/ martes 10 de abril de 2018

Dio en el clavo el presidente

Fue muy grato constatar la semana pasada la reacción extraordinariamente favorable de los medios internacionales ante el mensaje emitido por el presidente Enrique Peña Nieto con motivo de la conducta agresiva y amenazante del presidente de los Estados Unidos. Sin duda, el elemento sustancial tuvo que ver con una apreciación de carácter psicológico referida a las frustraciones de un presidente que se ve imposibilitado para cumplir sus absurdas promesas de campaña porque se le imponen las realidades, y acude a procedimientos que reflejan su personalidad marcada por el ego, que se desenvuelve en exabruptos y pulsiones anímicas resentidas, en primera instancia, por su propio equipo, pero que de pasada afectan a otras naciones, en particular a la nuestra.

Entre esas reacciones llamó particularmente la atención la columna de Andy Borowitz en la prestigiada publicación The New Yorker que en tono de sátira política escribió: “Con la esperanza de resolver el aparentemente intratable conflicto sobre migración, Mexico sorprendió al mundo al aceptar pagar la atención médica psiquiátrica de Donald J. Trump”. Esta burla imaginaria de la columna cómica se ha reproducido viralmente en el mundo entero por la alusión al desequilibrio mental del presidente estadounidense que se encuentra subliminalmente sugerido en el discurso de Peña Nieto. La divertidísima columna de The New Yorker pone de manifiesto que los mexicanos no estamos dispuestos a pagar el muro como lo desea el señor Trump, pero que en bien de la humanidad entera, cuyo destino está en entredicho, el presidente mexicano estaría en condiciones de anunciar que México aportaría todo lo necesario para la atención psiquiátrica del desequilibrado presidente, incluso considerando que puede resultar más cara que el muro. En un escenario jocoso hace decir a un pretendido presidente mexicano sobre la disposición a cubrir los honorarios por la atención de Trump: “cuando se trata de la salvaguardar la seguridad del mundo, pagar ochocientos dólares la hora es una verdadera ganga”. El Ejecutivo de nuestro país en esta cómica columna se supone que haría notar a los contribuyentes mexicanos, probablemente reacios a pagar por esta terapia, que ella vale la pena considerando lo que está en juego.

Ya en serio, es preciso recalcar que el mensaje presidencial fue un documento muy bien elaborado al grado de que pese a algún mezquino regateo de Ricardo Anaya, todos los candidatos lo respaldaron, incluido López Obrador que está buscando verse más presidencial y menos dinamitero de instituciones. Con habilidad el Presidente rescató los posicionamientos que los candidatos habían hecho a favor de la unidad nacional para enfrentar los exabruptos de Trump. Además logró conciliar la firmeza con una voluntad de diálogo pacífico que debe caracterizar la política exterior de nuestro país por mandato constitucional, al refrendar el propósito del gobierno mexicano de mantener una visión constructiva y abierta, que nos permita “superar diferencias, enfrentar retos comunes y alcanzar acuerdos.”

De ese modo mantuvo abierta la puerta de la negociación del Tratado de Libre Comercio buscando descontaminarla del veneno inserto en la disposición dirigida a colocar a la Guardia Nacional estadounidense como vigilante de nuestra frontera. Al respecto, vale la pena apuntar que la medida es más cosmética que efectiva. Es ridículo creer seriamente que entre dos mil y cuatro mil soldados podrían preservar tres mil kilómetros de línea divisoria. Ya veo corriendo de un lado a otro del kilómetro aproximado que cada elemento tendría a su cargo para impedir ingresos no deseados.

Por ese motivo, la alusión a una frustración política surgida de la imposibilidad de hacer cumplir sus caprichos que chocan con intereses e instituciones consolidados, incide en el meollo de la afectación de la relación con México. Tal relación está más allá de los impulsivos twittazos mañaneros y las acciones ejecutivas mal concebidas.

El muro fue siempre un truco mediático para jalar votos de los muchos frustrados que necesitaban enfocar su ira en un ofrecimiento concreto y tangible aunque fuera prácticamente irrealizable, y la supresión del TLC que ha imbricado de manera inextricable ambas economías, implicaría una afectación profunda a intereses de importantes grupos económicos de Estados Unidos.

