/ martes 24 de marzo de 2020

Inyecciones de dinero

El coronavirus está generando medidas inéditas como reconducir la industria hacia áreas de extrema necesidad y replantear cuestiones que se dan por sentadas en el ámbito económico. El problema de salud pública conlleva un grave deterioro de la actividad económica cuyos efectos dañarán a grandes sectores de la población. México ha adoptado una postura que evite anticipar indebidamente disposiciones cuyos efectos económicos pueden resultar desastrosos, pero la disminución de actividades en distintas áreas requerirá medidas excepcionales que, sin limitar libertades, consigan mediante acuerdos con los sectores productivos paliar los efectos negativos de la crisis.

No es descabellado planear acciones que ya se aplican en otras latitudes para atender necesidades especiales en materia de salud, por ejemplo, aprovechar la falta de ocupación de los hoteles para prever su conversión temporal en hospitales cuyas camas estén a disposición de los enfermos; anticipar actividades como la producción emergente de equipamiento de salud indispensable para hacer frente a la epidemia; reorientar la actividad de empresas con capacidad para hacerlo, a fin de que produzcan una mayor cantidad de respiradores e incentivar a ingenieros y técnicos mexicanos, para que diseñen equipos de respiración susceptibles de producirse más rápido y a menor costo, como ya ocurre en Italia.

Medidas como estas tendrían que ir acompañadas por un cambio radical en la política fiscal y monetaria que permita disponer de mayor flujo de efectivo para atender a la gente, particularmente la que se está quedando sin trabajo. Esto se ha puesto en práctica en países desarrollados para solventar necesidades inmediatas de personas que dejan de recibir ingresos. Incluso el gobierno estadounidense se propone entregar directamente dinero a las personas que lo necesiten.

La inyección de dinero a la economía es indispensable para salvaguardarla de una recesión de dimensiones inconmensurables. Incluso países apegados a políticas neoliberales están soltando recursos líquidos con esa intención. A los Estados Unidos les basta con imprimir dólares en tanto que el sistema financiero mundial constriñe a otros países de dicha posibilidad, pero es innegable que conviene recurrir a la Moderna Teoría Monetaria (MMT) para que los Estados nacionales dispongan de su propia fábrica de dinero y lo inyecten al sistema económico, lo cual no produciría una inflación desmedida dado que la circulación de efectivo se reduce al detenerse muchas de las actividades económicas. El disponer de recursos líquidos tanto por parte de las personas que requieran hacer compras, como de empresas que necesitan mantener su viabilidad, es una medida razonable. Muchas pequeñas y medianas empresas están en riesgo de cerrar, permitirles sobrevivir es indispensable para volver a la normalidad económica en el futuro.

Los procedimientos para esta sobrevivencia van desde apoyos del Estado para cubrir al menos parcialmente las nóminas de las empresas, la entrega de numerario a quienes trabajan por su cuenta, hasta el diferimiento de obligaciones fiscales o pago de deudas. Para este efecto es factible que los bancos centrales de todos los países, no solo de los más poderosos, generen los recursos necesarios a la manera de un auto préstamo para mantener caminando la economía y permitir su fácil reactivación en el futuro.

De acuerdo a la MMT, el gobierno no tiene por qué limitar su gasto a los ingresos que recibe de impuestos sino que puede financiarse emitiendo dinero para impulsar la actividad económica. La denominada “disciplina fiscal” es restrictiva del desarrollo y es falso que la impresión de billetes detone la inflación, la prueba es que con posterioridad a la crisis de 2008 la Reserva Federal en EU y el Banco Central Europeo emitieron grandes cantidades de dinero para comprar bonos que no tenían valor y ello no incrementó la inflación. El límite del gasto no está dado por los impuestos recaudados sino por la capacidad de la economía para producir nueva riqueza con base en el financiamiento que representa la moneda fresco inyectada al proceso económico. Esta opera como si fuera un préstamo que va a usarse para invertir en un negocio que contratará trabajadores y comprará insumos. Eso incrementa la oferta de bienes tendiente a satisfacer la demanda de lo que compran los consumidores para su subsistencia o los empresarios para generar el producto que pondrán en el mercado; así habrá nueva riqueza que soporte el valor del dinero emitido.

