/ domingo 25 de febrero de 2024

El sometimiento popular al líder (I)

Con el arribo de la edad moderna tras el colapso del mundo feudal, la lucha del hombre europeo se centró en lograr romper las cadenas espirituales y materiales que lo inmovilizaban. Una mística le inspiraba: era preferible morir en la lucha contra la opresión que vivir sin libertad. El hombre debió entonces no sólo enfrentarse a la Naturaleza, a la Iglesia y al Estado absolutista, representaciones todas de la dominación exterior que debía abolir si quería alcanzar su libertad como individuo, sino también a todos los sectores de la sociedad de los que pudiera desconfiar, tal y como lo hicieron Calvino y Lutero que, de la humillación consciente al otro terminaron en la inconsciente autoacusación y autohumillación del propio yo, al considerar que el egoísmo (selfishness) era igual al amor a sí mismo (self-love), siendo una virtud amar a los otros y un pecado amarse a uno mismo. Lucha en la que la clase media urbana, como demostró Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, una vez que logró la libertad religiosa, obtuvo una de las grandes victorias del espíritu libertario que devino fundamento del moderno desarrollo capitalista en Occidente.

9Sin embargo, cuando siglos después terminó la Gran Guerra (1914-1918), se creyó que el peligro que acechaba a la libertad y a la democracia estaba conjurado, pero comenzaron a surgir nuevos sistemas político-ideológicos que se apoderaron de nueva cuenta de la vida social y personal del hombre. Uno de los más deletéreos: el nazismo, y podría creer que si Hitler y sus secuaces se apoderaron del Estado y de la voluntad popular fue porque recurrieron al engaño, pero trágicamente esto no fue así. Lo evidenció Eric Fromm -uno de los más reveladores intelectuales del siglo XX-, al demostrar en su obra “El miedo a la libertad” que -por inconcebible que hoy nos pudiera parecer- si algo persiguieron millones de seres humanos fue entregarle al Führer su libertad.

¿Cómo comprender entonces que haya individuos atraídos por los totalitarismos? ¿Por qué el hombre se aliena de sí y de su comunidad y huye de la responsabilidad social? Para dar respuesta a dichas preguntas y entender el actuar humano Fromm decidió partir de un objetivo: debía desentrañar el significado de la libertad para el hombre moderno, aplicando el psicoanálisis a los fenómenos históricos a raíz de la crisis de la contemporaneidad. Crisis que se detona en la propia democracia frente a los enemigos de la libertad, sean fascistas o antifascistas, ya que el mayor enemigo de la democracia no es el Estado totalitario en sí, sino la actitud que asumen las personas frente a él. De ahí que la peor combinación se da cuando se identifican y reconocen dos tipos de ansia en un conglomerado social: la insaciable de poder del líder y la de sumisión a él por parte de grandes sectores de la sociedad, resultando por demás paradójico que por siglos el hombre haya luchado dignamente por su autonomía y, cuando por fin la conquistó y dominó a la Naturaleza, terminó siendo el hombre incapaz de advertir la peligrosidad que subyacía y era inherente a la esencia misma del totalitarismo.

Uno de los aspectos clave del análisis frommiano será el aislamiento. Un hombre que se siente aislado y solo (anímicamente), termina enajenado, alienado y desintegrado mentalmente. En cambio, puede estar solo físicamente, pero si tiene ideas, valores o normas de las que asirse, comprendida la idea de “pertenencia”, sobrevive (más tarde lo confirmaría Víctor Frankl). Y mientras la soledad física puede resistirse, la soledad moral no, lo cual será factor clave para Fromm, al advertir que la religión (una vez más) y el nacionalismo, sin importar si son absurdos o degradantes, se convierten en poderosos refugios del hombre frente a la “necesidad compulsiva de evitar el aislamiento”, ya que si a algo teme el hombre es a la soledad, sobre todo a la moral.

El proceso mismo del desarrollo vital humano implica alejarse de los vínculos primarios que dan seguridad mientras se busca la independencia que implica una separación y, por ende, un incremento cada vez mayor de la soledad, detonando sentimientos de angustia e impotencia. A este punto, el hombre debe elegir entre dos caminos. Uno, el progresar hacia la que llama Fromm “libertad positiva”, a través de una equilibrada conexión entre el individuo y el mundo exterior fincada en el “amor y el trabajo”, reencontrándose con la humanidad, con la naturaleza y consigo mismo sin perder su integridad e independencia alcanzadas.

El otro, el de la “libertad negativa”, por el que el hombre retrocede, revirtiendo su proceso emancipador y comenzando uno de sometimiento, del cual detonarán otro tipo de consecuencias: a mayor sometimiento mayor inseguridad, soledad y angustia y, por tanto, compulsión, hostilidad y rebeldía en contra de quien se depende.