La conclusión es que por estrictas razones electorales, para mantener embaucados a esos otros frustrados cuyos votos quiere retener para la elección intermedia y con miras a su reelección, está dispuesto a poner en riesgo intereses de su propia nación impulsando su imagen de bravucón y cubriendo la incapacidad de cumplir sus promesas con medidas espectaculares. Retórica negativa, como bien la calificó Peña Nieto, en lugar de medidas gubernativas positivas, e igualmente acertada la afirmación de que no dejaremos que esa verborrea defina nuestras acciones.

eduardoandrade1948@gmail.com

Fue muy grato constatar la semana pasada la reacción extraordinariamente favorable de los medios internacionales ante el mensaje emitido por el presidente Enrique Peña Nieto con motivo de la conducta agresiva y amenazante del presidente de los Estados Unidos. Sin duda, el elemento sustancial tuvo que ver con una apreciación de carácter psicológico referida a las frustraciones de un presidente que se ve imposibilitado para cumplir sus absurdas promesas de campaña porque se le imponen las realidades, y acude a procedimientos que reflejan su personalidad marcada por el ego, que se desenvuelve en exabruptos y pulsiones anímicas resentidas, en primera instancia, por su propio equipo, pero que de pasada afectan a otras naciones, en particular a la nuestra.

Entre esas reacciones llamó particularmente la atención la columna de Andy Borowitz en la prestigiada publicación The New Yorker que en tono de sátira política escribió: “Con la esperanza de resolver el aparentemente intratable conflicto sobre migración, Mexico sorprendió al mundo al aceptar pagar la atención médica psiquiátrica de Donald J. Trump”. Esta burla imaginaria de la columna cómica se ha reproducido viralmente en el mundo entero por la alusión al desequilibrio mental del presidente estadounidense que se encuentra subliminalmente sugerido en el discurso de Peña Nieto. La divertidísima columna de The New Yorker pone de manifiesto que los mexicanos no estamos dispuestos a pagar el muro como lo desea el señor Trump, pero que en bien de la humanidad entera, cuyo destino está en entredicho, el presidente mexicano estaría en condiciones de anunciar que México aportaría todo lo necesario para la atención psiquiátrica del desequilibrado presidente, incluso considerando que puede resultar más cara que el muro. En un escenario jocoso hace decir a un pretendido presidente mexicano sobre la disposición a cubrir los honorarios por la atención de Trump: “cuando se trata de la salvaguardar la seguridad del mundo, pagar ochocientos dólares la hora es una verdadera ganga”. El Ejecutivo de nuestro país en esta cómica columna se supone que haría notar a los contribuyentes mexicanos, probablemente reacios a pagar por esta terapia, que ella vale la pena considerando lo que está en juego.

Ya en serio, es preciso recalcar que el mensaje presidencial fue un documento muy bien elaborado al grado de que pese a algún mezquino regateo de Ricardo Anaya, todos los candidatos lo respaldaron, incluido López Obrador que está buscando verse más presidencial y menos dinamitero de instituciones. Con habilidad el Presidente rescató los posicionamientos que los candidatos habían hecho a favor de la unidad nacional para enfrentar los exabruptos de Trump. Además logró conciliar la firmeza con una voluntad de diálogo pacífico que debe caracterizar la política exterior de nuestro país por mandato constitucional, al refrendar el propósito del gobierno mexicano de mantener una visión constructiva y abierta, que nos permita “superar diferencias, enfrentar retos comunes y alcanzar acuerdos.”

De ese modo mantuvo abierta la puerta de la negociación del Tratado de Libre Comercio buscando descontaminarla del veneno inserto en la disposición dirigida a colocar a la Guardia Nacional estadounidense como vigilante de nuestra frontera. Al respecto, vale la pena apuntar que la medida es más cosmética que efectiva. Es ridículo creer seriamente que entre dos mil y cuatro mil soldados podrían preservar tres mil kilómetros de línea divisoria. Ya veo corriendo de un lado a otro del kilómetro aproximado que cada elemento tendría a su cargo para impedir ingresos no deseados.

Por ese motivo, la alusión a una frustración política surgida de la imposibilidad de hacer cumplir sus caprichos que chocan con intereses e instituciones consolidados, incide en el meollo de la afectación de la relación con México. Tal relación está más allá de los impulsivos twittazos mañaneros y las acciones ejecutivas mal concebidas.

El muro fue siempre un truco mediático para jalar votos de los muchos frustrados que necesitaban enfocar su ira en un ofrecimiento concreto y tangible aunque fuera prácticamente irrealizable, y la supresión del TLC que ha imbricado de manera inextricable ambas economías, implicaría una afectación profunda a intereses de importantes grupos económicos de Estados Unidos.

La conclusión es que por estrictas razones electorales, para mantener embaucados a esos otros frustrados cuyos votos quiere retener para la elección intermedia y con miras a su reelección, está dispuesto a poner en riesgo intereses de su propia nación impulsando su imagen de bravucón y cubriendo la incapacidad de cumplir sus promesas con medidas espectaculares. Retórica negativa, como bien la calificó Peña Nieto, en lugar de medidas gubernativas positivas, e igualmente acertada la afirmación de que no dejaremos que esa verborrea defina nuestras acciones.

eduardoandrade1948@gmail.com