Ahora más que nunca se justifica la entrega directa de efectivo. El Estado, mediante un elemento esencial de su soberanía, que es la emisión de moneda, debe activar esta función en beneficio colectivo. Eventuales impactos inflacionarios y en el tipo de cambio seguramente serían absorbidos a partir de la reactivación económica. Siempre es bueno recordar la sabiduría popular: “A grandes males, grandes remedios”.

eduardoandrade1948@gmail.com

El coronavirus está generando medidas inéditas como reconducir la industria hacia áreas de extrema necesidad y replantear cuestiones que se dan por sentadas en el ámbito económico. El problema de salud pública conlleva un grave deterioro de la actividad económica cuyos efectos dañarán a grandes sectores de la población. México ha adoptado una postura que evite anticipar indebidamente disposiciones cuyos efectos económicos pueden resultar desastrosos, pero la disminución de actividades en distintas áreas requerirá medidas excepcionales que, sin limitar libertades, consigan mediante acuerdos con los sectores productivos paliar los efectos negativos de la crisis.

No es descabellado planear acciones que ya se aplican en otras latitudes para atender necesidades especiales en materia de salud, por ejemplo, aprovechar la falta de ocupación de los hoteles para prever su conversión temporal en hospitales cuyas camas estén a disposición de los enfermos; anticipar actividades como la producción emergente de equipamiento de salud indispensable para hacer frente a la epidemia; reorientar la actividad de empresas con capacidad para hacerlo, a fin de que produzcan una mayor cantidad de respiradores e incentivar a ingenieros y técnicos mexicanos, para que diseñen equipos de respiración susceptibles de producirse más rápido y a menor costo, como ya ocurre en Italia.

Medidas como estas tendrían que ir acompañadas por un cambio radical en la política fiscal y monetaria que permita disponer de mayor flujo de efectivo para atender a la gente, particularmente la que se está quedando sin trabajo. Esto se ha puesto en práctica en países desarrollados para solventar necesidades inmediatas de personas que dejan de recibir ingresos. Incluso el gobierno estadounidense se propone entregar directamente dinero a las personas que lo necesiten.

La inyección de dinero a la economía es indispensable para salvaguardarla de una recesión de dimensiones inconmensurables. Incluso países apegados a políticas neoliberales están soltando recursos líquidos con esa intención. A los Estados Unidos les basta con imprimir dólares en tanto que el sistema financiero mundial constriñe a otros países de dicha posibilidad, pero es innegable que conviene recurrir a la Moderna Teoría Monetaria (MMT) para que los Estados nacionales dispongan de su propia fábrica de dinero y lo inyecten al sistema económico, lo cual no produciría una inflación desmedida dado que la circulación de efectivo se reduce al detenerse muchas de las actividades económicas. El disponer de recursos líquidos tanto por parte de las personas que requieran hacer compras, como de empresas que necesitan mantener su viabilidad, es una medida razonable. Muchas pequeñas y medianas empresas están en riesgo de cerrar, permitirles sobrevivir es indispensable para volver a la normalidad económica en el futuro.

Los procedimientos para esta sobrevivencia van desde apoyos del Estado para cubrir al menos parcialmente las nóminas de las empresas, la entrega de numerario a quienes trabajan por su cuenta, hasta el diferimiento de obligaciones fiscales o pago de deudas. Para este efecto es factible que los bancos centrales de todos los países, no solo de los más poderosos, generen los recursos necesarios a la manera de un auto préstamo para mantener caminando la economía y permitir su fácil reactivación en el futuro.

De acuerdo a la MMT, el gobierno no tiene por qué limitar su gasto a los ingresos que recibe de impuestos sino que puede financiarse emitiendo dinero para impulsar la actividad económica. La denominada “disciplina fiscal” es restrictiva del desarrollo y es falso que la impresión de billetes detone la inflación, la prueba es que con posterioridad a la crisis de 2008 la Reserva Federal en EU y el Banco Central Europeo emitieron grandes cantidades de dinero para comprar bonos que no tenían valor y ello no incrementó la inflación. El límite del gasto no está dado por los impuestos recaudados sino por la capacidad de la economía para producir nueva riqueza con base en el financiamiento que representa la moneda fresco inyectada al proceso económico. Esta opera como si fuera un préstamo que va a usarse para invertir en un negocio que contratará trabajadores y comprará insumos. Eso incrementa la oferta de bienes tendiente a satisfacer la demanda de lo que compran los consumidores para su subsistencia o los empresarios para generar el producto que pondrán en el mercado; así habrá nueva riqueza que soporte el valor del dinero emitido.

Ahora más que nunca se justifica la entrega directa de efectivo. El Estado, mediante un elemento esencial de su soberanía, que es la emisión de moneda, debe activar esta función en beneficio colectivo. Eventuales impactos inflacionarios y en el tipo de cambio seguramente serían absorbidos a partir de la reactivación económica. Siempre es bueno recordar la sabiduría popular: “A grandes males, grandes remedios”.

eduardoandrade1948@gmail.com