/ sábado 7 de octubre de 2023

La Moviola | El exorcista: creyentes y el género juay de rito

@lamoviola

Persecula seculorum y que la paz sea con ellos. Vaya a usted a saber que pasó por la cabeza de quienes decidieron hacer una secuela del parteaguas del cine de horror El exorcista (Friedkin, 1973) pero ahora sí que en el pecado llevan la penitencia. Lo que vemos, es una obra melindrosa y de receta, incapaz de explorar con habilidad en su propio mito.

Porque El exorcista: creyentes (David Gordon Green, 2023) no supera el canon que prevalece en el género y aunque no se le pueden negar un par de buenos momentos, carece de la transgresión del filme que realizó William Friedkin.

Como contexto claro, a principio de los años 70, la sociedad estadounidense estaba perfecta para sentirse transgredida por lo jamás tocado: la religión, aún en su pulsión antropológica y la inocencia. ¿Qué podía doler en aquellos años? Se sentía la cruda y derrota de Vietnam, los escándalos políticos que se perfilaban vía el Watergate quitaban la ingenuidad bobalicona del gringo y sobre todo la generación de jóvenes idealistas de los 60, ahora empezaban a vivir como burgueses con hipoteca y trabajos normales. Estos asuntos fueron pues uno de los caldos de cultivo para el origen y éxito histórico de filme.

Hoy lo que prevalece es el cinismo. Nada importa más que lo inmediato y un síntoma es tocar los clásicos pero desde la banalidad sin abundar en sus pulsiones. El exorcista: creyentes, pertenece sin pena ni gloria al género juay de rito: un horror efectista y de receta, que usa un manual apenas a estas alturas efectivo que poco aporta y mucho abusa de sus predecesores: un granulado en la película para recordar los 70, dirección de arte en casas de suburbio que recuerdan la estética de esa década, un sacerdote sin la presencia escénica del Padre Carras (el también dramaturgo Jason Miller) y que parece más bien sacado de telenovela de Carla Estrada, pretenden sustituir la transgresión.

Ni la presencia incomprensible de Ellen Burstyn, salvan el asunto. Conserva eso sí, el sub género de cine religioso, porque en el fondo, hay un relato de redención con tufillo moralista. Desesperante en sus primeros 40 minutos al grado de que uno se pregunte si no se entró en la sala equivocada, con paciencia de santo, el filme se toma su tiempo para llegar a lo central: un par de niñitas a las que se les mete el demonio Pazuzu -retirado del cine quién sabe si por la huelga de actores, aunque ni siquiera queda claro si es este- y que hay que salvar.

Víctor (Leslie Odom Jr.) viudo como consecuencia del sismo de Haití en 2010, cría a su hija post adolescente Angela (Lidya Jewett), quien quiere comunicarse con su madre y es ayudada por su amiga Katherine (Olivia O’Neill, muy parecida a Linda Blair) y deciden contactarla por medio de un rito. Lo demás es lo de menos.

Ya en pleno jalengue, aparece la Burstyn, que apenas se puede mantener en pie porque usted recordará que es la mamá de Regan, que nomás no aparece por ningún lado y juay de rito.

Pues sí, estamos en una época en la que no se respeta nada, todo es pasajero, tanto como la ambición de un éxito tal vez mediano en taquilla que deje conformes a un público complaciente y quizá ni eso. Por cierto y ya que tiene crédito en IMDB, si aparece la Blair, prófuga de ¿…Y dónde está el exorcista? (Logan, 1990) en lo que es quizá la mejor escena.

Pues eso. Podemos ir en paz, la columna de esta semana ha terminado. Demos gracias al lector.


@lamoviola

Persecula seculorum y que la paz sea con ellos. Vaya a usted a saber que pasó por la cabeza de quienes decidieron hacer una secuela del parteaguas del cine de horror El exorcista (Friedkin, 1973) pero ahora sí que en el pecado llevan la penitencia. Lo que vemos, es una obra melindrosa y de receta, incapaz de explorar con habilidad en su propio mito.

Porque El exorcista: creyentes (David Gordon Green, 2023) no supera el canon que prevalece en el género y aunque no se le pueden negar un par de buenos momentos, carece de la transgresión del filme que realizó William Friedkin.

Como contexto claro, a principio de los años 70, la sociedad estadounidense estaba perfecta para sentirse transgredida por lo jamás tocado: la religión, aún en su pulsión antropológica y la inocencia. ¿Qué podía doler en aquellos años? Se sentía la cruda y derrota de Vietnam, los escándalos políticos que se perfilaban vía el Watergate quitaban la ingenuidad bobalicona del gringo y sobre todo la generación de jóvenes idealistas de los 60, ahora empezaban a vivir como burgueses con hipoteca y trabajos normales. Estos asuntos fueron pues uno de los caldos de cultivo para el origen y éxito histórico de filme.

Hoy lo que prevalece es el cinismo. Nada importa más que lo inmediato y un síntoma es tocar los clásicos pero desde la banalidad sin abundar en sus pulsiones. El exorcista: creyentes, pertenece sin pena ni gloria al género juay de rito: un horror efectista y de receta, que usa un manual apenas a estas alturas efectivo que poco aporta y mucho abusa de sus predecesores: un granulado en la película para recordar los 70, dirección de arte en casas de suburbio que recuerdan la estética de esa década, un sacerdote sin la presencia escénica del Padre Carras (el también dramaturgo Jason Miller) y que parece más bien sacado de telenovela de Carla Estrada, pretenden sustituir la transgresión.

Ni la presencia incomprensible de Ellen Burstyn, salvan el asunto. Conserva eso sí, el sub género de cine religioso, porque en el fondo, hay un relato de redención con tufillo moralista. Desesperante en sus primeros 40 minutos al grado de que uno se pregunte si no se entró en la sala equivocada, con paciencia de santo, el filme se toma su tiempo para llegar a lo central: un par de niñitas a las que se les mete el demonio Pazuzu -retirado del cine quién sabe si por la huelga de actores, aunque ni siquiera queda claro si es este- y que hay que salvar.

Víctor (Leslie Odom Jr.) viudo como consecuencia del sismo de Haití en 2010, cría a su hija post adolescente Angela (Lidya Jewett), quien quiere comunicarse con su madre y es ayudada por su amiga Katherine (Olivia O’Neill, muy parecida a Linda Blair) y deciden contactarla por medio de un rito. Lo demás es lo de menos.

Ya en pleno jalengue, aparece la Burstyn, que apenas se puede mantener en pie porque usted recordará que es la mamá de Regan, que nomás no aparece por ningún lado y juay de rito.

Pues sí, estamos en una época en la que no se respeta nada, todo es pasajero, tanto como la ambición de un éxito tal vez mediano en taquilla que deje conformes a un público complaciente y quizá ni eso. Por cierto y ya que tiene crédito en IMDB, si aparece la Blair, prófuga de ¿…Y dónde está el exorcista? (Logan, 1990) en lo que es quizá la mejor escena.

Pues eso. Podemos ir en paz, la columna de esta semana ha terminado. Demos gracias al lector.