En ese día el pueblo entero asume su condición de soberano para tomar las decisiones que le competen y casi un millón y medio de ciudadanos se convierten en autoridades públicas. Ello es así porque los funcionarios de las mesas directivas de casillas son auténticos órganos dotados de la potestad del Estado, al grado de que un presidente de casilla puede ordenar la intervención de la fuerza pública y tomar todas las decisiones necesarias para garantizar el adecuado desarrollo de la jornada electoral. Este ejército de ciudadanos que laboran incansablemente durante más de 12 horas para atender a los votantes y luego contar los votos y llenar las actas que registran los resultados, va acompañado por otro millón de ciudadanos que representan a los partidos políticos en cada mesa de votación. Ni que decir del universo de electores que se forman ordenadamente para esperar su turno y de manera pacífica realizar la configuración de las autoridades que habrán de regirlos en diferentes puntos del país.

La organización de ese extraordinario fenómeno corre a cargo de una institución que merece pleno reconocimiento por el logro de tan notables resultados. En condiciones particularmente complejas con motivo de la pandemia el INE supo responder al reto, lo que demuestra que si abandona un activismo político innecesario y contraproducente e igualmente se aleja de las tentaciones de sustituir a legislador para sobre regular el proceso y evita generar polémicas innecesarias que exacerban los ánimos de los actores sobre los que debe arbitrar, puede continuar siendo un organismo esencial para la democracia mexicana que se centre en lo que sabe hacer, por cierto muy bien, que es preparar y organizar un proceso electoral cuya logística es altamente compleja.

El electorado ha emitido su dictamen de medio sexenio. Ciertamente reflejando una polaridad producto de las desigualdades acumuladas durante mucho tiempo. En un campo, clases altas y medias altas en desacuerdo con las políticas gubernativas. En otro, grandes grupos de población menos favorecida que apoyan una mejor distribución de la riqueza en el país, los cuales ratificaron su confianza en la actual administración al reiterarle el apoyo mayoritario en el Congreso federal al partido gobernante y a los que participaron en alianza con él. Justamente para eso sirven la elecciones: resolver el rumbo del país de manera pacífica.

eduardoandrade1948@gmail.com


ESCRIBO HOY 7 DE JUNIO RECORDANDO CON NOSTALGIA A DON MARIO VÁZQUEZ RAÑA.

El pasado domingo nuevamente el pueblo mexicano dio una sin igual muestra de madurez cívica y de responsabilidad ciudadana que constituyen una conducta verdaderamente ejemplar, de la cual debemos sentirnos orgullosos. Vivimos — aunque sea un lugar común— una verdadera “fiesta cívica”, una jornada electoral de enormes dimensiones organizada de manera prácticamente impecable y con una amplia participación popular, prueba de un alto nivel democrático que no nos deja atrás de ninguna nación por mucho que sea su poderío económico o su cultura ancestral. Es importante insistir en ello porque a veces tenemos la tendencia a subestimar nuestros logros; a no reconocer las enormes virtudes que poseemos como pueblo y a compararnos desfavorablemente con los extranjeros.

Tanto el proceso electoral como las actividades de vacunación que se realizan en todo el país, demuestran que constituimos una sociedad formada por personas responsables, ordenadas, respetuosas, conscientes de nuestros deberes frente a nuestros semejantes y con el gran país que hemos construido a lo largo de muchas generaciones. Asimismo, hemos demostrado ser solidarios, altruistas, generosos, desprendidos, resilientes en cuanto sabemos resistir y superar las dificultades, sin que ello nos prive de saber ser alegres, bullangueros, a veces irreverentes si la ocasión lo justifica y en general depositarios de una felicidad que nos coloca en los primeros rangos de ese indicador medido en encuestas internacionales. Todo esto se ensombrece con frecuencia ante la propensión a una especie de auto flagelación. Alguna vez escuché decir a alguien que una diferencia entre los españoles y nosotros, es que ellos pretenden ser los mejores en muchos aspectos...y no es cierto, en tanto que los mexicanos creemos ser los peores y...tampoco es cierto. Puede ser esta una visión extremosa pero encierra algo de verdad. Por eso la valoración positiva de un proceso electoral como el vivido el domingo debe formar parte de nuestro bagaje estimativo como Nación.

El sistema aplicado para recoger la voluntad popular en las elecciones mexicanas es un modelo mundialmente reconocido y ha servido de ejemplo para la realización de comicios en otros lugares. Se trata de una actividad que involucra a millones de personas no solo en cuanto a la expresión de sus votos sino particularmente en el acto de recogerlos y contarlos a través de más de 160 mil casillas en todo el país con un porcentaje de instalación que llega casi al cien por ciento. En ese día el pueblo entero asume su condición de soberano para tomar las decisiones que le competen y casi un millón y medio de ciudadanos se convierten en autoridades públicas. Ello es así porque los funcionarios de las mesas directivas de casillas son auténticos órganos dotados de la potestad del Estado, al grado de que un presidente de casilla puede ordenar la intervención de la fuerza pública y tomar todas las decisiones necesarias para garantizar el adecuado desarrollo de la jornada electoral. Este ejército de ciudadanos que laboran incansablemente durante más de 12 horas para atender a los votantes y luego contar los votos y llenar las actas que registran los resultados, va acompañado por otro millón de ciudadanos que representan a los partidos políticos en cada mesa de votación. Ni que decir del universo de electores que se forman ordenadamente para esperar su turno y de manera pacífica realizar la configuración de las autoridades que habrán de regirlos en diferentes puntos del país.

La organización de ese extraordinario fenómeno corre a cargo de una institución que merece pleno reconocimiento por el logro de tan notables resultados. En condiciones particularmente complejas con motivo de la pandemia el INE supo responder al reto, lo que demuestra que si abandona un activismo político innecesario y contraproducente e igualmente se aleja de las tentaciones de sustituir a legislador para sobre regular el proceso y evita generar polémicas innecesarias que exacerban los ánimos de los actores sobre los que debe arbitrar, puede continuar siendo un organismo esencial para la democracia mexicana que se centre en lo que sabe hacer, por cierto muy bien, que es preparar y organizar un proceso electoral cuya logística es altamente compleja.

El electorado ha emitido su dictamen de medio sexenio. Ciertamente reflejando una polaridad producto de las desigualdades acumuladas durante mucho tiempo. En un campo, clases altas y medias altas en desacuerdo con las políticas gubernativas. En otro, grandes grupos de población menos favorecida que apoyan una mejor distribución de la riqueza en el país, los cuales ratificaron su confianza en la actual administración al reiterarle el apoyo mayoritario en el Congreso federal al partido gobernante y a los que participaron en alianza con él. Justamente para eso sirven la elecciones: resolver el rumbo del país de manera pacífica.

eduardoandrade1948@gmail.com