/ domingo 5 de agosto de 2018

Bienvenido el caos: esencia vital

Como es abajo, es arriba. El microcosmos es reflejo del macrocosmos y viceversa. ¡Cuántas veces hemos escuchado estos y similares pensamientos! Ni qué decir del efecto mariposa o de la teoría del caos, ambas íntimamente vinculadas y tan en boga en los últimos tiempos. Lo que ocurre es que los drásticos cambios que tienen lugar en la realidad actual, sobre todo en materia climática, han hecho que volvamos los ojos a ellos. No solo porque nos permiten aproximarnos a una posible interpretación de los fenómenos de la Naturaleza, sino porque al ser nosotros parte de ella, podemos observar patrones equivalentes en nuestra vida diaria.

Se ha dicho que la idea de que “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar al mundo” procede de un proverbio chino. Sin embargo, fue Edward Norton Lorenz, el científico norteamericano autor de La esencia del caos, quien a principios de los años sesenta del siglo pasado reconoció que el caos impera, prueba de ello: el tiempo meteorológico, en la medida que bastan pequeñas dosis de perturbaciones en la atmósfera para que el clima sufra cambios a escala mundial. Bastaría, decía, que un lepidóptero aleteara en Brasil para que en Texas se produjera un tornado. En su momento pocos le atendieron. Fue necesario que James Gleick escribiera Caos: la creación de una ciencia, para que el nuevo paradigma se difundiera y apuntalara y pudiéramos tomar conciencia de que hay sistemas impredecibles, no necesariamente exentos de estar sujetos a leyes, en los que es suficiente se dé una mínima variación para que todo cambie. Algo que es parte de la esencia vital misma de la Naturaleza.

Lo más increíble es que en el pensamiento ancestral del hombre, esto se sabía o presentía. Recordemos el inicio bíblico del libro de Génesis: “Cuando en el principio Dios creó los cielos y la tierra, reinaba el caos y no había nada en ella. El abismo estaba sumido en la obscuridad y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas”. Tiempo después, lo mismo dirían el griego Hesíodo en su Teogonía, al confirmar que lo primero en existir fue Caos, y luego el poeta romano Ovidio al comenzar su cosmogonía vertida en las Metamorfosis afirmando: “Antes del mar y de las tierras y, el que lo cubre todo, el cielo, uno solo era de la naturaleza el rostro en todo el orbe, al que dijeron Caos”.

¿Por qué llamarle así? Sabemos que la palabra es de origen griego y alude a un abismo o agujero obscuro profundo, al que la Real Academia Española ha interpretado como desorden, lo contrario y previo a la ordenación del cosmos. Asimismo, entre el mundo antiguo y Lorenz, otros científicos y filósofos aludieron a él como Newton al estudiar a la Luna o Poincaré quien, al reconocer que en el sistema solar era posible advertir la presencia de un algo aleatorio y azaroso, concluyó que este algo incomprensible al hombre devendría en caótico ante la ignorancia humana para entender el orden natural en todas sus facetas, aún en las más insondables. ¿Por qué hacer entonces esta evocación? Porque extrapolar sus principios y aplicarlos en la vida diaria nos permite entender, sin que esto sea consuelo, que nuestra existencia no es ajena al caos. En él tiene origen la vida, tal y como preconizaban hace milenios nuestros predecesores. El reto es asumirlo y trascenderlo. De ahí el gran cuestionamiento.

Si vemos en el caos algo negativo, lógico sería que nuestro objetivo fuera remontarlo, pues de lo contrario haríamos de esto negativo el eje rector de nuestra vida. Si, en cambio, visualizamos al principio caótico como origen del neo orden, podríamos concebir que el caos es el motor que mueve al mundo. A ello se aproximó Rudolf Clausius cuando a mitad del siglo XIX bautizó como entropía al grado de desorden y caos, advirtiendo que el universo es cada vez más desordenado al tender permanentemente al caos. No obstante, cuando el hombre toma conciencia de ello, no se resigna y busca evitarlo, combate al desorden y enfrenta a la entropía volviéndose neguentrópico, solo que al hacerlo surge una duda ¿no estará yendo contra la ley del universo, caótica per se? Lo que tal vez más nos ha confundido es concebir que el caos es negativo, anárquico, contrario al “orden” y a la “ley universal” y más bien deberíamos considerar reivindicarlo como detonante fundamental para que surja un nuevo orden universal.

De ahí la oportunidad suprema que nos da la vida para crecer cuando nos enfrentamos al caos a través de la incertidumbre, de una crisis, coyuntura o catástrofe.

