/ viernes 3 de septiembre de 2021

El embrollo venezolano. Negociaciones en México

Por Raúl Benítez Manaut


El 3 de septiembre se reanudan en México las conversaciones y posibles negociaciones entre la oposición política venezolana y el gobierno de Nicolás Maduro. Como en otros casos en la historia latinoamericana, no se puede esperar que rápidamente se alcance un resultado positivo. Colombia tardó más de tres años en lograr un acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC. Este fue firmado el 23 de junio de 2016 en La Habana, y duró cuatro años, habiendo iniciado en septiembre de 2012. También, el mediador fue el gobierno de Noruega. A fines del siglo XX, las guerras civiles centroamericanas culminaron en acuerdos de paz en El Salvador y Guatemala, el primero firmado el 16 de enero de 1992 en el Castillo de Chapultepec, y el segundo en Ciudad de Guatemala el 29 de diciembre de 1996. Estos tres procesos de paz se dieron entre guerrillas muy poderosas y gobiernos agotados por el conflicto.

En Venezuela no hay una guerra civil armada, pues no participa una guerrilla, pero si hay una oposición política representante de amplios sectores de la población, y se vive una muy profunda polarización donde no se perfila una salida si no es por medio de una negociación. México fue un gran protagonista de los dos procesos de paz centroamericanos, albergando gran cantidad de reuniones entre las partes. Si bien ahora sólo es huésped de las conversaciones y el mediador es Noruega, sobresale la exclusión de la ONU, debido a que esta organización ha acumulado gran experiencia en situaciones similares. El proceso tiene el beneplácito de Estados Unidos, pues lógicamente es parte interesada, y al mismo tiempo otorga reconocimiento de presidente legítimo de Juan Guaido. En otras palabras, en Venezuela la oposición tiene una especie de Estado reconocido por más de 50 países, y Nicolas Maduro tiene el control del aparato gubernamental, estando sostenido principalmente por las Fuerzas Armadas. Esta dualidad de poder tiene al país al borde del precipicio económico, social y humanitario.

Venezuela está en ruinas. Entre muchos datos, sufre la hiperinflación más elevada del mundo desde 2017. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se estima que Venezuela cierre el año 2021 con una inflación acumulada de 5,500 por ciento. En lo social se vive un gran éxodo de población, huyendo hacia Colombia y Brasil. Después de Siria, la salida de personas de Venezuela registra 5.5 millones, ubicadas principalmente en la frontera con Colombia, en Cúcuta, pero que se desplazan a todos los países de América del Sur.

Ante esta crisis, se obliga a un gran pacto nacional, que le de salida a través de un proceso electoral no manipulado, con competencia libre de participantes, como pide la oposición. El gobierno pide salir de su aislamiento y que Estados Unidos retire el embargo económico y las ordenes de suspensión de visas de la mayoría de los funcionarios altos del gobierno de Maduro, que busca afanosamente reconocimiento internacional. Las dos partes acuden a las negociaciones como última salida. La oposición se ha fragmentado en los últimos dos años y el gobierno se sostiene sólo con el respaldo de países como Cuba, Rusia, China o Irán. Estas negociaciones no son rápidas, según la experiencia de procesos similares en otras partes del mundo. La elaboración de agendas comunes no es fácil de lograr en un escenario de crisis como el que se vive. Vamos a ver los resultados de las “rondas de negociaciones de México, inauguradas el pasado 15 de agosto.

En el calendario electoral venezolano, están programadas elecciones para el mes de noviembre, esa fecha puede ser la oportunidad para la participación de todas las partes en igualdad de condiciones. Sin embargo, se ve difícil que en dos meses la oposición puede organizar su presencia a nivel nacional, pues hay obstáculos notorios como la forma de participación de los venezolanos que vive en el extranjero. Los venezolanos hoy son 28 millones de personas, pero en el exterior viven el 20 por ciento de estos.

