/ viernes 1 de septiembre de 2017

El Informe que viene

El fin de este quinto año de gobierno está a la vista, la oficina del Ejecutivo Federal ha iniciado la difusión de la propaganda mediática de logros en ocasión del 5º. Informe de Gobierno del presidente de la Republica, Enrique Peña Nieto, ejercicio republicano por excelencia que, con el devenir del tiempo y las coyunturas políticas, ha venido perdiendo su esencia de contrapeso constitucional entre poderes. Tras las reformas al artículo 69 constitucional, al inicio del sexenio pasado y motivado por el enfrentamiento del Legislativo con el entonces Presidente, se desnaturalizó el acto republicano por excelencia, de rendición de cuentas.

Lejos estamos y sería extraviar el camino, el añorar los tiempos de los informes faraónicos del pasado, solo que los cambios introducidos al formato de los informes tuvo una regresión en el avance de la democracia y, dado que el rechazo a Fox perdió toda mesura y no lo querían ni ver en el Congreso y hubo ocasión en que le negaron el ingreso.

En este acto el “mandatario” informa al pueblo representado en el Congreso General, del estado general que guarda la administración pública del país, coincidiendo la fecha, con la instalación del primer periodo ordinario de sesiones y posteriormente cada cámara realiza el análisis del informe y llama a los encargados del despacho correspondiente, cuando desea ampliar la información o aclarar algunos temas.

Actualmente, el titular del Ejecutivo envía al Congreso, a su secretario de Gobernación, quien entrega el informe por escrito y el Presidente por su parte, realiza un evento extraoficial en el cual envía un mensaje a la Nación. Esto desde luego, no siempre fue así, la obligación original estatuida en la Constitución de 1857, era que “pronunciara un discurso en que manifieste el estado guarda el país”. Es decir, acudir al recinto y leer un mensaje.

Lamentablemente desde 2006, cuando Fox, ni siquiera logró entrar al recinto y hubo de entregarlo en la escalinata de San Lázaro; posteriormente ni Peña, ni Calderón, han comparecido ante el Congreso General en el acto solemne de apertura de sesiones y dirigir un mensaje a la Nación.

Lo importante de este V Informe, es la coyuntura que lo envuelve, previo a la elección de quien habrá de relevarlo, dado que una vez conocidos los candidatos de todos los partidos y comenzado formalmente el proceso electoral, el presidente en funciones comienza ocupar un segundo plano. Así acontecía en el “ancienrégime” y al producirse el ungimiento del sucesor, el presidente alcanzaba el cenit de su gloria y comenzaba a perder el poder. Así sucederá ahora.

Los temas que obligadamente deberá abordar el presidente Peña Nieto, entre muchos más, son: el Sistema Anticorrupción, la relación bilateral con los Estados Unidos, el Muro de Trump, la deuda, la renegociación del TLC, las alzas de las gasolinas, el crecimiento de la economía y la perspectiva para el 2018 y, seguramente iniciará la auto evaluación de su gestión, al dar a conocer los avances de las reformas estructurales emprendidas.

Como siempre testimoniaremos los elogios desbordados y las críticas acérrimas, ambas estériles. Es hora de plantear que este ejercicio de rendición de cuentas recobre su esencia republicana y de que todos los actores políticos se conduzcan con civilidad.

 

El fin de este quinto año de gobierno está a la vista, la oficina del Ejecutivo Federal ha iniciado la difusión de la propaganda mediática de logros en ocasión del 5º. Informe de Gobierno del presidente de la Republica, Enrique Peña Nieto, ejercicio republicano por excelencia que, con el devenir del tiempo y las coyunturas políticas, ha venido perdiendo su esencia de contrapeso constitucional entre poderes. Tras las reformas al artículo 69 constitucional, al inicio del sexenio pasado y motivado por el enfrentamiento del Legislativo con el entonces Presidente, se desnaturalizó el acto republicano por excelencia, de rendición de cuentas.

Lejos estamos y sería extraviar el camino, el añorar los tiempos de los informes faraónicos del pasado, solo que los cambios introducidos al formato de los informes tuvo una regresión en el avance de la democracia y, dado que el rechazo a Fox perdió toda mesura y no lo querían ni ver en el Congreso y hubo ocasión en que le negaron el ingreso.

En este acto el “mandatario” informa al pueblo representado en el Congreso General, del estado general que guarda la administración pública del país, coincidiendo la fecha, con la instalación del primer periodo ordinario de sesiones y posteriormente cada cámara realiza el análisis del informe y llama a los encargados del despacho correspondiente, cuando desea ampliar la información o aclarar algunos temas.

Actualmente, el titular del Ejecutivo envía al Congreso, a su secretario de Gobernación, quien entrega el informe por escrito y el Presidente por su parte, realiza un evento extraoficial en el cual envía un mensaje a la Nación. Esto desde luego, no siempre fue así, la obligación original estatuida en la Constitución de 1857, era que “pronunciara un discurso en que manifieste el estado guarda el país”. Es decir, acudir al recinto y leer un mensaje.

Lamentablemente desde 2006, cuando Fox, ni siquiera logró entrar al recinto y hubo de entregarlo en la escalinata de San Lázaro; posteriormente ni Peña, ni Calderón, han comparecido ante el Congreso General en el acto solemne de apertura de sesiones y dirigir un mensaje a la Nación.

Lo importante de este V Informe, es la coyuntura que lo envuelve, previo a la elección de quien habrá de relevarlo, dado que una vez conocidos los candidatos de todos los partidos y comenzado formalmente el proceso electoral, el presidente en funciones comienza ocupar un segundo plano. Así acontecía en el “ancienrégime” y al producirse el ungimiento del sucesor, el presidente alcanzaba el cenit de su gloria y comenzaba a perder el poder. Así sucederá ahora.

Los temas que obligadamente deberá abordar el presidente Peña Nieto, entre muchos más, son: el Sistema Anticorrupción, la relación bilateral con los Estados Unidos, el Muro de Trump, la deuda, la renegociación del TLC, las alzas de las gasolinas, el crecimiento de la economía y la perspectiva para el 2018 y, seguramente iniciará la auto evaluación de su gestión, al dar a conocer los avances de las reformas estructurales emprendidas.

Como siempre testimoniaremos los elogios desbordados y las críticas acérrimas, ambas estériles. Es hora de plantear que este ejercicio de rendición de cuentas recobre su esencia republicana y de que todos los actores políticos se conduzcan con civilidad.