/ martes 23 de febrero de 2021

El cártel de la electricidad

En la anterior colaboración sostuve que el llamado Mercado Eléctrico Mayorista en realidad no es un mercado sino un cártel. La economía clásica enseña que el mercado es el ámbito al que concurren proveedores y consumidores, donde como resultado de la ley de la oferta y la demanda se fija el precio, ahí los oferentes compiten de manera libre para ganar el favor del consumidor. Este dogma muy rara vez ocurre en la vida real. Es una entelequia, pero contiene las notas teóricas básicas del concepto mercado: los proveedores deben poder competir libremente en cuanto a precio y calidad, además, el producto o servicio ofrecido debe ser accesible al consumidor. De nada sirve saber a quien vive en Mérida, que la gasolina está barata en Culiacán.

Los economistas han inventado muchos términos para aludir a las desviaciones del modelo ideal; una de ellas se da precisamente en el llamado “mercado” de la electricidad. La terminología elusiva de “Mercado Eléctrico Mayorista” en realidad describe a un cártel. Del célebre libro de los economistas Fischer, Dornbusch y Schmalensee tomo la siguiente cita: “Cuando las empresas de una industria se reúnen y acuerdan explícitamente los precios y los niveles de producción se dice que forman un cártel”. La denominación, pues, proviene de la ciencia económica, pero no es extraño que se utilice para referirse a la naturaleza mafiosa de las organizaciones criminales.

Este tipo de concertaciones en la mayor parte de los casos se considera ilegal, pero en el Mercado Eléctrico Mayorista su práctica está legalizada. Existen reglas para definir precios y la participación del conjunto de productores en el aprovisionamiento de energía. Dichas reglas conducen a una elevación artificial del precio, ya que las empresas privadas proveedoras de energía no acuden a un mercado abierto ante los consumidores, por el contrario, ingresan a un sistema regulado de distribución efectuada a través de la enorme red de que dispone la Comisión Federal de Electricidad construida y eficientemente mantenida con recursos públicos. El método de pago descrito por la Comisión Reguladora de Energía (CRE) en su página web, revela como el productor que vende más cara la energía es el que sirve de parámetro para pagarle a todos los demás aunque estos hubiesen ofrecido un precio menor.

Explica la CRE: “Una forma simplificada de entender el mercado se puede ver con el siguiente ejemplo:

“1. La Empresa 1 tiene la tecnología con el costo variable más bajo ($1 por MWh) y su capacidad de generación es de 50 MWh;

“2. La Empresa 2 tiene la tecnología con el segundo costo variable más bajo ($7 por MWh) y su capacidad de generación es de 100 MWh; y

“3. La Empresa 3 tiene la tecnología con el costo variable ($40 por MWh) y su capacidad de generación es de 100 MWh.

“Si la demanda eléctrica durante un periodo de tiempo es de 200 MWh, la Empresa 1 sería la primera en ser despachada 50 MWh por ser la que tiene el costo variable más bajo, la Empresa 2 se despacharía después 100 MWh y, por último, la Empresa 3 sólo generaría 50 MWh de los 100 MWh que tiene disponible, ya que con esa cantidad se satisface la demanda de 200 MWh. El precio que se les deberá pagar a las tres empresas sería de $40 por MWh, que es el costo variable de la Empresa 3, pues ésta es la última central en ser despachada.” (El subrayado es mío).

Yo me pregunto: ¿por qué se ha de pagar el precio más alto? ¿No se supone que la idea de la competencia es conseguir el mejor precio posible? ¿Por qué se paga un sobreprecio tan alto a los que originalmente ofrecían el producto más barato? ¿Eso no va a terminar repercutiendo en el precio pagado por el consumidor que no puede intervenir en la aplicación de la tarifa y a quien se le vende la falsa ilusión de que se verá beneficiado con la competencia de productores privados?

Lo que se oculta es que vender energía no es igual que vender enchiladas. Puede haber tres puestos de fritangas en una cuadra y usted puede elegir las más sabrosas o las más baratas, pero no es posible instalar una empresa eléctrica en cada esquina. Existen situaciones de mercado en las que, por su propia naturaleza, tiene que haber un solo distribuidor y proveedor del servicio, el cual tiene contacto con el consumidor. Cuando se trata de redes de distribución como la del agua o la energía eléctrica es absolutamente inmanejable la posibilidad de que cada productor ofrezca su servicio al consumidor y este tenga la posibilidad de elegir. Tendríamos que imaginar una especie de sala de control dotada de complejos sistemas de cómputo en cada domicilio para conocer el precio y cantidad de energía disponible entre varios productores y tener un conjunto de interruptores para cambiar de un proveedor a otro. Esa tarea la realiza la red de distribución, que es preferible poner a cargo de una sola empresa pública sin fines de lucro, que en manos de un cártel privado.

