/ miércoles 1 de noviembre de 2017

Centro de barrio | Bad hombres

Entre lo jocoso que ha resultado el peor presidente de Estados Unidos de América, lo que sí podremos recordar son sus “foxismos”. Una de estas expresiones de Donald Trump, la de bad hombres me recuerda la mala imagen que pueden tener los políticos o los funcionarios públicos para la ciudadanía. Es muy fácil generar una percepción de que una persona es un bad hombre (malo, malintencionado, amafiado, inepto, etc.). ¿Realmente todos los funcionarios o todos los políticos son como la película de Dos tipos de cuidado?

Pedro malo es muy malo malo por obligación y su abuelo, uy que malo  hay que comprarle su lion.

De ser así, sólo cabrían dos posibilidades. Los bad hombres son el espejo de una bad sociedad. O bien, los bad hombres someten a una bola de ingenuos, por decir lo menos, para salirse con la suya.

La realidad, me parece, es muy distinta. Tenemos por costumbre equivocarnos en el análisis y es muy fácil estigmatizar personas, o entender equivocadamente las acciones públicas.

La Ciudad de México es enorme. Sus problemas también. Hay problemas bien atendidos y mal atendidos ¿por qué sucede esto? Una de las respuestas que más molestan al ciudadano es el ping pong de las soluciones, entre delegaciones, secretarías, agencias, etc. El ciudadano tiene razón en molestarse ... pero hay una realidad, hemos determinado ciertas competencias y reglas de atención, de tal suerte que un peso delegacional invertido en vialidad primaria puede traer problemas en una auditoría.

¿Podríamos organizarnos de otra manera? Muy probablemente sí, operar por reglas de compensación, tener sólo una cara de atención al público, generar procesos permanentes de mejora, a su vez supervisados por la ciudadanía. Esto me lleva a una conclusión: con el paso de los años el gobierno se complejiza, las necesidades o problemas públicos también, y no estamos construyendo soluciones al mismo ritmo para los problemas públicos.

¿Cuál puede ser la solución para enfrentar esta crisis en la relación entre ciudadanos y gobierno? Es ridículo tratar de combatir a los bad hombres con un muro ... pero eso es lo que hacemos. Habiendo sido un tuitero intenso antes de entrar en el gobierno ahora consulto mi cuenta pocas veces. En algunos momentos la discusión en redes sociales se ha vuelto imposible y estéril, entre la retahíla de insultos, las discusiones sobre lo superficial y una que otra crítica atinada y respetuosa.

Las redes sociales han permitido impactar en las políticas públicas y acercar al ciudadano con el tomador de decisiones. Esto es positivo, pero la esterilización de las discusiones está matando los beneficios. Justo cuando la instrumentación de las políticas tendría que estarse discutiendo cada vez más a profundidad, el (des)concierto de las redes sociales se vuelca a lo superficial, a resumir como bad hombres a los servidores públicos en vez de hacer énfasis en el sistema de reglas que impide que las inteligencias individuales de las mujeres y hombres que se dedican al servicio público alcancen el mayor provecho social y generen una inteligencia colectiva.

Es tiempo de revisar nuestros mecanismos de convivencia y entender que nadie es tan malo ni tan bueno, simplemente integramos gobiernos de humanos, y con mejores reglas nos organizaremos mejor para atender nuestros problemas.

Entre lo jocoso que ha resultado el peor presidente de Estados Unidos de América, lo que sí podremos recordar son sus “foxismos”. Una de estas expresiones de Donald Trump, la de bad hombres me recuerda la mala imagen que pueden tener los políticos o los funcionarios públicos para la ciudadanía. Es muy fácil generar una percepción de que una persona es un bad hombre (malo, malintencionado, amafiado, inepto, etc.). ¿Realmente todos los funcionarios o todos los políticos son como la película de Dos tipos de cuidado?

Pedro malo es muy malo malo por obligación y su abuelo, uy que malo  hay que comprarle su lion.

De ser así, sólo cabrían dos posibilidades. Los bad hombres son el espejo de una bad sociedad. O bien, los bad hombres someten a una bola de ingenuos, por decir lo menos, para salirse con la suya.

La realidad, me parece, es muy distinta. Tenemos por costumbre equivocarnos en el análisis y es muy fácil estigmatizar personas, o entender equivocadamente las acciones públicas.

La Ciudad de México es enorme. Sus problemas también. Hay problemas bien atendidos y mal atendidos ¿por qué sucede esto? Una de las respuestas que más molestan al ciudadano es el ping pong de las soluciones, entre delegaciones, secretarías, agencias, etc. El ciudadano tiene razón en molestarse ... pero hay una realidad, hemos determinado ciertas competencias y reglas de atención, de tal suerte que un peso delegacional invertido en vialidad primaria puede traer problemas en una auditoría.

¿Podríamos organizarnos de otra manera? Muy probablemente sí, operar por reglas de compensación, tener sólo una cara de atención al público, generar procesos permanentes de mejora, a su vez supervisados por la ciudadanía. Esto me lleva a una conclusión: con el paso de los años el gobierno se complejiza, las necesidades o problemas públicos también, y no estamos construyendo soluciones al mismo ritmo para los problemas públicos.

¿Cuál puede ser la solución para enfrentar esta crisis en la relación entre ciudadanos y gobierno? Es ridículo tratar de combatir a los bad hombres con un muro ... pero eso es lo que hacemos. Habiendo sido un tuitero intenso antes de entrar en el gobierno ahora consulto mi cuenta pocas veces. En algunos momentos la discusión en redes sociales se ha vuelto imposible y estéril, entre la retahíla de insultos, las discusiones sobre lo superficial y una que otra crítica atinada y respetuosa.

Las redes sociales han permitido impactar en las políticas públicas y acercar al ciudadano con el tomador de decisiones. Esto es positivo, pero la esterilización de las discusiones está matando los beneficios. Justo cuando la instrumentación de las políticas tendría que estarse discutiendo cada vez más a profundidad, el (des)concierto de las redes sociales se vuelca a lo superficial, a resumir como bad hombres a los servidores públicos en vez de hacer énfasis en el sistema de reglas que impide que las inteligencias individuales de las mujeres y hombres que se dedican al servicio público alcancen el mayor provecho social y generen una inteligencia colectiva.

Es tiempo de revisar nuestros mecanismos de convivencia y entender que nadie es tan malo ni tan bueno, simplemente integramos gobiernos de humanos, y con mejores reglas nos organizaremos mejor para atender nuestros problemas.

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