/ jueves 4 de octubre de 2018

2 de Octubre: los jóvenes de ayer y los de hoy

Se cumplen 50 años de la brutal represión a estudiantes en la Plaza de las tres culturas de Tlatelolco. Lo ocurrido ahí el 2 de octubre de 1968 no debe olvidarse y nunca más debe repetirse. Ese debiera ser el significado del «¡2 de octubre no se olvida!»

Fue un movimiento de alcances mundiales: Praga, París, Tokio, Chicago y la Ciudad de México, entre otros. La rebelión juvenil, como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad, se dio en el contexto de una sociedad –la sociedad industrializada de entonces, la del ideal moderno que se había formado desde el siglo XVIII- que no había logrado hermanar a los seres humanos, que no había podido crear una verdadera comunidad.

En México, esas protestas que brotaron en todos lados encontraron una reacción desmesurada y brutal por parte de algunos dirigentes del Estado mexicano que, a la fecha, mantiene puntos oscuros que impiden hacer justicia a cabalidad tanto a las víctimas como a sus familiares. Es la herida abierta de una sociedad que no debe olvidar jamás que cualquier violación a los derechos humanos fundamentales es una afrenta no sólo a las personas y su dignidad sino al Estado mismo de derecho que buscamos y queremos.

Pese a la tragedia y al dolor que generó, fue un hecho histórico que abrió caminos para construir una mejor sociedad, más justa y más abierta. De la crítica y la protesta hemos generado condiciones para pasar a la propuesta y la participación política. Poco a poco esos espacios dieron cabida a los antiguos partidos clandestinos para que transitaran a los espacios de la legalidad. El dilema de “juego electoral o el uso de las armas” dio paso a la institucionalidad y a la legalidad para entrar al juego político intenso y a los planteamientos de la construcción de un régimen democrático.

El imperio paulatino de la leydesde la segunda mitad de los setenta inició el ensanchamiento del régimen a una pluralidad de expresiones políticas; en los ochenta las nuevas realidades cimbraron al sistema; ya en los noventa el reclamo de la ciudadanización de los órganos electorales y el respeto a las reglas claras en las contiendas comiciales dio origen al Instituto Federal Electoral (IFE). La organización de las elecciones pasó, así, de la dependencia del ejecutivo federal a la autonomía e independencia de consejeros ciudadanos que, desde entonces, organizan las elecciones con nuevos instrumentos legales en constante evolución.

A las reformas de los noventa, siguieron cambios más completos y detallados que transformaron al anterior IFE en el actual INE que rige elecciones federales y locales, y ejerce una gama de atribuciones que hacen de las elecciones procesos cada vez más equitativos, ciertos, objetivos y transparentes; entre otras, administrar los tiempos del Estado en radio y TV, llevar una fiscalización minuciosa y exacta del dinero de los partidos políticos promover la cultura política y la educación cívica, y administrar el registro nacional de los electores para expedir una identificación reconocida para todo tipo de trámites en nuestro país.

Los caminos que como sociedad ha tomado México nos han colocado en el lugar donde estamos, si bien con grandes problemas pero con instituciones robustas donde los jóvenes, como en el 68, han contado y contarán para el presente y para el futuro.

La inmensa mayoría de esos jóvenes se encuentra en la lista nominal. Quienes pudieron votar por primera vez, al cumplir los 18 años de edad, en la pasada elección de julio fueron 1.5 millones. De 19 años: 2 millones. De 20 y 21 años: 2.1 millones; de 22, 23 y 24 años: 2.2 millones. La cifra sube en los de 25 a 29 años dando 11 millones. En total, los jóvenes de 18 a 29 años son 25.2 millones, el 28% de la lista.

Los números señalan la relevancia que tiene el sector juvenil que hace 50 años protestaba para iniciar la apropiación ciudadana de los espacios públicos y hoy, de manera libre, puede elegir la opción política que considere mejor. A final de cuentas, el ejercicio de los derechos político-electorales ha sido también una larga construcción en el globo y en México. La fuerza transformadora de los jóvenes debe sumarse al esfuerzo nacional para construir un mejor país, su energía, su entusiasmo, su capacidad de innovación es vital para todos.