El caos está en nosotros porque el universo es caótico, es parte de nuestra naturaleza, y por eso mismo somos potenciales generadores del cambio hacia un nuevo orden. No olvidemos que formamos parte de un todo universal y corremos el riesgo de que el más pequeño cambio nos pueda catapultar a reorganizarnos, reconstruirnos y, finalmente, detonar una gran transformación. La cuestión es ¿qué mundo queremos crear? En nosotros está determinarlo, siempre que asumamos que toda crisis es una oportunidad única para abrevar del caos y, desde él, poder salir fortalecidos y transfigurados.


bettyzanolli@hotmail.com @BettyZanolli


Como es abajo, es arriba. El microcosmos es reflejo del macrocosmos y viceversa. ¡Cuántas veces hemos escuchado estos y similares pensamientos! Ni qué decir del efecto mariposa o de la teoría del caos, ambas íntimamente vinculadas y tan en boga en los últimos tiempos. Lo que ocurre es que los drásticos cambios que tienen lugar en la realidad actual, sobre todo en materia climática, han hecho que volvamos los ojos a ellos. No solo porque nos permiten aproximarnos a una posible interpretación de los fenómenos de la Naturaleza, sino porque al ser nosotros parte de ella, podemos observar patrones equivalentes en nuestra vida diaria.

Se ha dicho que la idea de que “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar al mundo” procede de un proverbio chino. Sin embargo, fue Edward Norton Lorenz, el científico norteamericano autor de La esencia del caos, quien a principios de los años sesenta del siglo pasado reconoció que el caos impera, prueba de ello: el tiempo meteorológico, en la medida que bastan pequeñas dosis de perturbaciones en la atmósfera para que el clima sufra cambios a escala mundial. Bastaría, decía, que un lepidóptero aleteara en Brasil para que en Texas se produjera un tornado. En su momento pocos le atendieron. Fue necesario que James Gleick escribiera Caos: la creación de una ciencia, para que el nuevo paradigma se difundiera y apuntalara y pudiéramos tomar conciencia de que hay sistemas impredecibles, no necesariamente exentos de estar sujetos a leyes, en los que es suficiente se dé una mínima variación para que todo cambie. Algo que es parte de la esencia vital misma de la Naturaleza.

Lo más increíble es que en el pensamiento ancestral del hombre, esto se sabía o presentía. Recordemos el inicio bíblico del libro de Génesis: “Cuando en el principio Dios creó los cielos y la tierra, reinaba el caos y no había nada en ella. El abismo estaba sumido en la obscuridad y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas”. Tiempo después, lo mismo dirían el griego Hesíodo en su Teogonía, al confirmar que lo primero en existir fue Caos, y luego el poeta romano Ovidio al comenzar su cosmogonía vertida en las Metamorfosis afirmando: “Antes del mar y de las tierras y, el que lo cubre todo, el cielo, uno solo era de la naturaleza el rostro en todo el orbe, al que dijeron Caos”.

¿Por qué llamarle así? Sabemos que la palabra es de origen griego y alude a un abismo o agujero obscuro profundo, al que la Real Academia Española ha interpretado como desorden, lo contrario y previo a la ordenación del cosmos. Asimismo, entre el mundo antiguo y Lorenz, otros científicos y filósofos aludieron a él como Newton al estudiar a la Luna o Poincaré quien, al reconocer que en el sistema solar era posible advertir la presencia de un algo aleatorio y azaroso, concluyó que este algo incomprensible al hombre devendría en caótico ante la ignorancia humana para entender el orden natural en todas sus facetas, aún en las más insondables. ¿Por qué hacer entonces esta evocación? Porque extrapolar sus principios y aplicarlos en la vida diaria nos permite entender, sin que esto sea consuelo, que nuestra existencia no es ajena al caos. En él tiene origen la vida, tal y como preconizaban hace milenios nuestros predecesores. El reto es asumirlo y trascenderlo. De ahí el gran cuestionamiento.

Si vemos en el caos algo negativo, lógico sería que nuestro objetivo fuera remontarlo, pues de lo contrario haríamos de esto negativo el eje rector de nuestra vida. Si, en cambio, visualizamos al principio caótico como origen del neo orden, podríamos concebir que el caos es el motor que mueve al mundo. A ello se aproximó Rudolf Clausius cuando a mitad del siglo XIX bautizó como entropía al grado de desorden y caos, advirtiendo que el universo es cada vez más desordenado al tender permanentemente al caos. No obstante, cuando el hombre toma conciencia de ello, no se resigna y busca evitarlo, combate al desorden y enfrenta a la entropía volviéndose neguentrópico, solo que al hacerlo surge una duda ¿no estará yendo contra la ley del universo, caótica per se? Lo que tal vez más nos ha confundido es concebir que el caos es negativo, anárquico, contrario al “orden” y a la “ley universal” y más bien deberíamos considerar reivindicarlo como detonante fundamental para que surja un nuevo orden universal.

De ahí la oportunidad suprema que nos da la vida para crecer cuando nos enfrentamos al caos a través de la incertidumbre, de una crisis, coyuntura o catástrofe.

El caos está en nosotros porque el universo es caótico, es parte de nuestra naturaleza, y por eso mismo somos potenciales generadores del cambio hacia un nuevo orden. No olvidemos que formamos parte de un todo universal y corremos el riesgo de que el más pequeño cambio nos pueda catapultar a reorganizarnos, reconstruirnos y, finalmente, detonar una gran transformación. La cuestión es ¿qué mundo queremos crear? En nosotros está determinarlo, siempre que asumamos que toda crisis es una oportunidad única para abrevar del caos y, desde él, poder salir fortalecidos y transfigurados.


bettyzanolli@hotmail.com @BettyZanolli