/ domingo 22 de agosto de 2021

La oposición al Talibán

Ningún gobierno en el mundo, ejerce el poder sin oposición. Ni siquiera en lo que es de facto, el arribo al poder de la milicia islámica a Afganistán. Luego de una guerra interna ininterrumpida desde el inicio de la invasión soviética (diciembre 1978-enero 1979) hasta agosto de 2021, casi 42 años, las resistencias armadas, que van de organizaciones terroristas, como Al Qaeda, hasta la misma insurgencia Talibán, la precariedad de los sucesivos gobiernos, es la única característica que les une.

Con apenas el armamento necesario, en menos de diez días tomaron la capital, Kabul y hasta el momento impera el descontrol, manifestaciones reprimidas, así como la seria amenaza respecto de los tibios avances en el ejercicio de sus Derechos Humanos, por parte de las mujeres en general. El establecimiento del gobierno, va a requerir de un delicado equilibrio entre los principales actores, que permita estructurar la frágil vida institucional. Pues a 20 años de haber sido depuestos del poder, debido a la complicidad con Al Qaeda respecto de la preparación de los atentados del 11 de septiembre de 2001, hay nuevas variables de clara influencia política local e internacional.

En primer lugar, la movilización interna y externa, de mujeres y organismos multilaterales, así como de organizaciones sociales, para refrendar que sus derechos y libertad no están sujetas a ningún tipo de interpretación de el Islam y El Corán. Otra variable, que hace 20 años tenía una participación inicial y que hoy es un recurso sustancial para la denuncia de abusos y maltratos, son los dispositivos móviles y la cobertura de los medios de comunicación. Como hemos visto en estos primeros días de auténtico caos, los testimonios y grabaciones, están al acceso de prácticamente todo el mundo.

Las consideraciones sobre la tragedia humanitaria que puede darse tanto por la salida de miles de afganas y afganos, que buscarán salvar la vida y afincarse en otros países, así como por la muy previsible represión como último recursos para consolidar el poder, el Talibán, aún sin un líder o grupo visible autoproclamado como guía del nuevo gobierno, generan un escenario, muy complejo sobre todo, en lo que hace a preservar cierta estabilidad en el corto plazo. Desde luego que los juegos de intereses regionales, en donde Irán, China, Rusia y Pakistán, tienen mucho que ver, se sumarán a los de la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos.

Como proceso político y social, los acontecimientos en Afganistán, van a reclamar buena parte de la atención mundial. Sus efectos, de ninguna manera se limitarán a la región y no hay forma de escaparse de ellos. Según las Naciones Unidas, Afganistán produce cerca de 80% del opio a nivel mundial, seguido de Myanmar y México. La peligrosa mezcla de narcotráfico, radicalismo religioso y poder político, es una condición que a todas luces, no llevará a que haya un buen comienzo y sí en cambio, un dramático final.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso



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Ningún gobierno en el mundo, ejerce el poder sin oposición. Ni siquiera en lo que es de facto, el arribo al poder de la milicia islámica a Afganistán. Luego de una guerra interna ininterrumpida desde el inicio de la invasión soviética (diciembre 1978-enero 1979) hasta agosto de 2021, casi 42 años, las resistencias armadas, que van de organizaciones terroristas, como Al Qaeda, hasta la misma insurgencia Talibán, la precariedad de los sucesivos gobiernos, es la única característica que les une.

Con apenas el armamento necesario, en menos de diez días tomaron la capital, Kabul y hasta el momento impera el descontrol, manifestaciones reprimidas, así como la seria amenaza respecto de los tibios avances en el ejercicio de sus Derechos Humanos, por parte de las mujeres en general. El establecimiento del gobierno, va a requerir de un delicado equilibrio entre los principales actores, que permita estructurar la frágil vida institucional. Pues a 20 años de haber sido depuestos del poder, debido a la complicidad con Al Qaeda respecto de la preparación de los atentados del 11 de septiembre de 2001, hay nuevas variables de clara influencia política local e internacional.

En primer lugar, la movilización interna y externa, de mujeres y organismos multilaterales, así como de organizaciones sociales, para refrendar que sus derechos y libertad no están sujetas a ningún tipo de interpretación de el Islam y El Corán. Otra variable, que hace 20 años tenía una participación inicial y que hoy es un recurso sustancial para la denuncia de abusos y maltratos, son los dispositivos móviles y la cobertura de los medios de comunicación. Como hemos visto en estos primeros días de auténtico caos, los testimonios y grabaciones, están al acceso de prácticamente todo el mundo.

Las consideraciones sobre la tragedia humanitaria que puede darse tanto por la salida de miles de afganas y afganos, que buscarán salvar la vida y afincarse en otros países, así como por la muy previsible represión como último recursos para consolidar el poder, el Talibán, aún sin un líder o grupo visible autoproclamado como guía del nuevo gobierno, generan un escenario, muy complejo sobre todo, en lo que hace a preservar cierta estabilidad en el corto plazo. Desde luego que los juegos de intereses regionales, en donde Irán, China, Rusia y Pakistán, tienen mucho que ver, se sumarán a los de la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos.

Como proceso político y social, los acontecimientos en Afganistán, van a reclamar buena parte de la atención mundial. Sus efectos, de ninguna manera se limitarán a la región y no hay forma de escaparse de ellos. Según las Naciones Unidas, Afganistán produce cerca de 80% del opio a nivel mundial, seguido de Myanmar y México. La peligrosa mezcla de narcotráfico, radicalismo religioso y poder político, es una condición que a todas luces, no llevará a que haya un buen comienzo y sí en cambio, un dramático final.

javierolivaposada@gmail.com

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