/ miércoles 1 de agosto de 2018

Centro de barrio | Polígonos de actuación

En teoría, herramientas como la “transferencia de potencial”, el “polígono de actuación” y los “Sistemas de Actuación por Cooperación”, son necesarias tanto para romper con la rigidez de los planes urbanos como para lograr una particularización de las decisiones en materia de desarrollo urbano. Sin embargo, lo que se ha vivido en esta ciudad es un abuso por esta figura legal.

Hace unos días, la jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum Pardo, anticipó que se cancelará el uso de los polígonos de actuación. Como medida a rajatabla puede ser polémica, pero me parece tiene los efectos del Bando 2, aquel emitido por Andrés Manuel López Obrador, con el objeto de potenciar la densificación en cuatro delegaciones centrales y desalentar la urbanización periférica: al ser a rajatabla la medida carecía de precisión en su instrumentación, pero era tan contundente que lograba los efectos que perseguía.

Cuando uno ve la forma en que hemos densificado la ciudad en los últimos años, vemos la mala experiencia; es deseable el crecimiento vertical, pero no así.

En realidad, una ciudad de cuatro o cinco niveles puede tener una densidad sensacional para fortalecer la dotación de servicios. Sin embargo, el capricho de algunos desarrolladores (Tótem y tabú, diría Sigmund Freud) nos ha llevado a sacar potencial hasta debajo de las piedras para transferirlo a ciertos predios.

Centro comercial, tras centro comercial; rascacielos tras rascacielos. Uno puede analizar la pertinencia urbana de decenas de grandes desarrollos y es más que obvio que privó el interés privado sobre el público.

Los beneficios de herramientas como los Sistemas de Actuación por Cooperación (SAC) sólo han sido privados, los beneficios públicos son casi nulos. En teoría, cada SAC va acompañado de un fideicomiso cuyos recursos provienen de los desarrollos privados que compran el potencial de desarrollo de otros predios en el mismo polígono, y deben dirigirse al beneficio social. La realidad es que, salvo proyectos específicos de impacto muy limitado, los beneficios sociales son nulos. Los SAC sólo han sido una herramienta para beneficio de los desarrolladores, no de la población.

Hay una realidad detrás de todo esto que debemos tener en cuenta: hemos creado planes urbanos demasiado estrictos, por lo que las “normas de ordenamiento” han dado lugar a esta “alquimia urbana” que permite construir un rascacielos comercial prácticamente donde los planes urbanos dicen “habitacional dos niveles”.

Un reto de la siguiente administración, particularmente de la futura secretaria Ileana Villalobos, será contar con programas de desarrollo urbano más flexibles, acordes a las necesidades de la generalidad, pero atento a las demandas particulares. Es fundamental romper con la perversidad que ha representado el desarrollo inmobiliario de los últimos años en la ciudad, pero no hay que romper con el ritmo de crecimiento de una industria: son empleos y son posibilidades para beneficio común. Es hacer bien las cosas, no dejar de hacerlas sólo porque las hemos hecho mal.

Celebro el anuncio de la cancelación de los polígonos de actuación, pero reitero que sí necesitaremos otra estructuración de los programas de desarrollo urbano donde pongamos los usos de manera clara, sin necesidad de normas complementarias o juicios eternos para demoler niveles excedentes.


En teoría, herramientas como la “transferencia de potencial”, el “polígono de actuación” y los “Sistemas de Actuación por Cooperación”, son necesarias tanto para romper con la rigidez de los planes urbanos como para lograr una particularización de las decisiones en materia de desarrollo urbano. Sin embargo, lo que se ha vivido en esta ciudad es un abuso por esta figura legal.

Hace unos días, la jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum Pardo, anticipó que se cancelará el uso de los polígonos de actuación. Como medida a rajatabla puede ser polémica, pero me parece tiene los efectos del Bando 2, aquel emitido por Andrés Manuel López Obrador, con el objeto de potenciar la densificación en cuatro delegaciones centrales y desalentar la urbanización periférica: al ser a rajatabla la medida carecía de precisión en su instrumentación, pero era tan contundente que lograba los efectos que perseguía.

Cuando uno ve la forma en que hemos densificado la ciudad en los últimos años, vemos la mala experiencia; es deseable el crecimiento vertical, pero no así.

En realidad, una ciudad de cuatro o cinco niveles puede tener una densidad sensacional para fortalecer la dotación de servicios. Sin embargo, el capricho de algunos desarrolladores (Tótem y tabú, diría Sigmund Freud) nos ha llevado a sacar potencial hasta debajo de las piedras para transferirlo a ciertos predios.

Centro comercial, tras centro comercial; rascacielos tras rascacielos. Uno puede analizar la pertinencia urbana de decenas de grandes desarrollos y es más que obvio que privó el interés privado sobre el público.

Los beneficios de herramientas como los Sistemas de Actuación por Cooperación (SAC) sólo han sido privados, los beneficios públicos son casi nulos. En teoría, cada SAC va acompañado de un fideicomiso cuyos recursos provienen de los desarrollos privados que compran el potencial de desarrollo de otros predios en el mismo polígono, y deben dirigirse al beneficio social. La realidad es que, salvo proyectos específicos de impacto muy limitado, los beneficios sociales son nulos. Los SAC sólo han sido una herramienta para beneficio de los desarrolladores, no de la población.

Hay una realidad detrás de todo esto que debemos tener en cuenta: hemos creado planes urbanos demasiado estrictos, por lo que las “normas de ordenamiento” han dado lugar a esta “alquimia urbana” que permite construir un rascacielos comercial prácticamente donde los planes urbanos dicen “habitacional dos niveles”.

Un reto de la siguiente administración, particularmente de la futura secretaria Ileana Villalobos, será contar con programas de desarrollo urbano más flexibles, acordes a las necesidades de la generalidad, pero atento a las demandas particulares. Es fundamental romper con la perversidad que ha representado el desarrollo inmobiliario de los últimos años en la ciudad, pero no hay que romper con el ritmo de crecimiento de una industria: son empleos y son posibilidades para beneficio común. Es hacer bien las cosas, no dejar de hacerlas sólo porque las hemos hecho mal.

Celebro el anuncio de la cancelación de los polígonos de actuación, pero reitero que sí necesitaremos otra estructuración de los programas de desarrollo urbano donde pongamos los usos de manera clara, sin necesidad de normas complementarias o juicios eternos para demoler niveles excedentes.


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