/ miércoles 16 de mayo de 2018

Centro de barrio | Revocabilidad del mandato

Con el paso del tiempo se nos olvida que los gobiernos tienen épocas buenas y malas. En la elección de 1991, luego de haber llegado bajo acusaciones de fraude electoral, Carlos Salinas de Gortari vivía el máximo de su popularidad. Bajo una buena estructura territorial, el Partido Revolucionario Institucional estaba en condiciones de defender una idea de gobierno. De haberse sometido a revocación del mandato, Salinas de Gortari habría arrasado.

Ernesto Zedillo, por el contrario, no iba en ascenso en sus primeros años. Devaluación, desempleo e inestabilidad política marcaron una tendencia negativa que se consolidó con la pérdida de mayoría en la Cámara de Diputados. De haberse sometido a la revocación de mandato, habría dejado el gobierno.

Andrés Manuel López Obrador logró un buen manejo político desde los primeros meses de gobierno. No tengo la menor duda que habría ganado en una consulta para revocar su mandato. Sin embargo, enfrentó distintos momentos difíciles, y no me refiero a los temas como el de René Bejarano o Gustavo Ponce, que siempre son usados en su contra, me refiero a acciones concretas de gobierno.

¿Recuerdan que decenas de miles de automóviles se quedaron con una “placa” de papel porque las metálicas tardaron meses o incluso años en llegar? La línea 1 de Metrobús, sobre Insurgentes, se construyó sin proyecto ejecutivo y la operación fue tan caótica que Paula Noreña, su primera directora, renunció a escasos días de la inauguración. Se requirió sustituir el asfalto del carril confinado por concreto, ya con la línea en operación. Las críticas no pararon en meses.

Los gobiernos enfrentan buenos y malos momentos.

Hay errores que corresponden a la dirección de gobierno o a una mala ejecución de las acciones de gobierno, por causa no sólo de servidores públicos, sino también, y sobre todo, de las reglas con las que actúan.

Los actuales gobiernos, de cualquier orden, son generalmente impopulares. Parte es mérito de los gobernantes, parte también del entorno crítico que se vive.

Muchos habríamos celebrado la salida de Enrique Peña Nieto a fines de 2014, pero no hacía falta revocación de mandato, Ayotzinapa, Tlatlaya o la Casa Blanca eran motivos suficientes, sólo que el cargo no es renunciable (algo más necesario, que la revocación del mandato).

También pudo ser el caso, por ejemplo, de Marcelo Ebrard a mediados de su gobierno, cuando las grandes obras, como Circuito Bicentenario, Línea 12 del Metro y Línea 2 del Metrobús lo hacían blanco de críticas ¿de haber habido revocación del mandato se habría animado a este tamaño de obras, poniendo en riesgo su permanencia?

Probablemente, habría tenido que sacrificar acciones de infraestructura por gasto asistencialista.

Hay gobiernos que hacen cosas malas mal, pero hay gobiernos que instrumentan políticas buenas mal o políticas malas bien. Necesitamos buenas políticas bien instrumentadas, esto no se logra con la amenaza de una revocación del mandato, se logra con otros métodos: hay que revisar qué tanto reglas e instituciones nos están llevando a buenas políticas y buenas instrumentaciones.

Hay que fortalecernos en esa dirección y más que revocar el mandato, rectificar rumbos o calidades cuando sea necesario, evaluar lo hecho y ser aptos para la mejora.

Con el paso del tiempo se nos olvida que los gobiernos tienen épocas buenas y malas. En la elección de 1991, luego de haber llegado bajo acusaciones de fraude electoral, Carlos Salinas de Gortari vivía el máximo de su popularidad. Bajo una buena estructura territorial, el Partido Revolucionario Institucional estaba en condiciones de defender una idea de gobierno. De haberse sometido a revocación del mandato, Salinas de Gortari habría arrasado.

Ernesto Zedillo, por el contrario, no iba en ascenso en sus primeros años. Devaluación, desempleo e inestabilidad política marcaron una tendencia negativa que se consolidó con la pérdida de mayoría en la Cámara de Diputados. De haberse sometido a la revocación de mandato, habría dejado el gobierno.

Andrés Manuel López Obrador logró un buen manejo político desde los primeros meses de gobierno. No tengo la menor duda que habría ganado en una consulta para revocar su mandato. Sin embargo, enfrentó distintos momentos difíciles, y no me refiero a los temas como el de René Bejarano o Gustavo Ponce, que siempre son usados en su contra, me refiero a acciones concretas de gobierno.

¿Recuerdan que decenas de miles de automóviles se quedaron con una “placa” de papel porque las metálicas tardaron meses o incluso años en llegar? La línea 1 de Metrobús, sobre Insurgentes, se construyó sin proyecto ejecutivo y la operación fue tan caótica que Paula Noreña, su primera directora, renunció a escasos días de la inauguración. Se requirió sustituir el asfalto del carril confinado por concreto, ya con la línea en operación. Las críticas no pararon en meses.

Los gobiernos enfrentan buenos y malos momentos.

Hay errores que corresponden a la dirección de gobierno o a una mala ejecución de las acciones de gobierno, por causa no sólo de servidores públicos, sino también, y sobre todo, de las reglas con las que actúan.

Los actuales gobiernos, de cualquier orden, son generalmente impopulares. Parte es mérito de los gobernantes, parte también del entorno crítico que se vive.

Muchos habríamos celebrado la salida de Enrique Peña Nieto a fines de 2014, pero no hacía falta revocación de mandato, Ayotzinapa, Tlatlaya o la Casa Blanca eran motivos suficientes, sólo que el cargo no es renunciable (algo más necesario, que la revocación del mandato).

También pudo ser el caso, por ejemplo, de Marcelo Ebrard a mediados de su gobierno, cuando las grandes obras, como Circuito Bicentenario, Línea 12 del Metro y Línea 2 del Metrobús lo hacían blanco de críticas ¿de haber habido revocación del mandato se habría animado a este tamaño de obras, poniendo en riesgo su permanencia?

Probablemente, habría tenido que sacrificar acciones de infraestructura por gasto asistencialista.

Hay gobiernos que hacen cosas malas mal, pero hay gobiernos que instrumentan políticas buenas mal o políticas malas bien. Necesitamos buenas políticas bien instrumentadas, esto no se logra con la amenaza de una revocación del mandato, se logra con otros métodos: hay que revisar qué tanto reglas e instituciones nos están llevando a buenas políticas y buenas instrumentaciones.

Hay que fortalecernos en esa dirección y más que revocar el mandato, rectificar rumbos o calidades cuando sea necesario, evaluar lo hecho y ser aptos para la mejora.

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