/ lunes 27 de noviembre de 2023

Geopolítica de lo imprevisible

Por Nydia Egremy

¡Vaya que vivimos en el mundo de lo no previsto! Basta ver lo que, en sólo el segundo semestre de este fascinante 2023, ha sucedido a nuestro alrededor: naciones y Estados, como actores clave de la política internacional han confirmado que no se puede vivir al margen de las cuestiones geopolíticas y que lo inestable e imprevisible, de pronto es normal.

Todo apunta a la teoría del Cisne Negro del filósofo Nassim Taleb, quien tras observar los acontecimientos aparentemente cotidianos, descubrió que detrás de ellos siempre ocurre un suceso sorpresivo de impacto multidimensional.

Y entonces, apareció en escena un Cisne Negro inimaginable: la Operación Tormenta de Al Aqsa, que lanzó sobre objetivos israelíes la guerrilla palestina Hamás y sorprendió al casi infalible servicio de inteligencia Mossad, pues sus avezados agentes no previeron esa ofensiva de un grupo al que el gobierno de Benjamín Netanyahu ha cercado por aire, tierra y mar.

Ese inexplicable fracaso de las agencias de inteligencia israelíes, agravó el efecto del Cisne Negro. Falló el Mossad – o Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales--, célebre por sus implacables operativos en el exterior, también sus homólogos de seguridad interior: el Shin Bet (Shabak o Servicio de Seguridad General), Aman (o Departamento Político); así como las divisiones de élite: Keshet (que vigila el ámbito tecnológico), la Cesárea y la unidad Metsada.

Sin embargo, Lisa News, la organización especializada en seguridad, consigna que los servicios de inteligencia egipcios – las Mujabarat - alertaron al gobierno de Netanyahu, 10 días antes, que “algo grande e inusual” ocurriría en la Franja de Gaza. Pero no se atendió ese llamado, según admitió Associated Press. ¿Por qué? ¡No lo sabemos, por ahora!

La sorpresiva operación de Hamás –acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica- llevó al especialista Marc Vendrell a anticipar que ello “muestra que puede, y volverá a pasar”. Ello no anticiparía, necesariamente, un nuevo genocidio, sino ¡ojalá!, el esperado estado Palestino.

En otro escenario surgió el inesperado Cisne Negro en un espacio donde chocan los intereses geopolíticos de las dos superpotencias mundiales: China y Estados Unidos, así como los aliados de ésta: Japón, Surcorea y Taiwán.

El contexto es en plena era de la post-pandemia, donde lentamente el mundo se recompone tras la crisis en las cadenas de distribución. El Cisne Negro emergió como el cada vez más difícil acceso a lo que para millones de personas sólo son unas minúsculas placas de materiales semiconductores, con millones de componentes electrónicos que se integran a circuitos: los semiconductores, chips y micro-chips.

Y que, ahora sabemos, son clave para almacenar información en los autos y dispositivos electrónicos que utiliza gran parte de la Humanidad.

Hace meses nadie habría imaginado que los roces entre Washington y Beijing tenían como trasfondo esa escasez de chips. Que las grandes automotrices –sobre todo de vehículos híbridos-- y empresas de teléfonos móviles, equipos médicos, satélites atmosféricos, equipos de radiocomunicación sufrirían por problemas de suministro en la pandemia y debido a que muchas empresas decidieron dejar de producir un tipo determinado de placas, para centrarse en las más sofisticadas.

Hoy las calificadoras nos informan que ha disminuido el riesgo por falta de suministro de esas pequeñas placas, por lo que la tensión geopolítica entre los gigantes del tablero mundial debería reducirse. ¿Será posible?

En todo caso, esos espontáneos Cisnes Negros obligan a los observadores de la seguridad mundial a estar más alerta.

Por Nydia Egremy

¡Vaya que vivimos en el mundo de lo no previsto! Basta ver lo que, en sólo el segundo semestre de este fascinante 2023, ha sucedido a nuestro alrededor: naciones y Estados, como actores clave de la política internacional han confirmado que no se puede vivir al margen de las cuestiones geopolíticas y que lo inestable e imprevisible, de pronto es normal.

Todo apunta a la teoría del Cisne Negro del filósofo Nassim Taleb, quien tras observar los acontecimientos aparentemente cotidianos, descubrió que detrás de ellos siempre ocurre un suceso sorpresivo de impacto multidimensional.

Y entonces, apareció en escena un Cisne Negro inimaginable: la Operación Tormenta de Al Aqsa, que lanzó sobre objetivos israelíes la guerrilla palestina Hamás y sorprendió al casi infalible servicio de inteligencia Mossad, pues sus avezados agentes no previeron esa ofensiva de un grupo al que el gobierno de Benjamín Netanyahu ha cercado por aire, tierra y mar.

Ese inexplicable fracaso de las agencias de inteligencia israelíes, agravó el efecto del Cisne Negro. Falló el Mossad – o Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales--, célebre por sus implacables operativos en el exterior, también sus homólogos de seguridad interior: el Shin Bet (Shabak o Servicio de Seguridad General), Aman (o Departamento Político); así como las divisiones de élite: Keshet (que vigila el ámbito tecnológico), la Cesárea y la unidad Metsada.

Sin embargo, Lisa News, la organización especializada en seguridad, consigna que los servicios de inteligencia egipcios – las Mujabarat - alertaron al gobierno de Netanyahu, 10 días antes, que “algo grande e inusual” ocurriría en la Franja de Gaza. Pero no se atendió ese llamado, según admitió Associated Press. ¿Por qué? ¡No lo sabemos, por ahora!

La sorpresiva operación de Hamás –acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica- llevó al especialista Marc Vendrell a anticipar que ello “muestra que puede, y volverá a pasar”. Ello no anticiparía, necesariamente, un nuevo genocidio, sino ¡ojalá!, el esperado estado Palestino.

En otro escenario surgió el inesperado Cisne Negro en un espacio donde chocan los intereses geopolíticos de las dos superpotencias mundiales: China y Estados Unidos, así como los aliados de ésta: Japón, Surcorea y Taiwán.

El contexto es en plena era de la post-pandemia, donde lentamente el mundo se recompone tras la crisis en las cadenas de distribución. El Cisne Negro emergió como el cada vez más difícil acceso a lo que para millones de personas sólo son unas minúsculas placas de materiales semiconductores, con millones de componentes electrónicos que se integran a circuitos: los semiconductores, chips y micro-chips.

Y que, ahora sabemos, son clave para almacenar información en los autos y dispositivos electrónicos que utiliza gran parte de la Humanidad.

Hace meses nadie habría imaginado que los roces entre Washington y Beijing tenían como trasfondo esa escasez de chips. Que las grandes automotrices –sobre todo de vehículos híbridos-- y empresas de teléfonos móviles, equipos médicos, satélites atmosféricos, equipos de radiocomunicación sufrirían por problemas de suministro en la pandemia y debido a que muchas empresas decidieron dejar de producir un tipo determinado de placas, para centrarse en las más sofisticadas.

Hoy las calificadoras nos informan que ha disminuido el riesgo por falta de suministro de esas pequeñas placas, por lo que la tensión geopolítica entre los gigantes del tablero mundial debería reducirse. ¿Será posible?

En todo caso, esos espontáneos Cisnes Negros obligan a los observadores de la seguridad mundial a estar más alerta.