Se cumplen 50 años de la brutal represión a estudiantes en la Plaza de las tres culturas de Tlatelolco. Lo ocurrido ahí el 2 de octubre de 1968 no debe olvidarse y nunca más debe repetirse. Ese debiera ser el significado del «¡2 de octubre no se olvida!»

Fue un movimiento de alcances mundiales: Praga, París, Tokio, Chicago y la Ciudad de México, entre otros. La rebelión juvenil, como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad, se dio en el contexto de una sociedad –la sociedad industrializada de entonces, la del ideal moderno que se había formado desde el siglo XVIII- que no había logrado hermanar a los seres humanos, que no había podido crear una verdadera comunidad.

En México, esas protestas que brotaron en todos lados encontraron una reacción desmesurada y brutal por parte de algunos dirigentes del Estado mexicano que, a la fecha, mantiene puntos oscuros que impiden hacer justicia a cabalidad tanto a las víctimas como a sus familiares. Es la herida abierta de una sociedad que no debe olvidar jamás que cualquier violación a los derechos humanos fundamentales es una afrenta no sólo a las personas y su dignidad sino al Estado mismo de derecho que buscamos y queremos.

Pese a la tragedia y al dolor que generó, fue un hecho histórico que abrió caminos para construir una mejor sociedad, más justa y más abierta. De la crítica y la protesta hemos generado condiciones para pasar a la propuesta y la participación política. Poco a poco esos espacios dieron cabida a los antiguos partidos clandestinos para que transitaran a los espacios de la legalidad. El dilema de “juego electoral o el uso de las armas” dio paso a la institucionalidad y a la legalidad para entrar al juego político intenso y a los planteamientos de la construcción de un régimen democrático.

El imperio paulatino de la leydesde la segunda mitad de los setenta inició el ensanchamiento del régimen a una pluralidad de expresiones políticas; en los ochenta las nuevas realidades cimbraron al sistema; ya en los noventa el reclamo de la ciudadanización de los órganos electorales y el respeto a las reglas claras en las contiendas comiciales dio origen al Instituto Federal Electoral (IFE). La organización de las elecciones pasó, así, de la dependencia del ejecutivo federal a la autonomía e independencia de consejeros ciudadanos que, desde entonces, organizan las elecciones con nuevos instrumentos legales en constante evolución.

A las reformas de los noventa, siguieron cambios más completos y detallados que transformaron al anterior IFE en el actual INE que rige elecciones federales y locales, y ejerce una gama de atribuciones que hacen de las elecciones procesos cada vez más equitativos, ciertos, objetivos y transparentes; entre otras, administrar los tiempos del Estado en radio y TV, llevar una fiscalización minuciosa y exacta del dinero de los partidos políticos promover la cultura política y la educación cívica, y administrar el registro nacional de los electores para expedir una identificación reconocida para todo tipo de trámites en nuestro país.

Los caminos que como sociedad ha tomado México nos han colocado en el lugar donde estamos, si bien con grandes problemas pero con instituciones robustas donde los jóvenes, como en el 68, han contado y contarán para el presente y para el futuro.

La inmensa mayoría de esos jóvenes se encuentra en la lista nominal. Quienes pudieron votar por primera vez, al cumplir los 18 años de edad, en la pasada elección de julio fueron 1.5 millones. De 19 años: 2 millones. De 20 y 21 años: 2.1 millones; de 22, 23 y 24 años: 2.2 millones. La cifra sube en los de 25 a 29 años dando 11 millones. En total, los jóvenes de 18 a 29 años son 25.2 millones, el 28% de la lista.

Los números señalan la relevancia que tiene el sector juvenil que hace 50 años protestaba para iniciar la apropiación ciudadana de los espacios públicos y hoy, de manera libre, puede elegir la opción política que considere mejor. A final de cuentas, el ejercicio de los derechos político-electorales ha sido también una larga construcción en el globo y en México. La fuerza transformadora de los jóvenes debe sumarse al esfuerzo nacional para construir un mejor país, su energía, su entusiasmo, su capacidad de innovación es vital para todos.