/ sábado 6 de junio de 2020

La moviola | ¡No manches AMLO!

Héctor Suárez solía contar la anécdota del porqué fue vetado un tiempo de Televisa: Era invitado del programa La movida, conducido por Verónica Castro en 1991, cuando se le ocurre finalizar un sketch saludando a la madre del presidente en turno. El silencio reinó unos segundos en el foro, hasta que el comediante remata la frase “a la mamá del presidente de…” y mencionó el apellido, compartido con el mandatario, de un importante ejecutivo y empresario.

Eran otros tiempos – dicen- , y su salida del entonces emporio televisivo fue inmediata: Lo anterior dio pie a que entrara a la entonces Imevisión, la televisora del gobierno, invitado justo por el entonces Jefe del ejecutivo. Cosas raras de aquellos años .El activismo y la vida artística suelen ser una mezcla explosiva.

Y como muestra, las voces en contra de la brutalidad policíaca en Mineápolis que sufrió el afroestadounidense George Floyd por parte de la policía, que como sabemos le costó la vida. Desde George Clooney hasta Jane Fonda, han dejado clara su posición hacia la prepotencia y la barbarie.

Proporción guardada, en México – lo hemos abordado en anteriores entregas-, la comunidad fílmica mexicana no se ha quedado en silencio – con excepciones notorias- ante la posible desaparición de fideicomisos de apoyo al cine nacional. Y uno de los argumentos de defensa es el interés que existe por parte del público.

Y es que no todo es No manches Frida (G. Velilla, 2016), como se ha querido argumentar – entre otras cosas – para justificar la eliminación de dichos apoyos. Justo ahora en Netflix, se da una muestra de que un amplio sector del público voltea y convierte en tenencia al cine mexicano: Ya no estoy aquí ( Fernando Frías, 2019), la cual ganó en la pasada edición del Festival de Cine de Morelia el premio a Mejor Largometraje y el del público, es un filme sobre la resistencia, la soledad, y la belleza de la amistad y la música como fuerza motora.

Ulises (el impenetrable Juan Daniel García Treviño), es un chico de 17 años obsesionado con la música y cultura colombiana en una colonia popular de Monterrey. Tiene a su pandilla con los que canta, baila cumbias y toma cerveza. Un malentendido con un cártel lo hace huir a Nueva York y dejar su pasado atrás.

El camino y trayectoria del joven será no solo para huir, sino un recorrido de madurez y de algún modo filosófico.

Cine de compromiso social que gusta al gran público. Cobijado por buenas críticas. La voz de la vida pública, no al servicio del poder sino de denunciar una realidad.

La película ha sido más que aceptada, aunque en ocasiones se corren riesgos como en el caso del recién desaparecido Suárez. Pero no siempre se toma esta incómoda posición:

¿Verdad señor Alcázar?

Héctor Suárez solía contar la anécdota del porqué fue vetado un tiempo de Televisa: Era invitado del programa La movida, conducido por Verónica Castro en 1991, cuando se le ocurre finalizar un sketch saludando a la madre del presidente en turno. El silencio reinó unos segundos en el foro, hasta que el comediante remata la frase “a la mamá del presidente de…” y mencionó el apellido, compartido con el mandatario, de un importante ejecutivo y empresario.

Eran otros tiempos – dicen- , y su salida del entonces emporio televisivo fue inmediata: Lo anterior dio pie a que entrara a la entonces Imevisión, la televisora del gobierno, invitado justo por el entonces Jefe del ejecutivo. Cosas raras de aquellos años .El activismo y la vida artística suelen ser una mezcla explosiva.

Y como muestra, las voces en contra de la brutalidad policíaca en Mineápolis que sufrió el afroestadounidense George Floyd por parte de la policía, que como sabemos le costó la vida. Desde George Clooney hasta Jane Fonda, han dejado clara su posición hacia la prepotencia y la barbarie.

Proporción guardada, en México – lo hemos abordado en anteriores entregas-, la comunidad fílmica mexicana no se ha quedado en silencio – con excepciones notorias- ante la posible desaparición de fideicomisos de apoyo al cine nacional. Y uno de los argumentos de defensa es el interés que existe por parte del público.

Y es que no todo es No manches Frida (G. Velilla, 2016), como se ha querido argumentar – entre otras cosas – para justificar la eliminación de dichos apoyos. Justo ahora en Netflix, se da una muestra de que un amplio sector del público voltea y convierte en tenencia al cine mexicano: Ya no estoy aquí ( Fernando Frías, 2019), la cual ganó en la pasada edición del Festival de Cine de Morelia el premio a Mejor Largometraje y el del público, es un filme sobre la resistencia, la soledad, y la belleza de la amistad y la música como fuerza motora.

Ulises (el impenetrable Juan Daniel García Treviño), es un chico de 17 años obsesionado con la música y cultura colombiana en una colonia popular de Monterrey. Tiene a su pandilla con los que canta, baila cumbias y toma cerveza. Un malentendido con un cártel lo hace huir a Nueva York y dejar su pasado atrás.

El camino y trayectoria del joven será no solo para huir, sino un recorrido de madurez y de algún modo filosófico.

Cine de compromiso social que gusta al gran público. Cobijado por buenas críticas. La voz de la vida pública, no al servicio del poder sino de denunciar una realidad.

La película ha sido más que aceptada, aunque en ocasiones se corren riesgos como en el caso del recién desaparecido Suárez. Pero no siempre se toma esta incómoda posición:

¿Verdad señor Alcázar?