/ sábado 19 de agosto de 2017

Temas

En los prolegómenos de un proceso electoral sumamente complejo parecería que en nuestro país no hay problemas. Solo hay temas. El término lo emplean los políticos del claque que constituye los comités ejecutivos del PRI, PAN, VERDE y los “políticos” que rodean al licenciado Enrique Peña Nieto, presidente Constitucional saliente, en las vísperas de una de las sucesiones presidenciales más complejas por el elevado número de propuestas formuladas hacia el futuro, como planes y proyectos que habrían de resolver pequeños y grandes complejos de problemas de cuyas esperadas soluciones depende la transición hacia la elección presidencial de 2018 y los cambios en las administraciones municipales y estatales.

Todo lo pendiente se ha convertido en tema, es decir asuntos de discursos o de pláticas en sordina, relativos a las carencias económicas, sociales, financieras y las deudas que dejarán las administraciones salientes de los estados de la República, en las que se incluyen las gastos y deudas municipales, los créditos negociados por las administraciones estatales y los gastos no comprobados ni autorizados por las haciendas locales, estatales o federales.

Las administraciones salientes se esmeran en mostrar pequeños avances que propicien soslayar los grandes adeudos y los programas de obras públicas iniciadas, sin señalamientos de cuándo habrían de concluirse. No hay explicaciones de su retraso. En México no hay problemas: hay temas de pláticas que inician los adversarios de los jefes de los ejecutivos estatales. Y se minimizan con sustantivos tales como tareas en curso, proyectos, circunstancias, obligaciones a cumplir, retrasos, esfuerzos, restricciones financieras, deberes imposibles, propósitos fallidos.

Los inteligentes presentadores nocturnos de programas televisivos que comentan, con terminajos técnicos complejos, los problemas sociales, financieros, económicos, técnicos y tecnológicos de las más diversas especialidades, todos, se refieren a ellos como ¡temas! Son reveladas las ineficacias de entidades administrativas de auxilio a los grandes grupos de poblaciones marginadas, específicamente aquéllas que asumieron las tareas que antes dependían de una sola organización suministratíva como Sedesol. Y es que aquí, en esta vastísima nación, no hay problemas sino temas: temas a discutir para aliviar, algún día, la angustiosa situación de más de 30 millones de mexicanos que pertenecen a las “etnias”… es decir que son …¡indios!.

Los titulares de las dependencias que fueron fundadas para aliviar la estrecheces económicas de vivienda, educativas, de trabajo, ni siquiera conocen las denominaciones de los ¡indios!, de nuestros indios... como suelen referirse a ellos con tristeza mal actuada, los globalizados políticos de la precoz madurez.

En 1958, un observador profundo de Inglaterra, Raymond Williams, escribió Cultura y Sociedad 1780-1950. Analizó allí el significado y consecuencias sociales y políticas de cinco palabras que siguen vigentes en el mundo de hoy: industria, democracia, clase, arte y cultura. En una sociedad tan heterogénea e injusta como la mexicana, las cinco palabras no podrían ser objeto de preocupación. Tendrían que ser el programa de prioridades del gobierno que viene.

Sin embargo son vistas como simples temas. Y los temas, aquí en la hermosa República mexicana, son muchos y muy variados. Pero no son problemas. Por lo tanto, no son propósitos susceptibles de convertirse en acciones de gobierno local, estatal o federal. Son solo temas. Y los temas se enuncian y califican en el radio y la tele nocturnos.   Y como tales, pues ¡no se resuelven!

En los prolegómenos de un proceso electoral sumamente complejo parecería que en nuestro país no hay problemas. Solo hay temas. El término lo emplean los políticos del claque que constituye los comités ejecutivos del PRI, PAN, VERDE y los “políticos” que rodean al licenciado Enrique Peña Nieto, presidente Constitucional saliente, en las vísperas de una de las sucesiones presidenciales más complejas por el elevado número de propuestas formuladas hacia el futuro, como planes y proyectos que habrían de resolver pequeños y grandes complejos de problemas de cuyas esperadas soluciones depende la transición hacia la elección presidencial de 2018 y los cambios en las administraciones municipales y estatales.

Todo lo pendiente se ha convertido en tema, es decir asuntos de discursos o de pláticas en sordina, relativos a las carencias económicas, sociales, financieras y las deudas que dejarán las administraciones salientes de los estados de la República, en las que se incluyen las gastos y deudas municipales, los créditos negociados por las administraciones estatales y los gastos no comprobados ni autorizados por las haciendas locales, estatales o federales.

Las administraciones salientes se esmeran en mostrar pequeños avances que propicien soslayar los grandes adeudos y los programas de obras públicas iniciadas, sin señalamientos de cuándo habrían de concluirse. No hay explicaciones de su retraso. En México no hay problemas: hay temas de pláticas que inician los adversarios de los jefes de los ejecutivos estatales. Y se minimizan con sustantivos tales como tareas en curso, proyectos, circunstancias, obligaciones a cumplir, retrasos, esfuerzos, restricciones financieras, deberes imposibles, propósitos fallidos.

Los inteligentes presentadores nocturnos de programas televisivos que comentan, con terminajos técnicos complejos, los problemas sociales, financieros, económicos, técnicos y tecnológicos de las más diversas especialidades, todos, se refieren a ellos como ¡temas! Son reveladas las ineficacias de entidades administrativas de auxilio a los grandes grupos de poblaciones marginadas, específicamente aquéllas que asumieron las tareas que antes dependían de una sola organización suministratíva como Sedesol. Y es que aquí, en esta vastísima nación, no hay problemas sino temas: temas a discutir para aliviar, algún día, la angustiosa situación de más de 30 millones de mexicanos que pertenecen a las “etnias”… es decir que son …¡indios!.

Los titulares de las dependencias que fueron fundadas para aliviar la estrecheces económicas de vivienda, educativas, de trabajo, ni siquiera conocen las denominaciones de los ¡indios!, de nuestros indios... como suelen referirse a ellos con tristeza mal actuada, los globalizados políticos de la precoz madurez.

En 1958, un observador profundo de Inglaterra, Raymond Williams, escribió Cultura y Sociedad 1780-1950. Analizó allí el significado y consecuencias sociales y políticas de cinco palabras que siguen vigentes en el mundo de hoy: industria, democracia, clase, arte y cultura. En una sociedad tan heterogénea e injusta como la mexicana, las cinco palabras no podrían ser objeto de preocupación. Tendrían que ser el programa de prioridades del gobierno que viene.

Sin embargo son vistas como simples temas. Y los temas, aquí en la hermosa República mexicana, son muchos y muy variados. Pero no son problemas. Por lo tanto, no son propósitos susceptibles de convertirse en acciones de gobierno local, estatal o federal. Son solo temas. Y los temas se enuncian y califican en el radio y la tele nocturnos.   Y como tales, pues ¡no se resuelven!

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