eduardoandrade1948@gmail.com

En la anterior colaboración sostuve que el llamado Mercado Eléctrico Mayorista en realidad no es un mercado sino un cártel. La economía clásica enseña que el mercado es el ámbito al que concurren proveedores y consumidores, donde como resultado de la ley de la oferta y la demanda se fija el precio, ahí los oferentes compiten de manera libre para ganar el favor del consumidor. Este dogma muy rara vez ocurre en la vida real. Es una entelequia, pero contiene las notas teóricas básicas del concepto mercado: los proveedores deben poder competir libremente en cuanto a precio y calidad, además, el producto o servicio ofrecido debe ser accesible al consumidor. De nada sirve saber a quien vive en Mérida, que la gasolina está barata en Culiacán.

Los economistas han inventado muchos términos para aludir a las desviaciones del modelo ideal; una de ellas se da precisamente en el llamado “mercado” de la electricidad. La terminología elusiva de “Mercado Eléctrico Mayorista” en realidad describe a un cártel. Del célebre libro de los economistas Fischer, Dornbusch y Schmalensee tomo la siguiente cita: “Cuando las empresas de una industria se reúnen y acuerdan explícitamente los precios y los niveles de producción se dice que forman un cártel”. La denominación, pues, proviene de la ciencia económica, pero no es extraño que se utilice para referirse a la naturaleza mafiosa de las organizaciones criminales.

Este tipo de concertaciones en la mayor parte de los casos se considera ilegal, pero en el Mercado Eléctrico Mayorista su práctica está legalizada. Existen reglas para definir precios y la participación del conjunto de productores en el aprovisionamiento de energía. Dichas reglas conducen a una elevación artificial del precio, ya que las empresas privadas proveedoras de energía no acuden a un mercado abierto ante los consumidores, por el contrario, ingresan a un sistema regulado de distribución efectuada a través de la enorme red de que dispone la Comisión Federal de Electricidad construida y eficientemente mantenida con recursos públicos. El método de pago descrito por la Comisión Reguladora de Energía (CRE) en su página web, revela como el productor que vende más cara la energía es el que sirve de parámetro para pagarle a todos los demás aunque estos hubiesen ofrecido un precio menor.

Explica la CRE: “Una forma simplificada de entender el mercado se puede ver con el siguiente ejemplo:

“1. La Empresa 1 tiene la tecnología con el costo variable más bajo ($1 por MWh) y su capacidad de generación es de 50 MWh;

“2. La Empresa 2 tiene la tecnología con el segundo costo variable más bajo ($7 por MWh) y su capacidad de generación es de 100 MWh; y

“3. La Empresa 3 tiene la tecnología con el costo variable ($40 por MWh) y su capacidad de generación es de 100 MWh.

“Si la demanda eléctrica durante un periodo de tiempo es de 200 MWh, la Empresa 1 sería la primera en ser despachada 50 MWh por ser la que tiene el costo variable más bajo, la Empresa 2 se despacharía después 100 MWh y, por último, la Empresa 3 sólo generaría 50 MWh de los 100 MWh que tiene disponible, ya que con esa cantidad se satisface la demanda de 200 MWh. El precio que se les deberá pagar a las tres empresas sería de $40 por MWh, que es el costo variable de la Empresa 3, pues ésta es la última central en ser despachada.” (El subrayado es mío).

Yo me pregunto: ¿por qué se ha de pagar el precio más alto? ¿No se supone que la idea de la competencia es conseguir el mejor precio posible? ¿Por qué se paga un sobreprecio tan alto a los que originalmente ofrecían el producto más barato? ¿Eso no va a terminar repercutiendo en el precio pagado por el consumidor que no puede intervenir en la aplicación de la tarifa y a quien se le vende la falsa ilusión de que se verá beneficiado con la competencia de productores privados?

Lo que se oculta es que vender energía no es igual que vender enchiladas. Puede haber tres puestos de fritangas en una cuadra y usted puede elegir las más sabrosas o las más baratas, pero no es posible instalar una empresa eléctrica en cada esquina. Existen situaciones de mercado en las que, por su propia naturaleza, tiene que haber un solo distribuidor y proveedor del servicio, el cual tiene contacto con el consumidor. Cuando se trata de redes de distribución como la del agua o la energía eléctrica es absolutamente inmanejable la posibilidad de que cada productor ofrezca su servicio al consumidor y este tenga la posibilidad de elegir. Tendríamos que imaginar una especie de sala de control dotada de complejos sistemas de cómputo en cada domicilio para conocer el precio y cantidad de energía disponible entre varios productores y tener un conjunto de interruptores para cambiar de un proveedor a otro. Esa tarea la realiza la red de distribución, que es preferible poner a cargo de una sola empresa pública sin fines de lucro, que en manos de un cártel privado.

eduardoandrade1948@gmail.com