/ martes 22 de septiembre de 2020

Vivas nos queremos

Las recientes manifestaciones feministas en las sedes estatales de las comisiones de derechos humanos en al menos 25 entidades del país ponen en evidencia que a pesar de los desalentadores presagios y de la emergencia sanitaria, la primavera violeta, que inundó las calles del país el pasado 8 de marzo, sigue más viva y vigente que nunca.


La efervescencia feminista se puede explicar por varias razones de fondo. La más evidente: las múltiples violencias que viven las mujeres y las niñas, que en medio de la pandemia se han recrudecido frente a la indolencia, omisión y negligencia de las autoridades de todos los niveles de gobierno.


“Vivas nos queremos” es el grito que articula a los movimientos feministas, y cobra sentido si entendemos que hoy las violencias son la principal amenaza para que las mujeres podamos ejercer cualquier derecho.


Las mujeres NO podemos ejercer nuestro derecho al libre tránsito, a trabajar o estudiar sin el riesgo de ser víctimas de acoso, abuso sexual, desaparición o feminicidio; si alzamos la voz en la calle, la tribuna o las redes se nos estigmatiza y violenta; en la casa muchas duermen con su enemigo sin la certeza de salir vivas. A miles les han arrebatado a sus hijas e hijos por feminicidios, trata de personas o desapariciones forzadas, y como daños colaterales hay también miles de niñas y niños huérfanos a cargo de sus abuelas y abuelos o, incluso, de sus agresores.


Esta realidad de violencias que viven todos los días las mujeres, en cada ámbito en el que se desarrollan: escuela, trabajo, trasporte público, su casa, y hasta la sala de partos, se topa frente a autoridades que no entienden, no quieren, o no pueden hacer algo.


Autoridades federales, estatales y municipales que no entienden que; a pesar de tener atribuciones legales; se avientan la bolita para no hacer nada o para pretender que hacen sin dar resultados, o que, a pesar de entender, no quieren hacer nada porque desde su visión machista: las mujeres se merecen las violencias que sufren; o autoridades que no pueden pues a pesar de tener atribuciones, conocerlas y entenderlas, los recursos les han sido recortados o suspendidos, pues en su lógica no son prioritarios.


Cada actitud omisa y negligente de parte de las autoridades configura la violencia feminicida al no actuar, no prevenir, no atender, o no sancionar las violencias contra las mujeres. Al recortar o permitir el recorte o desaparición de programas y recursos públicos; al no garantizar el acceso a la justicia; al cerrar los ojos frente a la realidad arguyendo que las familias mexicanas son fraternas; al pretender imponer desde el Palacio Nacional una visión decimonónica en la política pública donde el ÚNICO papel que nos reconoce a las mujeres es el de amas de casa y negarnos a las mujeres el derecho a tener derechos; todos, quienes formamos parte de los poderes públicos del Estado mexicano, contribuimos a que la violencia contra las mujeres siga y cobre la vida de once mujeres cada día.



Los movimientos feministas en México se han articulado en torno de causas legítimas y reclamos fundados que configuran una agenda política que no ha encontrado respuesta en ninguna de las autoridades del Estado; tampoco admite un uso partidista, ni mucho menos electoral; y tiene la fuerza, la capacidad y la legitimidad para levantar la voz hasta encontrar justicia, por que ya no queremos lamentarnos por ninguna mujer asesinada más, porque no queremos entre nosotras ni una menos; porque, vivas nos queremos.

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