/ domingo 26 de abril de 2020

Anormalidad no implica desestabilización

La excepcionalidad de los meses que vivimos, nadie los hubiera imaginado. Ningún gobierno estaba preparado. Tampoco los organismos multilaterales. Vaya, ni siquiera las series de televisión; por eso, estamos ante un evento histórico con todo el dramatismo que vemos, escuchamos y leemos. La incertidumbre merodea cada una de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. No podría ser de otra manera.

No obstante, es un momento muy apreciado para realizar ajustes y correcciones en aspectos que como sociedad y gobierno, sabíamos que debíamos atender. La anormalidad de estos días, semanas y meses, implica un escenario propicio para direccionar la cotidianeidad. Nos enteramos por ejemplo, de la cresta de violencia, de que mientras los ciudadanos de bien nos resguardamos y atendemos las indicaciones de las autoridades sanitarias y del orden público, la delincuencia organizada y común pretende ocupar los espacios que autoridades y población por la contingencia, hemos abandonado de forma momentánea.

La anormalidad no debe involucionar en desestabilización. Ahora bien, las formas para evitarlo, radican en primera instancia en las autoridades locales. Por medio de los dispositivos móviles, se han distribuido imágenes propagandísticas de organizaciones delictivas, repartiendo unas cuentas despensas. El objetivo, como sabemos, es enviar un mensaje a sus enemigos de que se encuentran en un territorio que ambos o más organizaciones, consideran exclusivo. De ninguna manera tienen la capacidad logística ni material para suplir al Estado. He leído análisis francamente precipitados en donde señalan que esas acciones, demuestran la debilidad institucional. Falso. No se pueden esperar acciones altruistas de quienes agreden a la sociedad en su conjunto.

Son momentos en donde las acciones de apoyo a la población en precariedad, permite que esos actores no estatales así como otras organizaciones delictivas, pretendan congraciarse con determinados núcleos de la población que en un momento dado les puedan ser de utilidad. Ya sea como informantes, cómplices por ejemplo, para esconder armas, drogas, vehículos, entre otros insumos ilegales. Pero de allí a suponer que están actuando para suplir al Estado mexicano en labores de abastecimiento, hay una enorme distancia. Como cualquier empresa, la criminal padece de astringencia económica y la distribución de una cuantas despensas será por única vez.

La anormalidad, como sostiene el Presidente de la República, por fuerte que sea, es pasajera. En esos términos, considerarla como sistemática o peor aún, como permanente, es abrir las puertas a la posibilidad de la desestabilización. La acción de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional en ese sentido, es crucial para avizorar que la certeza legal e institucional es lo que garantiza la continuidad del Estado y la sociedad, no obstante las dificultades y dolor que hoy vivimos.

javierolivaposada@gmail.com


La excepcionalidad de los meses que vivimos, nadie los hubiera imaginado. Ningún gobierno estaba preparado. Tampoco los organismos multilaterales. Vaya, ni siquiera las series de televisión; por eso, estamos ante un evento histórico con todo el dramatismo que vemos, escuchamos y leemos. La incertidumbre merodea cada una de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. No podría ser de otra manera.

No obstante, es un momento muy apreciado para realizar ajustes y correcciones en aspectos que como sociedad y gobierno, sabíamos que debíamos atender. La anormalidad de estos días, semanas y meses, implica un escenario propicio para direccionar la cotidianeidad. Nos enteramos por ejemplo, de la cresta de violencia, de que mientras los ciudadanos de bien nos resguardamos y atendemos las indicaciones de las autoridades sanitarias y del orden público, la delincuencia organizada y común pretende ocupar los espacios que autoridades y población por la contingencia, hemos abandonado de forma momentánea.

La anormalidad no debe involucionar en desestabilización. Ahora bien, las formas para evitarlo, radican en primera instancia en las autoridades locales. Por medio de los dispositivos móviles, se han distribuido imágenes propagandísticas de organizaciones delictivas, repartiendo unas cuentas despensas. El objetivo, como sabemos, es enviar un mensaje a sus enemigos de que se encuentran en un territorio que ambos o más organizaciones, consideran exclusivo. De ninguna manera tienen la capacidad logística ni material para suplir al Estado. He leído análisis francamente precipitados en donde señalan que esas acciones, demuestran la debilidad institucional. Falso. No se pueden esperar acciones altruistas de quienes agreden a la sociedad en su conjunto.

Son momentos en donde las acciones de apoyo a la población en precariedad, permite que esos actores no estatales así como otras organizaciones delictivas, pretendan congraciarse con determinados núcleos de la población que en un momento dado les puedan ser de utilidad. Ya sea como informantes, cómplices por ejemplo, para esconder armas, drogas, vehículos, entre otros insumos ilegales. Pero de allí a suponer que están actuando para suplir al Estado mexicano en labores de abastecimiento, hay una enorme distancia. Como cualquier empresa, la criminal padece de astringencia económica y la distribución de una cuantas despensas será por única vez.

La anormalidad, como sostiene el Presidente de la República, por fuerte que sea, es pasajera. En esos términos, considerarla como sistemática o peor aún, como permanente, es abrir las puertas a la posibilidad de la desestabilización. La acción de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional en ese sentido, es crucial para avizorar que la certeza legal e institucional es lo que garantiza la continuidad del Estado y la sociedad, no obstante las dificultades y dolor que hoy vivimos.

javierolivaposada@gmail.com