/ jueves 7 de febrero de 2019

Vacantes en política de EU

Howard Schultz, el multimillonario del café, quien imaginó que podría atraer un amplio apoyo como “centrista”, resultó tener un apoyo de cuatro por ciento, contra 40 por ciento de desaprobación.

Ralph Northam, un demócrata que ganó la gubernatura de Virginia por un amplio margen, está enfrentando un aluvión de denuncias de su propio partido en relación con imágenes racistas que hay en la página donde aparece su fotografía dentro del anuario de su escuela de medicina.

Donald Trump, quien contendió a la presidencia con promesas de expandir los servicios médicos y aumentar los impuestos a los ricos, comenzó traicionando a sus seguidores de la clase trabajadora desde el momento en que tomó protesta, impulsando la aprobación de enormes recortes fiscales para los ricos mientras trataba de dejar sin cobertura médica a millones.

Resulta que estas son historias relacionadas, todas vinculadas con dos grandes ausencias en la vida política estadounidense.

Una es la ausencia de los electores económicamente conservadores pero socialmente liberales. Estas eran las personas que Schultz pensó que podría atraer, pero básicamente no existen, ya que sólo representan alrededor de, sí, sólo cuatro por ciento del electorado.

La otra es la ausencia de los políticos económicamente liberales pero socialmente conservadores. Seamos directos y llamémosles “populistas racistas”. Hay muchos electores a los que les gustaría esa combinación y Trump fingió ser el hombre que buscaban, pero no lo fue, y hasta ahora nadie más lo es.

Yo argumentaría que entender estos lugares vacantes es la clave para entender la política estadounidense.

¿Por qué hay tan pocos electores que mantienen la postura que combina el liberalismo social/racial con el conservadurismo económico? En mi opinión, la respuesta se encuentra en lo mucho que el Partido Republicano se ha inclinado hacia la derecha.

Ser un conservador económico en Estados Unidos significa defender políticas que, por sí mismas, sólo resultan atractivas para una pequeña élite. En esencia, nadie quiere esas políticas por sí mismas; sólo se venden si van acompañadas de hostilidad racial.

Entonces, ¿qué significan los espacios vacantes para el futuro de la política estadounidense? En primer lugar, por supuesto, que Schultz es un tonto, al igual que aquellos que sueñan con un Partido Republicano reformado que siga siendo conservador, pero que abandone su vínculo con los racistas. Casi nadie quiere esa mezcla de posturas.

En segundo lugar, los temores de que los demócratas están poniendo en riesgo a sus futuros candidatos electorales al tomar una postura que está demasiado a la izquierda, por ejemplo, con la propuesta de impuestos más elevados a los ricos y la expansión de Medicare, son bastante exagerados. Los electores quieren un movimiento económico a la izquierda, sólo que a algunos de ellos les desagrada el apoyo demócrata a los derechos civiles, que el partido no puede abandonar sin perder su esencia.

Lo que está menos claro es si hay espacio para políticos dispuestos a ser verdaderos populistas racistas, a diferencia de Trump, quien estaba fingiendo lo segundo. Hay un bloque importante de electores populistas y racistas, y uno podría pensar que alguien podría tratar de complacerlos.

Howard Schultz, el multimillonario del café, quien imaginó que podría atraer un amplio apoyo como “centrista”, resultó tener un apoyo de cuatro por ciento, contra 40 por ciento de desaprobación.

Ralph Northam, un demócrata que ganó la gubernatura de Virginia por un amplio margen, está enfrentando un aluvión de denuncias de su propio partido en relación con imágenes racistas que hay en la página donde aparece su fotografía dentro del anuario de su escuela de medicina.

Donald Trump, quien contendió a la presidencia con promesas de expandir los servicios médicos y aumentar los impuestos a los ricos, comenzó traicionando a sus seguidores de la clase trabajadora desde el momento en que tomó protesta, impulsando la aprobación de enormes recortes fiscales para los ricos mientras trataba de dejar sin cobertura médica a millones.

Resulta que estas son historias relacionadas, todas vinculadas con dos grandes ausencias en la vida política estadounidense.

Una es la ausencia de los electores económicamente conservadores pero socialmente liberales. Estas eran las personas que Schultz pensó que podría atraer, pero básicamente no existen, ya que sólo representan alrededor de, sí, sólo cuatro por ciento del electorado.

La otra es la ausencia de los políticos económicamente liberales pero socialmente conservadores. Seamos directos y llamémosles “populistas racistas”. Hay muchos electores a los que les gustaría esa combinación y Trump fingió ser el hombre que buscaban, pero no lo fue, y hasta ahora nadie más lo es.

Yo argumentaría que entender estos lugares vacantes es la clave para entender la política estadounidense.

¿Por qué hay tan pocos electores que mantienen la postura que combina el liberalismo social/racial con el conservadurismo económico? En mi opinión, la respuesta se encuentra en lo mucho que el Partido Republicano se ha inclinado hacia la derecha.

Ser un conservador económico en Estados Unidos significa defender políticas que, por sí mismas, sólo resultan atractivas para una pequeña élite. En esencia, nadie quiere esas políticas por sí mismas; sólo se venden si van acompañadas de hostilidad racial.

Entonces, ¿qué significan los espacios vacantes para el futuro de la política estadounidense? En primer lugar, por supuesto, que Schultz es un tonto, al igual que aquellos que sueñan con un Partido Republicano reformado que siga siendo conservador, pero que abandone su vínculo con los racistas. Casi nadie quiere esa mezcla de posturas.

En segundo lugar, los temores de que los demócratas están poniendo en riesgo a sus futuros candidatos electorales al tomar una postura que está demasiado a la izquierda, por ejemplo, con la propuesta de impuestos más elevados a los ricos y la expansión de Medicare, son bastante exagerados. Los electores quieren un movimiento económico a la izquierda, sólo que a algunos de ellos les desagrada el apoyo demócrata a los derechos civiles, que el partido no puede abandonar sin perder su esencia.

Lo que está menos claro es si hay espacio para políticos dispuestos a ser verdaderos populistas racistas, a diferencia de Trump, quien estaba fingiendo lo segundo. Hay un bloque importante de electores populistas y racistas, y uno podría pensar que alguien podría tratar de complacerlos.