/ martes 12 de noviembre de 2019

Centristas, progresistas y eurofobia

Podemos mencionar muchas críticas razonables relacionadas con las propuestas económicas de Elizabeth Warren, pero la que más he visto es que Warren convertiría a Estados Unidos en (se escucha música escalofriante) Europa, incluso tal vez (se escucha música más escalofriante) Francia. Y hay que preguntarse si la gente que dice esas cosas ha puesto atención siquiera a lo que ha pasado en Europa o Estados Unidos en las últimas décadas.

Sólo para que quede claro, Europa sí tiene grandes problemas económicos, pero no son los que se pueden imaginar.

Es cierto que las naciones europeas tienen un menor PIB per cápita que nosotros, pero eso se debe en gran medida a que, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses, la mayoría de los europeos tienen muchas más vacaciones y por ende trabajan menos horas al año. Esto pareciera ser una decisión basada en el equilibrio entre el trabajo y la vida, no un problema económico.

Y en el indicador más fundamental de todos, la esperanza de vida. Estados Unidos se ha quedado muy rezagado: los residentes franceses pueden esperar, en promedio, vivir cuatro años más que los estadounidenses. ¿Por qué? Las explicaciones más probables son la atención médica universal y otras políticas que mitigan la desigualdad extrema.

Ahora, no quiero que eso suene a que alabo todo lo que viene de Europa. Las naciones del euro siguen siendo tremendamente vulnerables a las crisis financieras, porque adoptaron una moneda compartida sin una red de seguridad bancaria compartida; sólo el heroico liderazgo de Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, evitó el colapso catastrófico del euro en 2012.

Europa también padece una debilidad persistente en la demanda debido a que actores clave, Alemania en específico, tienen un temor obsesivo a los déficits, incluso cuando la economía europea necesita estímulos desesperadamente.

Estos son grandes problemas, tan graves que no me sorprendería si Europa fuera el epicentro de la siguiente crisis mundial. Pero el problema con Europa no es que sus programas sociales sean demasiado generosos ni sus gobiernos en exceso invasivos.

La cuestión es que los centristas que señalan a Europa como un ejemplo de las cosas malas que pueden ocurrir cuando uno trata de lograr la justicia social con demasiado entusiasmo se quedaron atascados décadas en el pasado.

La experiencia europea moderna en realidad reivindica las afirmaciones progresistas de que podemos hacer mucho para hacer a Estados Unidos más justo sin destruir los incentivos. Y hasta los problemas de Europa son un argumento a favor de que haya más intervención gubernamental, no menos.

Desde luego, hay que hablar sobre si “Medicare para todos”, los impuestos a la riqueza y otras propuestas progresistas son en verdad buenas ideas, pero si tratan de desestimarlas invocando lo terrible que es la situación en Francia están dando indicios seguros de que no tienen idea de lo que están hablando.

Podemos mencionar muchas críticas razonables relacionadas con las propuestas económicas de Elizabeth Warren, pero la que más he visto es que Warren convertiría a Estados Unidos en (se escucha música escalofriante) Europa, incluso tal vez (se escucha música más escalofriante) Francia. Y hay que preguntarse si la gente que dice esas cosas ha puesto atención siquiera a lo que ha pasado en Europa o Estados Unidos en las últimas décadas.

Sólo para que quede claro, Europa sí tiene grandes problemas económicos, pero no son los que se pueden imaginar.

Es cierto que las naciones europeas tienen un menor PIB per cápita que nosotros, pero eso se debe en gran medida a que, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses, la mayoría de los europeos tienen muchas más vacaciones y por ende trabajan menos horas al año. Esto pareciera ser una decisión basada en el equilibrio entre el trabajo y la vida, no un problema económico.

Y en el indicador más fundamental de todos, la esperanza de vida. Estados Unidos se ha quedado muy rezagado: los residentes franceses pueden esperar, en promedio, vivir cuatro años más que los estadounidenses. ¿Por qué? Las explicaciones más probables son la atención médica universal y otras políticas que mitigan la desigualdad extrema.

Ahora, no quiero que eso suene a que alabo todo lo que viene de Europa. Las naciones del euro siguen siendo tremendamente vulnerables a las crisis financieras, porque adoptaron una moneda compartida sin una red de seguridad bancaria compartida; sólo el heroico liderazgo de Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, evitó el colapso catastrófico del euro en 2012.

Europa también padece una debilidad persistente en la demanda debido a que actores clave, Alemania en específico, tienen un temor obsesivo a los déficits, incluso cuando la economía europea necesita estímulos desesperadamente.

Estos son grandes problemas, tan graves que no me sorprendería si Europa fuera el epicentro de la siguiente crisis mundial. Pero el problema con Europa no es que sus programas sociales sean demasiado generosos ni sus gobiernos en exceso invasivos.

La cuestión es que los centristas que señalan a Europa como un ejemplo de las cosas malas que pueden ocurrir cuando uno trata de lograr la justicia social con demasiado entusiasmo se quedaron atascados décadas en el pasado.

La experiencia europea moderna en realidad reivindica las afirmaciones progresistas de que podemos hacer mucho para hacer a Estados Unidos más justo sin destruir los incentivos. Y hasta los problemas de Europa son un argumento a favor de que haya más intervención gubernamental, no menos.

Desde luego, hay que hablar sobre si “Medicare para todos”, los impuestos a la riqueza y otras propuestas progresistas son en verdad buenas ideas, pero si tratan de desestimarlas invocando lo terrible que es la situación en Francia están dando indicios seguros de que no tienen idea de lo que están hablando.