/ viernes 26 de enero de 2024

Antena / Un debate de sombra entre mandatarios

En un marco de respeto y de libertad de opinión, un expresidente, Ernesto Zedillo y el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, manifestaron cada uno desde distinta palestra lo que piensan sobre su visión de gobernar en democracia. Es evidente que cada mandatario le ha correspondido gobernar al país en situaciones y tiempos diversos, y que cada uno ha tenido que actuar con base en su planteamiento de gobierno, que naturalmente, son totalmente opuestos.

Caer en el debate que si es mejor lo que llaman “neoliberalismo” o “populismo” sería gastar tinta, lo que se trata es de valorar lo qué cada gobierno enfrentó como retos en su época.

De acuerdo con la cronología del tiempo, a Ernesto Zedillo, le correspondió gobernar de 1994 al año 2000 y enfrentó el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la crisis económica derivada del “Error de Diciembre”, el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el entonces Distrito Federal y la entrega del poder a un mandatario no priista, después de siete décadas. Ante esta coyuntura tomó e impulsó las acciones que consideró pertinentes en materia económica, de paz social y electoral.

El 2018, si bien, ya se venían acarreando retos en materia de seguridad y económicos, el viraje a un gobierno de “izquierda” no ha sido fácil para México, desde la simple política de los “abrazos y no balazos” hasta la búsqueda de implementar reformas que tienen más un tinte electoral y que en el fondo provocarían más repercusiones económicas que beneficios, a pesar de que el gobierno obradorista se encamina a mantenerse en el poder.

En política no hay casualidades, en un momento donde el actual gobierno busca reincorporar la utilización de ferrocarriles para el transporte de pasajeros y carga bajo el mando de este; reformar el sistema de pensiones e incrementar los salarios mínimos por arriba de la inflación; coincide, precisamente, con algunas medidas tomadas en el gobierno zedillista. Si bien el gobernante del sexenio 1994-2000, no entró en contestar los cuestionamientos del actual mandatario, si dejo un mensaje muy claro, al señalar que le preocupa que se busque resolver los problemas “con buenos deseos”.

Y en un breve repaso de las anunciadas reformas del próximo 5 de febrero, así parecieran “buenos deseos” electorales. Basta señalar brevemente sus repercusiones: establecer un salario mínimo que resulte mayor a un índice que es variable (inflación) representa un serio grado de incertidumbre. Preocupa en el caso de escenarios con inflaciones altas, donde elevar el monto del salario podría ser irreal, y que además abonaría al propio proceso inflacionario.

Y en materia de pensiones, no sólo sería costoso para las empresas y los sistemas de seguridad social, sino también para los contribuyentes, si el Gobierno tiene la obligación de realizar aportaciones, ¿de dónde va a salir ese recurso?

A final del día, ni neoliberal ni populista, lo que quiere México es seguridad, libertades y democracia con apego a la Constitución; pero sobre todo, que le hablen con la verdad.


En un marco de respeto y de libertad de opinión, un expresidente, Ernesto Zedillo y el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, manifestaron cada uno desde distinta palestra lo que piensan sobre su visión de gobernar en democracia. Es evidente que cada mandatario le ha correspondido gobernar al país en situaciones y tiempos diversos, y que cada uno ha tenido que actuar con base en su planteamiento de gobierno, que naturalmente, son totalmente opuestos.

Caer en el debate que si es mejor lo que llaman “neoliberalismo” o “populismo” sería gastar tinta, lo que se trata es de valorar lo qué cada gobierno enfrentó como retos en su época.

De acuerdo con la cronología del tiempo, a Ernesto Zedillo, le correspondió gobernar de 1994 al año 2000 y enfrentó el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la crisis económica derivada del “Error de Diciembre”, el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el entonces Distrito Federal y la entrega del poder a un mandatario no priista, después de siete décadas. Ante esta coyuntura tomó e impulsó las acciones que consideró pertinentes en materia económica, de paz social y electoral.

El 2018, si bien, ya se venían acarreando retos en materia de seguridad y económicos, el viraje a un gobierno de “izquierda” no ha sido fácil para México, desde la simple política de los “abrazos y no balazos” hasta la búsqueda de implementar reformas que tienen más un tinte electoral y que en el fondo provocarían más repercusiones económicas que beneficios, a pesar de que el gobierno obradorista se encamina a mantenerse en el poder.

En política no hay casualidades, en un momento donde el actual gobierno busca reincorporar la utilización de ferrocarriles para el transporte de pasajeros y carga bajo el mando de este; reformar el sistema de pensiones e incrementar los salarios mínimos por arriba de la inflación; coincide, precisamente, con algunas medidas tomadas en el gobierno zedillista. Si bien el gobernante del sexenio 1994-2000, no entró en contestar los cuestionamientos del actual mandatario, si dejo un mensaje muy claro, al señalar que le preocupa que se busque resolver los problemas “con buenos deseos”.

Y en un breve repaso de las anunciadas reformas del próximo 5 de febrero, así parecieran “buenos deseos” electorales. Basta señalar brevemente sus repercusiones: establecer un salario mínimo que resulte mayor a un índice que es variable (inflación) representa un serio grado de incertidumbre. Preocupa en el caso de escenarios con inflaciones altas, donde elevar el monto del salario podría ser irreal, y que además abonaría al propio proceso inflacionario.

Y en materia de pensiones, no sólo sería costoso para las empresas y los sistemas de seguridad social, sino también para los contribuyentes, si el Gobierno tiene la obligación de realizar aportaciones, ¿de dónde va a salir ese recurso?

A final del día, ni neoliberal ni populista, lo que quiere México es seguridad, libertades y democracia con apego a la Constitución; pero sobre todo, que le hablen con la verdad.