/ viernes 18 de diciembre de 2020

El sonidero como proceso de comunicación

Un sonido exitoso necesita de un líder carismático. Y a sus 72 años, don Ramón Rojo Villa, se define como un sonidero, es decir “una ´miniteca ambulante´, no discoteca, que vamos de colonia en colonia repartiendo alegría a través de la música; como dice mi compadre Óscar d' León”. El creador del sonido “La Changa” del barrio de Tepito en la CDMX dice que un buen sonidero es el que “siente la música; debes tener oído para escuchar los trombones, el piano, el bajo y los timbales. Yo me inspiré en la Sonora Matancera cuando a los 15 o 16 años bailaba en las fiestas de las vecindades”.

Teóricamente lo que hace a un “sonido” es la persona denominada “sonidero” que se encarga de transmitir los mensajes a los asistentes “a través del micrófono, selecciona y reproduce la música y plasma su sello personal. Son los líderes musicales encargados de amenizar, enviar mensajes de bienvenida a los integrantes de diversas colonias, lo que es un motivante para las personas al saberse reconocidas, abucheadas y aceptadas en estos bailes”, de acuerdo con la tesis “Análisis gráfico del cartel ´sonidero´ en el DF” de Marisol Ayala de la Facultad de Artes y Diseño en la UNAM.

En entrevista desde Huehuetoca, Edo. Méx., antes de comenzar un concierto virtual, don Ramón Rojo Villa relata que su aventura comenzó en 1968, cuando la música de moda era el rock and roll en la primavera del amor. Además —eso lo digo yo— en México muchos universitarios se manifestaban contra el presidencialismo priísta; además de la disputa por la sucesión presidencial entre el regente Alfonso Corona del Rosal y los Echeverristas. En fin, el primer nombre del sonido “La Changa” fue “Aves del trópico”; y contaba con un amplificador de bulbos marca Radson, una trompeta y 20 discos de la Matancera, cobraba cinco pesos la hora y charangueaba en bautizos, XV años y bodas.

En los 70´ relata Ramón Rojo —mientras se acomoda su chamarra y le da un sorbo a su Coca-Cola—, que al escuchar a su compadre Roberto Hernández, mejor conocido como el “Rolas”, escuchó por primera vez la combinación de hablar y reproducir canciones al mismo tiempo. “Al inicio no fue bien aceptado, pero ahora los saludos sonideros son nuestro toque”. Don Ramón platica que el creador del efecto “Changazo” fue Marco Aurelio Torres, inspirado en el sonido “Polymarchs”, de Tony Barrera: “Él hacía en sus entradas: “Po, po, Polymarchs” y de ahí surgió el “Cha, cha, cha Changa”.

Don Ramón narra la primera vez que viajó como indocumentado a tocar en los Estados Unidos con el sonido Perla Antillana de Nezahualcóyotl. “Los tráileres sí cruzaron con permisos para ir a tocar el 20 de noviembre de 1993 en el Hollywood Palladium en Los Ángeles, donde hubo cuatro mil personas adentro y siete mil afuera. Me emocioné porque ahí tocaron The Beatles y Elvis Presley. En otra ocasión estuvimos en el Anaheim Convention Center, con más de 10 mil almas, junto a Los Askis y Los Yaguarú, y en otra ocasión en el New York Coliseum… En 2013 en Portugal… etcétera, etcétera”.

De memoria envidiable, con cientos de ahijados y compadres, Ramón Rojo en cada canción envía saludos con nombre, apodo, colonia y hasta nombre de la novia. Dice que sus canciones favoritas son: La derrota de Damasco, las cumbias de las castañuelas, de la paz, de los clarinetes y ráscate la nalga; siempre poniendo el sabor con su saludo favorito: “Súbele papá, ahí no más, sabroso”. Espera que en 2021 pueda tocar estas y otras melodías en el Primavera Sound en Barcelona, y llevar los “changazos” a Tokio, Japón para tocar con La Orquesta de la luz; y difundir su libro, y ¿Por qué no?, aterrizar el proyecto de su película. Por esto y otras cosas el sonidero es un proceso de comunicación.

*Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco

Un sonido exitoso necesita de un líder carismático. Y a sus 72 años, don Ramón Rojo Villa, se define como un sonidero, es decir “una ´miniteca ambulante´, no discoteca, que vamos de colonia en colonia repartiendo alegría a través de la música; como dice mi compadre Óscar d' León”. El creador del sonido “La Changa” del barrio de Tepito en la CDMX dice que un buen sonidero es el que “siente la música; debes tener oído para escuchar los trombones, el piano, el bajo y los timbales. Yo me inspiré en la Sonora Matancera cuando a los 15 o 16 años bailaba en las fiestas de las vecindades”.

Teóricamente lo que hace a un “sonido” es la persona denominada “sonidero” que se encarga de transmitir los mensajes a los asistentes “a través del micrófono, selecciona y reproduce la música y plasma su sello personal. Son los líderes musicales encargados de amenizar, enviar mensajes de bienvenida a los integrantes de diversas colonias, lo que es un motivante para las personas al saberse reconocidas, abucheadas y aceptadas en estos bailes”, de acuerdo con la tesis “Análisis gráfico del cartel ´sonidero´ en el DF” de Marisol Ayala de la Facultad de Artes y Diseño en la UNAM.

En entrevista desde Huehuetoca, Edo. Méx., antes de comenzar un concierto virtual, don Ramón Rojo Villa relata que su aventura comenzó en 1968, cuando la música de moda era el rock and roll en la primavera del amor. Además —eso lo digo yo— en México muchos universitarios se manifestaban contra el presidencialismo priísta; además de la disputa por la sucesión presidencial entre el regente Alfonso Corona del Rosal y los Echeverristas. En fin, el primer nombre del sonido “La Changa” fue “Aves del trópico”; y contaba con un amplificador de bulbos marca Radson, una trompeta y 20 discos de la Matancera, cobraba cinco pesos la hora y charangueaba en bautizos, XV años y bodas.

En los 70´ relata Ramón Rojo —mientras se acomoda su chamarra y le da un sorbo a su Coca-Cola—, que al escuchar a su compadre Roberto Hernández, mejor conocido como el “Rolas”, escuchó por primera vez la combinación de hablar y reproducir canciones al mismo tiempo. “Al inicio no fue bien aceptado, pero ahora los saludos sonideros son nuestro toque”. Don Ramón platica que el creador del efecto “Changazo” fue Marco Aurelio Torres, inspirado en el sonido “Polymarchs”, de Tony Barrera: “Él hacía en sus entradas: “Po, po, Polymarchs” y de ahí surgió el “Cha, cha, cha Changa”.

Don Ramón narra la primera vez que viajó como indocumentado a tocar en los Estados Unidos con el sonido Perla Antillana de Nezahualcóyotl. “Los tráileres sí cruzaron con permisos para ir a tocar el 20 de noviembre de 1993 en el Hollywood Palladium en Los Ángeles, donde hubo cuatro mil personas adentro y siete mil afuera. Me emocioné porque ahí tocaron The Beatles y Elvis Presley. En otra ocasión estuvimos en el Anaheim Convention Center, con más de 10 mil almas, junto a Los Askis y Los Yaguarú, y en otra ocasión en el New York Coliseum… En 2013 en Portugal… etcétera, etcétera”.

De memoria envidiable, con cientos de ahijados y compadres, Ramón Rojo en cada canción envía saludos con nombre, apodo, colonia y hasta nombre de la novia. Dice que sus canciones favoritas son: La derrota de Damasco, las cumbias de las castañuelas, de la paz, de los clarinetes y ráscate la nalga; siempre poniendo el sabor con su saludo favorito: “Súbele papá, ahí no más, sabroso”. Espera que en 2021 pueda tocar estas y otras melodías en el Primavera Sound en Barcelona, y llevar los “changazos” a Tokio, Japón para tocar con La Orquesta de la luz; y difundir su libro, y ¿Por qué no?, aterrizar el proyecto de su película. Por esto y otras cosas el sonidero es un proceso de comunicación.

*Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco