/ miércoles 13 de abril de 2022

Áreas naturales perennes 

Visité el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Decidí hacer mi ruta en transporte público y el resultado fue 4 horas de ida y 3 de regreso. Las rutas anunciadas con bombo y platillo horas antes de la inauguración funcionan una o dos veces al día. Otras, como la de Cuatro Caminos, son engañosas porque salen a un kilómetro del metro, en la zona militar. Quien las haya diseñado desperdicia conexiones relativamente sencillas, como el posible vínculo con las estaciones Tultitlán y Cuautitlán del Ferrocarril Suburbano, a unos 20 minutos de la terminal.

Pero esto, en realidad, es una cuestión de tiempo. Está claro que el AIFA abrió con prisas, que no está realmente terminado ni conectado, y que faltan decenas de obras complementarias que lo harán el único aeropuerto mexicano con tres pistas.

El aeropuerto está bien. Estéticamente es de los mejores del país. No es Norman Foster, claro está, pero es un aeropuerto agradable y fotogénico. Aún es muy pequeño. A diferencia del de Texcoco, que estaba pensado para decenas de millones de pasajeros al año desde el día de su inauguración, éste no podría realizar más operaciones que la Terminal 2 de la Ciudad de México si no es ampliado en los próximos años.

Unas por otras, la obra de Norman Foster habría consumido recursos de mantenimiento para una terminal operando a la mitad de su capacidad, mientras que AIFA concentra los costos en el segmento abierto. Claro, detrás de sí, el Felipe Ángeles lleva cientos de millones de desperdicio consigo; el Aeropuerto de Texcoco (NAIM) estaba prácticamente fondeado hasta su terminación. La historia la conocemos, pero trato de recuperarla en otra vía.

La obra del NAIM no debió abandonarse, lo hemos dicho muchos, muchas veces. Los impactos ambientales mayores ya habían ocurrido, los costos económicos también. La decisión, respaldada en una consulta sesgada y no oficial, cambia el rumbo de la historia. Lo que creo es que la revocación del decreto que convierte el Lago de Texcoco en un Área de Protección de Recursos Naturales para retomar la construcción del aeropuerto sería un acto de la misma dimensión que la cancelación del NAIM.

Diversos opositores han manifestado que hay que derogar el decreto de protección al Lago de Texcoco y retomar la construcción. Más allá del costo mismo de las obras hay uno mayor. Ningún decreto de creación de Áreas Naturales Protegidas debe ser derogado, porque esto subordinaría el medio ambiente a la autoridad en turno. Podemos decir muchas cosas de la política ambiental de este gobierno, pero en todo caso las áreas naturales, en sus diversas modalidades de protección, deben mantenerse como tales en tanto ello permita su conservación.

Ya AIFA puede operar comercialmente. Hay muchos pasos hacia adelante, resolver el cómo llegar, resolver el enlace entre ambos aeropuertos a quienes conecten vuelos, elevar el potencial de derrama económica a un aeropuerto que fue planeado con prisas. Estoy convencido que en el mediano plazo, el AICM debe cerrar; pero aún siendo un partidario, en su momento, del NAIM, ya no hay vuelta de hoja, sus obras jamás serán retomadas, razones ambientales por delante, aunque las hay de carácter político, social y económico de sobra, y en ese orden.

Visité el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Decidí hacer mi ruta en transporte público y el resultado fue 4 horas de ida y 3 de regreso. Las rutas anunciadas con bombo y platillo horas antes de la inauguración funcionan una o dos veces al día. Otras, como la de Cuatro Caminos, son engañosas porque salen a un kilómetro del metro, en la zona militar. Quien las haya diseñado desperdicia conexiones relativamente sencillas, como el posible vínculo con las estaciones Tultitlán y Cuautitlán del Ferrocarril Suburbano, a unos 20 minutos de la terminal.

Pero esto, en realidad, es una cuestión de tiempo. Está claro que el AIFA abrió con prisas, que no está realmente terminado ni conectado, y que faltan decenas de obras complementarias que lo harán el único aeropuerto mexicano con tres pistas.

El aeropuerto está bien. Estéticamente es de los mejores del país. No es Norman Foster, claro está, pero es un aeropuerto agradable y fotogénico. Aún es muy pequeño. A diferencia del de Texcoco, que estaba pensado para decenas de millones de pasajeros al año desde el día de su inauguración, éste no podría realizar más operaciones que la Terminal 2 de la Ciudad de México si no es ampliado en los próximos años.

Unas por otras, la obra de Norman Foster habría consumido recursos de mantenimiento para una terminal operando a la mitad de su capacidad, mientras que AIFA concentra los costos en el segmento abierto. Claro, detrás de sí, el Felipe Ángeles lleva cientos de millones de desperdicio consigo; el Aeropuerto de Texcoco (NAIM) estaba prácticamente fondeado hasta su terminación. La historia la conocemos, pero trato de recuperarla en otra vía.

La obra del NAIM no debió abandonarse, lo hemos dicho muchos, muchas veces. Los impactos ambientales mayores ya habían ocurrido, los costos económicos también. La decisión, respaldada en una consulta sesgada y no oficial, cambia el rumbo de la historia. Lo que creo es que la revocación del decreto que convierte el Lago de Texcoco en un Área de Protección de Recursos Naturales para retomar la construcción del aeropuerto sería un acto de la misma dimensión que la cancelación del NAIM.

Diversos opositores han manifestado que hay que derogar el decreto de protección al Lago de Texcoco y retomar la construcción. Más allá del costo mismo de las obras hay uno mayor. Ningún decreto de creación de Áreas Naturales Protegidas debe ser derogado, porque esto subordinaría el medio ambiente a la autoridad en turno. Podemos decir muchas cosas de la política ambiental de este gobierno, pero en todo caso las áreas naturales, en sus diversas modalidades de protección, deben mantenerse como tales en tanto ello permita su conservación.

Ya AIFA puede operar comercialmente. Hay muchos pasos hacia adelante, resolver el cómo llegar, resolver el enlace entre ambos aeropuertos a quienes conecten vuelos, elevar el potencial de derrama económica a un aeropuerto que fue planeado con prisas. Estoy convencido que en el mediano plazo, el AICM debe cerrar; pero aún siendo un partidario, en su momento, del NAIM, ya no hay vuelta de hoja, sus obras jamás serán retomadas, razones ambientales por delante, aunque las hay de carácter político, social y económico de sobra, y en ese orden.

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