/ sábado 28 de abril de 2018

Violencia criminal en elecciones

Desde hace un par de años, tengo la certeza de que la sociedad mexicana, en general, padece una especie aletargamiento, que se traduce en el peor de los casos, en tolerar la violencia criminalidad con normalidad. De vez en vez, hay alguna reacción efímera, circunscrita a alguna ciudad o municipio, con una breve atención cronológica. Cuando ha transcurrido el pico de atención, nos debemos preparar para acudir como testigos inertes a la siguiente tragedia. Tal y como ahora sucede con el asesinato de los tres estudiantes de cine, en el Estado de Jalisco.

Ya lo he apuntado en anteriores entregas. Mientras esa pendiente de violencia, establece nuevas y graves marcas a la alza, el proceso electoral y sus principales actores, ni siquiera se toman la molestia de lanzar alguna propuesta fundamentada, articulada y precisa sobre cómo van a hacer frente a tan difícil problema. Lo observamos con nitidez en el primer debate entre los cinco candidatos a la Presidencia de la República: ocurrencias, improvisaciones, vaguedades y ausencia de un planteamiento, al menos uno, que denotara conocimiento de la realidad (tragedia) que viven cientos de miles de víctimas por todo el país.

No habría lugar a equívocos, si en el centro de cualquier estrategia estuviera, como punto fundamental de arranque, a las víctimas y sus familias. Luego, la restructuración a fondo y caso por caso, de las policías locales pues ¿en cuantos casos de masacres, las policías municipales sobre todo, se encuentran inmiscuidas de forma directa? ¿qué más tiene que ocurrir para que haya una atención y determinación para actuar, más allá de una simple e inocua declaración de condena o repudio? En los hechos, como palabras, no sirven para nada.

Pareciera que son dos países. El de las campañas electorales y el del México cotidiano. Ambos sólo se cruzan cuando en algún momento la realidad se impone a las ficciones de la propaganda y publicidad de candidatos y partidos políticos. En ese sentido, resulta lógico, que el desapego al proceso electoral aumente en la misma proporción en que la verdadera problemática de la (in)seguridad pública, agobia a cientos de miles de familias por todo el territorio nacional. Mientras tanto, para contener ese deterioro, las Fuerzas Armadas persisten (y resisten) como el principal recurso del Estado, pero sobre todo de la sociedad.

Tampoco sobre este punto, es decir, respecto de las condiciones en la participación de las Fuerzas Armadas en labores de apoyo a la Seguridad Pública,se han pronunciado, de manera seria y argumentada, los aspirantes a la Presidencia de la República. Las posturas irreflexivas con que algunos de ellos han abordado la situación deja ver con toda nitidez, esa distancia entre lo que es la realidad del ciudadano y las fantasías de sus planteamientos.

La problemática tiene a agudizarse. La responsabilidad será inevitable tanto para el ganador como para los perdedores en la contienda. Sería mucho mejor, desde ahora, tener listas las primeras medidas para recuperar la normalidad y la paz.


javierolivaposada@gmail.com

Desde hace un par de años, tengo la certeza de que la sociedad mexicana, en general, padece una especie aletargamiento, que se traduce en el peor de los casos, en tolerar la violencia criminalidad con normalidad. De vez en vez, hay alguna reacción efímera, circunscrita a alguna ciudad o municipio, con una breve atención cronológica. Cuando ha transcurrido el pico de atención, nos debemos preparar para acudir como testigos inertes a la siguiente tragedia. Tal y como ahora sucede con el asesinato de los tres estudiantes de cine, en el Estado de Jalisco.

Ya lo he apuntado en anteriores entregas. Mientras esa pendiente de violencia, establece nuevas y graves marcas a la alza, el proceso electoral y sus principales actores, ni siquiera se toman la molestia de lanzar alguna propuesta fundamentada, articulada y precisa sobre cómo van a hacer frente a tan difícil problema. Lo observamos con nitidez en el primer debate entre los cinco candidatos a la Presidencia de la República: ocurrencias, improvisaciones, vaguedades y ausencia de un planteamiento, al menos uno, que denotara conocimiento de la realidad (tragedia) que viven cientos de miles de víctimas por todo el país.

No habría lugar a equívocos, si en el centro de cualquier estrategia estuviera, como punto fundamental de arranque, a las víctimas y sus familias. Luego, la restructuración a fondo y caso por caso, de las policías locales pues ¿en cuantos casos de masacres, las policías municipales sobre todo, se encuentran inmiscuidas de forma directa? ¿qué más tiene que ocurrir para que haya una atención y determinación para actuar, más allá de una simple e inocua declaración de condena o repudio? En los hechos, como palabras, no sirven para nada.

Pareciera que son dos países. El de las campañas electorales y el del México cotidiano. Ambos sólo se cruzan cuando en algún momento la realidad se impone a las ficciones de la propaganda y publicidad de candidatos y partidos políticos. En ese sentido, resulta lógico, que el desapego al proceso electoral aumente en la misma proporción en que la verdadera problemática de la (in)seguridad pública, agobia a cientos de miles de familias por todo el territorio nacional. Mientras tanto, para contener ese deterioro, las Fuerzas Armadas persisten (y resisten) como el principal recurso del Estado, pero sobre todo de la sociedad.

Tampoco sobre este punto, es decir, respecto de las condiciones en la participación de las Fuerzas Armadas en labores de apoyo a la Seguridad Pública,se han pronunciado, de manera seria y argumentada, los aspirantes a la Presidencia de la República. Las posturas irreflexivas con que algunos de ellos han abordado la situación deja ver con toda nitidez, esa distancia entre lo que es la realidad del ciudadano y las fantasías de sus planteamientos.

La problemática tiene a agudizarse. La responsabilidad será inevitable tanto para el ganador como para los perdedores en la contienda. Sería mucho mejor, desde ahora, tener listas las primeras medidas para recuperar la normalidad y la paz.


javierolivaposada@gmail.com