/ martes 5 de febrero de 2019

El ataque de los fanáticos

¿Por qué la política estadounidense es tan disfuncional? Sin importar cuáles sean las causas más profundas de nuestra angustia, la causa inmediata es el extremismo ideológico: facciones poderosas se aferran a visiones falsas del mundo, a pesar de la evidencia.

En los últimos días nos han regalado el espectáculo absurdo y probablemente destructivo de Howard Schultz, el multimillonario de Starbucks, insistiendo en que es el presidente que necesitamos a pesar de su ignorancia demostrable en lo que respecta a políticas públicas. Schultz evidentemente piensa que sabe muchas cosas, pero no es así. Sin embargo, sus delirios de conocimiento no son tan especiales. En su mayoría, siguen la doctrina centrista convencional.

En primer lugar, está la obsesión con la deuda pública. Esta obsesión podría haber tenido algún sentido en 2010, cuando algunos temían una crisis al estilo griego, aunque incluso entonces yo podría haberles dicho que esos miedos estaban fuera de lugar. De hecho, lo hice.

En general, los centristas se oponen enérgicamente a cualquier propuesta que les facilite la vida a los estadounidenses comunes. La cobertura universal de salud, nos dice Schultz, se traduciría en “servicios médicos gratuitos para todos, cosa que el país no puede costear”.

No es el único en decir cosas como esa; hace unos días Michael Bloomberg declaró que extender Medicare para todos, como sugiere Kamala Harris, “nos llevaría a la quiebra durante mucho tiempo”.

El problema verdadero con “Medicare para todos” no es lo que cuesta, los impuestos que se necesitan para pagarlo sin duda serían menos de lo que los estadounidenses pagan ahora en primas de seguro. En cambio, el problema sería político: sería problemático convencer a la gente de cambiar el seguro privado por un programa público. Esa es la verdadera preocupación de los defensores de Medicare para todos, pero no es, en absoluto, lo que Schultz o Bloomberg están diciendo.

Por último, el sello distintivo del centrismo fanático es la determinación de ver a la izquierda y la derecha estadounidenses como igualmente extremas, sin importar lo que en realidad proponen.

¿De dónde proviene el fanatismo de los centristas? Me parece que buena parte de la explicación es la pura vanidad.

Tanto a críticos como a plutócratas les gusta pensar que son seres superiores, que están por encima de la crispación política. Quieren pensar que ellos luchan con firmeza contra el extremismo de derecha e izquierda. No obstante, la realidad de la política estadounidense es la polarización asimétrica: el extremismo de la derecha es una poderosa fuerza política, mientras que el extremismo de la izquierda no lo es. ¿Qué puede hacer un aspirante a centrista?

La respuesta, con demasiada frecuencia, es retirarse a un mundo de fantasía, casi tan hermético como la derecha, la burbuja de Fox News. En este mundo de fantasía, los socialdemócratas como Harris o Warren resultan ser la encarnación de Hugo Chávez, de tal manera que asumir la que de hecho es una postura conservadora puede interpretarse como una defensa valiente de la moderación.

Sin embargo, eso no es lo que en realidad está sucediendo y el resto de nosotros no está obligado de ninguna manera a dejarse llevar por delirios centristas.

¿Por qué la política estadounidense es tan disfuncional? Sin importar cuáles sean las causas más profundas de nuestra angustia, la causa inmediata es el extremismo ideológico: facciones poderosas se aferran a visiones falsas del mundo, a pesar de la evidencia.

En los últimos días nos han regalado el espectáculo absurdo y probablemente destructivo de Howard Schultz, el multimillonario de Starbucks, insistiendo en que es el presidente que necesitamos a pesar de su ignorancia demostrable en lo que respecta a políticas públicas. Schultz evidentemente piensa que sabe muchas cosas, pero no es así. Sin embargo, sus delirios de conocimiento no son tan especiales. En su mayoría, siguen la doctrina centrista convencional.

En primer lugar, está la obsesión con la deuda pública. Esta obsesión podría haber tenido algún sentido en 2010, cuando algunos temían una crisis al estilo griego, aunque incluso entonces yo podría haberles dicho que esos miedos estaban fuera de lugar. De hecho, lo hice.

En general, los centristas se oponen enérgicamente a cualquier propuesta que les facilite la vida a los estadounidenses comunes. La cobertura universal de salud, nos dice Schultz, se traduciría en “servicios médicos gratuitos para todos, cosa que el país no puede costear”.

No es el único en decir cosas como esa; hace unos días Michael Bloomberg declaró que extender Medicare para todos, como sugiere Kamala Harris, “nos llevaría a la quiebra durante mucho tiempo”.

El problema verdadero con “Medicare para todos” no es lo que cuesta, los impuestos que se necesitan para pagarlo sin duda serían menos de lo que los estadounidenses pagan ahora en primas de seguro. En cambio, el problema sería político: sería problemático convencer a la gente de cambiar el seguro privado por un programa público. Esa es la verdadera preocupación de los defensores de Medicare para todos, pero no es, en absoluto, lo que Schultz o Bloomberg están diciendo.

Por último, el sello distintivo del centrismo fanático es la determinación de ver a la izquierda y la derecha estadounidenses como igualmente extremas, sin importar lo que en realidad proponen.

¿De dónde proviene el fanatismo de los centristas? Me parece que buena parte de la explicación es la pura vanidad.

Tanto a críticos como a plutócratas les gusta pensar que son seres superiores, que están por encima de la crispación política. Quieren pensar que ellos luchan con firmeza contra el extremismo de derecha e izquierda. No obstante, la realidad de la política estadounidense es la polarización asimétrica: el extremismo de la derecha es una poderosa fuerza política, mientras que el extremismo de la izquierda no lo es. ¿Qué puede hacer un aspirante a centrista?

La respuesta, con demasiada frecuencia, es retirarse a un mundo de fantasía, casi tan hermético como la derecha, la burbuja de Fox News. En este mundo de fantasía, los socialdemócratas como Harris o Warren resultan ser la encarnación de Hugo Chávez, de tal manera que asumir la que de hecho es una postura conservadora puede interpretarse como una defensa valiente de la moderación.

Sin embargo, eso no es lo que en realidad está sucediendo y el resto de nosotros no está obligado de ninguna manera a dejarse llevar por delirios centristas.