Por algo Fromm incorporó como epígrafe de su obra las siguientes reflexiones del Talmud: “Si yo no soy para mí mismo ¿quién será para mí? Si yo no soy para mí solamente ¿quién soy yo? Y si no ahora ¿cuándo? (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


Con el arribo de la edad moderna tras el colapso del mundo feudal, la lucha del hombre europeo se centró en lograr romper las cadenas espirituales y materiales que lo inmovilizaban. Una mística le inspiraba: era preferible morir en la lucha contra la opresión que vivir sin libertad. El hombre debió entonces no sólo enfrentarse a la Naturaleza, a la Iglesia y al Estado absolutista, representaciones todas de la dominación exterior que debía abolir si quería alcanzar su libertad como individuo, sino también a todos los sectores de la sociedad de los que pudiera desconfiar, tal y como lo hicieron Calvino y Lutero que, de la humillación consciente al otro terminaron en la inconsciente autoacusación y autohumillación del propio yo, al considerar que el egoísmo (selfishness) era igual al amor a sí mismo (self-love), siendo una virtud amar a los otros y un pecado amarse a uno mismo. Lucha en la que la clase media urbana, como demostró Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, una vez que logró la libertad religiosa, obtuvo una de las grandes victorias del espíritu libertario que devino fundamento del moderno desarrollo capitalista en Occidente.

9Sin embargo, cuando siglos después terminó la Gran Guerra (1914-1918), se creyó que el peligro que acechaba a la libertad y a la democracia estaba conjurado, pero comenzaron a surgir nuevos sistemas político-ideológicos que se apoderaron de nueva cuenta de la vida social y personal del hombre. Uno de los más deletéreos: el nazismo, y podría creer que si Hitler y sus secuaces se apoderaron del Estado y de la voluntad popular fue porque recurrieron al engaño, pero trágicamente esto no fue así. Lo evidenció Eric Fromm -uno de los más reveladores intelectuales del siglo XX-, al demostrar en su obra “El miedo a la libertad” que -por inconcebible que hoy nos pudiera parecer- si algo persiguieron millones de seres humanos fue entregarle al Führer su libertad.

¿Cómo comprender entonces que haya individuos atraídos por los totalitarismos? ¿Por qué el hombre se aliena de sí y de su comunidad y huye de la responsabilidad social? Para dar respuesta a dichas preguntas y entender el actuar humano Fromm decidió partir de un objetivo: debía desentrañar el significado de la libertad para el hombre moderno, aplicando el psicoanálisis a los fenómenos históricos a raíz de la crisis de la contemporaneidad. Crisis que se detona en la propia democracia frente a los enemigos de la libertad, sean fascistas o antifascistas, ya que el mayor enemigo de la democracia no es el Estado totalitario en sí, sino la actitud que asumen las personas frente a él. De ahí que la peor combinación se da cuando se identifican y reconocen dos tipos de ansia en un conglomerado social: la insaciable de poder del líder y la de sumisión a él por parte de grandes sectores de la sociedad, resultando por demás paradójico que por siglos el hombre haya luchado dignamente por su autonomía y, cuando por fin la conquistó y dominó a la Naturaleza, terminó siendo el hombre incapaz de advertir la peligrosidad que subyacía y era inherente a la esencia misma del totalitarismo.

Uno de los aspectos clave del análisis frommiano será el aislamiento. Un hombre que se siente aislado y solo (anímicamente), termina enajenado, alienado y desintegrado mentalmente. En cambio, puede estar solo físicamente, pero si tiene ideas, valores o normas de las que asirse, comprendida la idea de “pertenencia”, sobrevive (más tarde lo confirmaría Víctor Frankl). Y mientras la soledad física puede resistirse, la soledad moral no, lo cual será factor clave para Fromm, al advertir que la religión (una vez más) y el nacionalismo, sin importar si son absurdos o degradantes, se convierten en poderosos refugios del hombre frente a la “necesidad compulsiva de evitar el aislamiento”, ya que si a algo teme el hombre es a la soledad, sobre todo a la moral.

El proceso mismo del desarrollo vital humano implica alejarse de los vínculos primarios que dan seguridad mientras se busca la independencia que implica una separación y, por ende, un incremento cada vez mayor de la soledad, detonando sentimientos de angustia e impotencia. A este punto, el hombre debe elegir entre dos caminos. Uno, el progresar hacia la que llama Fromm “libertad positiva”, a través de una equilibrada conexión entre el individuo y el mundo exterior fincada en el “amor y el trabajo”, reencontrándose con la humanidad, con la naturaleza y consigo mismo sin perder su integridad e independencia alcanzadas.

El otro, el de la “libertad negativa”, por el que el hombre retrocede, revirtiendo su proceso emancipador y comenzando uno de sometimiento, del cual detonarán otro tipo de consecuencias: a mayor sometimiento mayor inseguridad, soledad y angustia y, por tanto, compulsión, hostilidad y rebeldía en contra de quien se depende.

Por algo Fromm incorporó como epígrafe de su obra las siguientes reflexiones del Talmud: “Si yo no soy para mí mismo ¿quién será para mí? Si yo no soy para mí solamente ¿quién soy yo? Y si no ahora ¿cuándo? (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

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