Presidente de CASEDE y Profesor-Investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México.


Por Raúl Benítez Manaut


El 3 de septiembre se reanudan en México las conversaciones y posibles negociaciones entre la oposición política venezolana y el gobierno de Nicolás Maduro. Como en otros casos en la historia latinoamericana, no se puede esperar que rápidamente se alcance un resultado positivo. Colombia tardó más de tres años en lograr un acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC. Este fue firmado el 23 de junio de 2016 en La Habana, y duró cuatro años, habiendo iniciado en septiembre de 2012. También, el mediador fue el gobierno de Noruega. A fines del siglo XX, las guerras civiles centroamericanas culminaron en acuerdos de paz en El Salvador y Guatemala, el primero firmado el 16 de enero de 1992 en el Castillo de Chapultepec, y el segundo en Ciudad de Guatemala el 29 de diciembre de 1996. Estos tres procesos de paz se dieron entre guerrillas muy poderosas y gobiernos agotados por el conflicto.

En Venezuela no hay una guerra civil armada, pues no participa una guerrilla, pero si hay una oposición política representante de amplios sectores de la población, y se vive una muy profunda polarización donde no se perfila una salida si no es por medio de una negociación. México fue un gran protagonista de los dos procesos de paz centroamericanos, albergando gran cantidad de reuniones entre las partes. Si bien ahora sólo es huésped de las conversaciones y el mediador es Noruega, sobresale la exclusión de la ONU, debido a que esta organización ha acumulado gran experiencia en situaciones similares. El proceso tiene el beneplácito de Estados Unidos, pues lógicamente es parte interesada, y al mismo tiempo otorga reconocimiento de presidente legítimo de Juan Guaido. En otras palabras, en Venezuela la oposición tiene una especie de Estado reconocido por más de 50 países, y Nicolas Maduro tiene el control del aparato gubernamental, estando sostenido principalmente por las Fuerzas Armadas. Esta dualidad de poder tiene al país al borde del precipicio económico, social y humanitario.

Venezuela está en ruinas. Entre muchos datos, sufre la hiperinflación más elevada del mundo desde 2017. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se estima que Venezuela cierre el año 2021 con una inflación acumulada de 5,500 por ciento. En lo social se vive un gran éxodo de población, huyendo hacia Colombia y Brasil. Después de Siria, la salida de personas de Venezuela registra 5.5 millones, ubicadas principalmente en la frontera con Colombia, en Cúcuta, pero que se desplazan a todos los países de América del Sur.

Ante esta crisis, se obliga a un gran pacto nacional, que le de salida a través de un proceso electoral no manipulado, con competencia libre de participantes, como pide la oposición. El gobierno pide salir de su aislamiento y que Estados Unidos retire el embargo económico y las ordenes de suspensión de visas de la mayoría de los funcionarios altos del gobierno de Maduro, que busca afanosamente reconocimiento internacional. Las dos partes acuden a las negociaciones como última salida. La oposición se ha fragmentado en los últimos dos años y el gobierno se sostiene sólo con el respaldo de países como Cuba, Rusia, China o Irán. Estas negociaciones no son rápidas, según la experiencia de procesos similares en otras partes del mundo. La elaboración de agendas comunes no es fácil de lograr en un escenario de crisis como el que se vive. Vamos a ver los resultados de las “rondas de negociaciones de México, inauguradas el pasado 15 de agosto.

En el calendario electoral venezolano, están programadas elecciones para el mes de noviembre, esa fecha puede ser la oportunidad para la participación de todas las partes en igualdad de condiciones. Sin embargo, se ve difícil que en dos meses la oposición puede organizar su presencia a nivel nacional, pues hay obstáculos notorios como la forma de participación de los venezolanos que vive en el extranjero. Los venezolanos hoy son 28 millones de personas, pero en el exterior viven el 20 por ciento de estos.

Presidente de CASEDE y Profesor-Investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México.