/ sábado 25 de noviembre de 2017

Fría

El puesto más aburrido e innecesario de la administración pública estadounidense es el de Vicepresidente. El presidente Franklin Roosevelt murió el 12 de abril de 1945 a las tres y media de la tarde. A esa hora el vicepresidente Truman tomaba su acostumbrado trago de whisky Bourbon con su amigo Samuel Rayburn, presidente del Senado. Allí le llamaron para que se fuera a la Casa Blanca. Eleanor Roosevelt lo recibe, “Harry murió el Presidente” -Estoy a sus órdenes señora. ¿En qué puedo servirle?- En nada…Quienes estamos a tus órdenes somos nosotros. Desde hoy tomarás las decisiones y padecerás las dificultades. La noticia lo apabulla, lo abruma.

En Moscú, el embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética Averrel Harriman, se entera del deceso. Walter Isaacson, el periodista veterano periodista y biógrafo, autor del libro Seis amigos y el mundo que construyeron, narra que Harriman sube a su recámara y cobra conciencia de la debilidad de Truman. Crearía un ambiente precario para el entendimiento. Piensa que con la Unión Soviética, que había perdido 25 millones de soldados, mujeres de todas las edades, niños y adolescentes -era indispensable propiciar un trato que sustituyera el de carácter bélico que habían empleado los mandos militares durante la última fase del conflicto-. Harriman percibe que es urgente convocar a sus cinco amigos, para que Los seis sabios, -como ya los reconocían- desempeñaran la misión para la cual se habían preparado.

Los seis eran: Averrel Harriman, embajador de Estados Unidos en la URSS, George Kennan, secretario de esa Embajada, creador de “la política de contención” que habría de implantarse para evitar que la Unión Soviética ampliara un milímetro su territorio, la cual explica en su Largo Telegrama, carta fundacional de la tediosa, Guerra Fría; John McCloy, ya entonces secretario adjunto de Guerra, y Robert Lovett, el gemelo intelectual y financiero de McCloy.

Dean Acheson, secretario de Estado de Truman a partir de 1949 y Charles Bohlen, el único de los seis sabios que había tratado personalmente a Truman, ya había preparado un “documento de situación inmediata.” Bohlen era el enlace del Departamento de Estado con la Casa Blanca, quien ya había informado a Truman que Stalin estaba haciendo a un lado los acuerdos de Yalta.

Al llegar Harriman a Washington, Bohlen convoca a una reunión a la que asistiría Acheson con funcionarios del departamento de Estado durante la cual el embajador Harriman reiteraría “las irreconciliables diferencias en los objetivos de la Unión Soviética y de los Estados Unidos”. De allí, Bohlen y Harriman entrarían a la Oficina Oval en la cual de inmediato, los seis amigos “comenzarán a educar a Truman y a capacitarlo para el eficaz desempeño de su papel como Presidente de Estados Unidos de América y supremo comandante de los ejércitos norteamericanos de aire, mar y tierra” Los seis sabios, son quienes instalan el aparato político administrativo que haría posible que Truman creciera intelectual y políticamente para comportarse como el implacable e invencible jefe del poderoso estado. Seguramente la intención del Secretario Videgaray de Relaciones Exteriores fue asegurarle al presidente Peña que, en esta guerra fría que padecemos, cualquiera que sea el acomodo, el grupo sucesor contará con el apoyo de inteligencia, organización y ejecución constituidos por los mejores hombres del sexenio que está por concluir.

El puesto más aburrido e innecesario de la administración pública estadounidense es el de Vicepresidente. El presidente Franklin Roosevelt murió el 12 de abril de 1945 a las tres y media de la tarde. A esa hora el vicepresidente Truman tomaba su acostumbrado trago de whisky Bourbon con su amigo Samuel Rayburn, presidente del Senado. Allí le llamaron para que se fuera a la Casa Blanca. Eleanor Roosevelt lo recibe, “Harry murió el Presidente” -Estoy a sus órdenes señora. ¿En qué puedo servirle?- En nada…Quienes estamos a tus órdenes somos nosotros. Desde hoy tomarás las decisiones y padecerás las dificultades. La noticia lo apabulla, lo abruma.

En Moscú, el embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética Averrel Harriman, se entera del deceso. Walter Isaacson, el periodista veterano periodista y biógrafo, autor del libro Seis amigos y el mundo que construyeron, narra que Harriman sube a su recámara y cobra conciencia de la debilidad de Truman. Crearía un ambiente precario para el entendimiento. Piensa que con la Unión Soviética, que había perdido 25 millones de soldados, mujeres de todas las edades, niños y adolescentes -era indispensable propiciar un trato que sustituyera el de carácter bélico que habían empleado los mandos militares durante la última fase del conflicto-. Harriman percibe que es urgente convocar a sus cinco amigos, para que Los seis sabios, -como ya los reconocían- desempeñaran la misión para la cual se habían preparado.

Los seis eran: Averrel Harriman, embajador de Estados Unidos en la URSS, George Kennan, secretario de esa Embajada, creador de “la política de contención” que habría de implantarse para evitar que la Unión Soviética ampliara un milímetro su territorio, la cual explica en su Largo Telegrama, carta fundacional de la tediosa, Guerra Fría; John McCloy, ya entonces secretario adjunto de Guerra, y Robert Lovett, el gemelo intelectual y financiero de McCloy.

Dean Acheson, secretario de Estado de Truman a partir de 1949 y Charles Bohlen, el único de los seis sabios que había tratado personalmente a Truman, ya había preparado un “documento de situación inmediata.” Bohlen era el enlace del Departamento de Estado con la Casa Blanca, quien ya había informado a Truman que Stalin estaba haciendo a un lado los acuerdos de Yalta.

Al llegar Harriman a Washington, Bohlen convoca a una reunión a la que asistiría Acheson con funcionarios del departamento de Estado durante la cual el embajador Harriman reiteraría “las irreconciliables diferencias en los objetivos de la Unión Soviética y de los Estados Unidos”. De allí, Bohlen y Harriman entrarían a la Oficina Oval en la cual de inmediato, los seis amigos “comenzarán a educar a Truman y a capacitarlo para el eficaz desempeño de su papel como Presidente de Estados Unidos de América y supremo comandante de los ejércitos norteamericanos de aire, mar y tierra” Los seis sabios, son quienes instalan el aparato político administrativo que haría posible que Truman creciera intelectual y políticamente para comportarse como el implacable e invencible jefe del poderoso estado. Seguramente la intención del Secretario Videgaray de Relaciones Exteriores fue asegurarle al presidente Peña que, en esta guerra fría que padecemos, cualquiera que sea el acomodo, el grupo sucesor contará con el apoyo de inteligencia, organización y ejecución constituidos por los mejores hombres del sexenio que está por concluir.

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