/ miércoles 16 de enero de 2019

Centro de Barrio | #YoNoQuieroUnBolsonaro

Lo que sea que Gabriel Quadri haya querido decir cuando afirmó que sin Guerrero, Oaxaca y Chiapas, México sería un país desarrollado, resulta no sólo desatinado, sino que algún comentario así, de cualquier radical de derecha, podría terminar construyendo la antítesis de Andrés Manuel López Obrador.

Uno no puede imaginar al deleznable Jair Bolsonaro sin encontrar una sociedad que simplemente no se entendió y poderes que se negaron a cambiar. Pero no voy a hablar de Bolsonaro, sino de la preocupación que me da un gobierno que no construye para todos, sólo para sus seguidores, que sigue en campaña y, de seguir así, será el semillero de un gobierno autoritario de derecha. Por eso digo #YoNoQuieroUnBolsonaro.

Son muchas las voces que sostienen que detrás de la cancelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, hay un tremendo costo para la economía nacional. Hay números contundentes y la consulta con la que se canceló dista mucho de ser democrática.

La forma en la que se quiere hacer una Guardia Nacional de corte militar pero disfrazada de civil refleja la decisión del nuevo gobierno de no escuchar las voces de la sociedad civil organizada (“yo no creo en eso que llaman sociedad civl”).

La reciente crisis de abasto disfrazada de lucha contra el “huachicoleo” representa lo mismo, un gobierno que prefiere no comprometerse a resolver todos los detalles de un problema sino optar por la simplificación de las ideas: el huachicoleo se combate cerrando los ductos, cueste lo que cueste, con un Director General de Pemex incapaz para dirigir la principal paraestatal mexicana, como probó el desabasto reciente.

No niego que el presidente Andrés Manuel López Obrador goce de una popularidad impresionante, tiene una chispa impresionante, pues aún equivocándose sale ganando. Pero no es el hoy el que preocupa sino el mañana. Cada una de sus acciones, cada una de sus políticas, luce fraccionada, dedicada sólo a quienes lo apoyan y no a todos los mexicanos. De hecho, le gusta estar adjetivando opositores, lo cual reduce al ridículo la crítica ... pero los triunfos no son eternos, y no me refiero al presidente mismo, que podría permanecer seis años en los cuernos de la luna y hacer que su partido repita en la Presidencia.

Me refiero a que al no ser inclusivo como Jefe de Estado, al sólo gobernar para quienes lo siguen, el único antídoto contra él es la intolerancia, porque la crítica se le resbala. De hecho, en los cuestionamientos por el desabasto, la respuesta del morenismo fue “quieren huachicoleo con tal de no quedarse sin gasolina”. Falso. No aceptan la postura de combatir el robo sin generar desabasto y las implicaciones económicas que conlleva.

Justo con este maniqueísmo e intolerancia es como surgirán voces que al final defiendan el huachicoleo, que combatan las agendas liberales como el matrimonio igualitario y la interrupción legal del embarazo, y que con misoginia, con homofobia, con discriminación, promuevan una quimera más intolerante que la que vemos hoy.

Por ello se hace necesario construir alternativas políticas verdaderamente democráticas, trabajar una gobernanza que nos permita el desarrollo, líderes desligados de escándalos de corrupción. No esperemos que a un régimen con facetas autoritarias sea reemplazado en el futuro por uno completamente autoritario y represor de ultraderecha. Por ello, digamos #YoNoQuieroUnBolsonaro.

Lo que sea que Gabriel Quadri haya querido decir cuando afirmó que sin Guerrero, Oaxaca y Chiapas, México sería un país desarrollado, resulta no sólo desatinado, sino que algún comentario así, de cualquier radical de derecha, podría terminar construyendo la antítesis de Andrés Manuel López Obrador.

Uno no puede imaginar al deleznable Jair Bolsonaro sin encontrar una sociedad que simplemente no se entendió y poderes que se negaron a cambiar. Pero no voy a hablar de Bolsonaro, sino de la preocupación que me da un gobierno que no construye para todos, sólo para sus seguidores, que sigue en campaña y, de seguir así, será el semillero de un gobierno autoritario de derecha. Por eso digo #YoNoQuieroUnBolsonaro.

Son muchas las voces que sostienen que detrás de la cancelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, hay un tremendo costo para la economía nacional. Hay números contundentes y la consulta con la que se canceló dista mucho de ser democrática.

La forma en la que se quiere hacer una Guardia Nacional de corte militar pero disfrazada de civil refleja la decisión del nuevo gobierno de no escuchar las voces de la sociedad civil organizada (“yo no creo en eso que llaman sociedad civl”).

La reciente crisis de abasto disfrazada de lucha contra el “huachicoleo” representa lo mismo, un gobierno que prefiere no comprometerse a resolver todos los detalles de un problema sino optar por la simplificación de las ideas: el huachicoleo se combate cerrando los ductos, cueste lo que cueste, con un Director General de Pemex incapaz para dirigir la principal paraestatal mexicana, como probó el desabasto reciente.

No niego que el presidente Andrés Manuel López Obrador goce de una popularidad impresionante, tiene una chispa impresionante, pues aún equivocándose sale ganando. Pero no es el hoy el que preocupa sino el mañana. Cada una de sus acciones, cada una de sus políticas, luce fraccionada, dedicada sólo a quienes lo apoyan y no a todos los mexicanos. De hecho, le gusta estar adjetivando opositores, lo cual reduce al ridículo la crítica ... pero los triunfos no son eternos, y no me refiero al presidente mismo, que podría permanecer seis años en los cuernos de la luna y hacer que su partido repita en la Presidencia.

Me refiero a que al no ser inclusivo como Jefe de Estado, al sólo gobernar para quienes lo siguen, el único antídoto contra él es la intolerancia, porque la crítica se le resbala. De hecho, en los cuestionamientos por el desabasto, la respuesta del morenismo fue “quieren huachicoleo con tal de no quedarse sin gasolina”. Falso. No aceptan la postura de combatir el robo sin generar desabasto y las implicaciones económicas que conlleva.

Justo con este maniqueísmo e intolerancia es como surgirán voces que al final defiendan el huachicoleo, que combatan las agendas liberales como el matrimonio igualitario y la interrupción legal del embarazo, y que con misoginia, con homofobia, con discriminación, promuevan una quimera más intolerante que la que vemos hoy.

Por ello se hace necesario construir alternativas políticas verdaderamente democráticas, trabajar una gobernanza que nos permita el desarrollo, líderes desligados de escándalos de corrupción. No esperemos que a un régimen con facetas autoritarias sea reemplazado en el futuro por uno completamente autoritario y represor de ultraderecha. Por ello, digamos #YoNoQuieroUnBolsonaro.