/ miércoles 11 de octubre de 2023

El Zócalo, emoción y prospección 

En su reciente informe, el Jefe de Gobierno Martí Batres anunció la construcción de una nueva línea de Metrobús en el oriente y se abrió el debate para la peatonalización del Zócalo, una idea que ha rondado en nuestra sociedad durante los últimos años. De inmediato, las cámaras del Congreso de la Ciudad de México enfocaron al gabinete, donde destacaba la emoción de uno de los secretarios, Andrés Lajous, titular de Movilidad.

Durante 5 años, la Secretaría de Movilidad tuvo que dar trámite a los viaductos impulsados por la ex Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum: el trolebús elevado, el segundo piso del Periférico en Xochimilco, el distribuidor vial de Viaducto y Boulevard Aeropuerto, y algunas otras obras más. Los primeros dos de esta lista fueron caprichos; en un caso, necesitábamos ampliar el Metro, no construir un sistema que ya está rebasado; en el otro, sólo se pateó dos kilómetros el congestionamiento a cambio de afectaciones ambientales severas.

Es admirable haber llegado a un cargo de gobierno por una agenda de movilidad sustentable, y haber tenido que tragar sapos durante cinco años. La emoción de Lajous demuestra que sus intenciones sí son buenas, pero que no ha podido impulsar su agenda en este lustro. “Ahora es cuando, chile verde, le haz de dar sabor al caldo”, decía mi abuelo.

Si la Secretaría de Movilidad conduce la discusión sobre la peatonalización del Zócalo, en realidad tiene la oportunidad de hacer un trabajo más profundo y metódico. No sólo es del Zócalo de lo que debemos hablar, sino de la peatonalización de otras plazas y espacios de escala barrial. Te lo digo Zócalo, para que me escuches, Centro de barrio.

En el Zócalo hay una serie de necesidades y requerimientos. De entrada, la conservación patrimonial. Estamos obligados a utilizar materiales y colores armónicos con el lugar. En 2017, el Instituto Nacional de Antropología e Historia aprobó la paleta de materiales para la intervención en la plancha central y se descartaron proyectos más ambiciosos.

Presidencia y Secretaría de Hacienda tienen un movimiento constante de personas y vehículos, y debe haber niveles de seguridad según las alertas que detecten los sistemas de inteligencia. La peatonalización del Zócalo debe ser respetuosa de esos protocolos, a la vez que se evite afectar a peatones, como sucede hoy con el cerco a Palacio Nacional; y evitar también que después de la peatonalización se improvisen otras acciones, justamente como las barricadas con “rejas popotillo” que se están utilizando.

En la Catedral hay bodas y ceremonias; en Jefatura de Gobierno hay una operación regular, pero también manifestaciones y eventos protocolarios. En su escala, los centros de barrio y los zócalos de las alcaldías también tienen necesidades específicas. Si la Semovi deja un protocolo de peatonalización del entorno de plazas, jardines, parques y zócalos, debería tener en cuenta estos elementos que estoy mencionando: cómo conformar paletas de colores, vegetales y materiales, cómo entender las necesidades de los usuarios y plasmarlas en una aspiración superior, que es integrar y ampliar el espacio público.

Aprovechemos la emoción que les genera enterarse que, tras un lustro sometidos, los encargados de la Movilidad en esta ciudad se están librando de las cadenas ingenieriles a que fueron sometidos.

En su reciente informe, el Jefe de Gobierno Martí Batres anunció la construcción de una nueva línea de Metrobús en el oriente y se abrió el debate para la peatonalización del Zócalo, una idea que ha rondado en nuestra sociedad durante los últimos años. De inmediato, las cámaras del Congreso de la Ciudad de México enfocaron al gabinete, donde destacaba la emoción de uno de los secretarios, Andrés Lajous, titular de Movilidad.

Durante 5 años, la Secretaría de Movilidad tuvo que dar trámite a los viaductos impulsados por la ex Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum: el trolebús elevado, el segundo piso del Periférico en Xochimilco, el distribuidor vial de Viaducto y Boulevard Aeropuerto, y algunas otras obras más. Los primeros dos de esta lista fueron caprichos; en un caso, necesitábamos ampliar el Metro, no construir un sistema que ya está rebasado; en el otro, sólo se pateó dos kilómetros el congestionamiento a cambio de afectaciones ambientales severas.

Es admirable haber llegado a un cargo de gobierno por una agenda de movilidad sustentable, y haber tenido que tragar sapos durante cinco años. La emoción de Lajous demuestra que sus intenciones sí son buenas, pero que no ha podido impulsar su agenda en este lustro. “Ahora es cuando, chile verde, le haz de dar sabor al caldo”, decía mi abuelo.

Si la Secretaría de Movilidad conduce la discusión sobre la peatonalización del Zócalo, en realidad tiene la oportunidad de hacer un trabajo más profundo y metódico. No sólo es del Zócalo de lo que debemos hablar, sino de la peatonalización de otras plazas y espacios de escala barrial. Te lo digo Zócalo, para que me escuches, Centro de barrio.

En el Zócalo hay una serie de necesidades y requerimientos. De entrada, la conservación patrimonial. Estamos obligados a utilizar materiales y colores armónicos con el lugar. En 2017, el Instituto Nacional de Antropología e Historia aprobó la paleta de materiales para la intervención en la plancha central y se descartaron proyectos más ambiciosos.

Presidencia y Secretaría de Hacienda tienen un movimiento constante de personas y vehículos, y debe haber niveles de seguridad según las alertas que detecten los sistemas de inteligencia. La peatonalización del Zócalo debe ser respetuosa de esos protocolos, a la vez que se evite afectar a peatones, como sucede hoy con el cerco a Palacio Nacional; y evitar también que después de la peatonalización se improvisen otras acciones, justamente como las barricadas con “rejas popotillo” que se están utilizando.

En la Catedral hay bodas y ceremonias; en Jefatura de Gobierno hay una operación regular, pero también manifestaciones y eventos protocolarios. En su escala, los centros de barrio y los zócalos de las alcaldías también tienen necesidades específicas. Si la Semovi deja un protocolo de peatonalización del entorno de plazas, jardines, parques y zócalos, debería tener en cuenta estos elementos que estoy mencionando: cómo conformar paletas de colores, vegetales y materiales, cómo entender las necesidades de los usuarios y plasmarlas en una aspiración superior, que es integrar y ampliar el espacio público.

Aprovechemos la emoción que les genera enterarse que, tras un lustro sometidos, los encargados de la Movilidad en esta ciudad se están librando de las cadenas ingenieriles a que fueron sometidos.

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