/ martes 11 de junio de 2019

La patriótica guerra comercial

Donald Trump hablaba en serio cuando tuiteó este mensaje: “¡MÉXICOCONVINO EN COMENZAR A COMPRARLES DE INMEDIATO GRANDES CANTIDADES DE PRODUCTOS AGRÍCOLAS A ESOS GRANDES PATRIOTAS QUE SON NUESTROS GRANJEROS!”

Este tuit de inmediato hace pensar en dos preguntas:

1. ¿Por qué, al igual que muchos otros tuits de Trump, este mensaje suena como una muy mala traducción de un texto escrito originalmente en ruso?

2. ¿De qué diablos habla? Después de todo, el anuncio del convenio no mencionó ni por equivocación los productos agrícolas. Además, si bien México es un comprador importante de productos agrícolas estadounidenses, también es una economía de mercado: quienes deciden cuánto maíz le comprará México a Iowa cada año son las empresas privadas, no los funcionarios de gobierno.

En mi humilde opinión, lo único que se me ocurre para explicar esas palabras es que quizá Trump recordó vagamente las disposiciones de un pacto comercial que no concretó con China, y que según él incluía el compromiso de ese país de comprar cinco millones de toneladas de soya estadounidense. Si estoy en lo correcto, Trump confundió a México con China y además se le olvidó que las conversaciones con China ya se suspendieron.

Por ahora, olvidemos el tema del estado mental de Trump y limitémonos a pensar cuánto debilitan situaciones parecidas al enfrentamiento con México la posición de Estados Unidos en el mundo.

Sin duda, para que un país sea una gran potencia necesita contar con los cimientos fundamentales para el poder: una gran economía y un Ejército de talla suficiente para que se le considere una fuerza importante. Sin embargo, también es necesario ser una nación a la que los demás puedan tomar en serio, que además de respetar sus promesas cumpla sus amenazas. Así que reflexionemos acerca de lo que acaba de pasar.

En primer lugar, Trump negoció hace poco un tratado comercial con México. Los países suscriben tratados comerciales porque se supone que les dan certidumbre. El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), al igual que el TLCAN, constituye una promesa de los tres participantes de que se abstendrán de imponer de manera arbitraria nuevas barreras al comercio transfronterizo.

Trump decidió amenazar a México con nuevos aranceles, no por alguna violación a sus convenios comerciales, sino porque no le gustaba algo que sucedía en la frontera, una situación que no tenía ninguna relación con la política comercial. Así que, en la práctica, parece que el TMEC es una promesa solemne del gobierno estadounidense de abstenerse de imponer aranceles a los productos mexicanos... a menos que se le antoje hacerlo.

Si eso ganas por llegar a un acuerdo con Estados Unidos, ¿qué caso tiene tomarse la molestia?

Ahora, las empresas están muy complacidas de que no haya procedido con la guerra comercial. Por desgracia, da la impresión de que las amenazas de Trump valen casi lo mismo que sus promesas: no existe ningún motivo en particular para creer que en realidad va a cumplirlas.

Lo único seguro es que, independientemente de lo que ocurra, Trump gritará a los cuatro vientos que alcanzó una gran victoria.

Donald Trump hablaba en serio cuando tuiteó este mensaje: “¡MÉXICOCONVINO EN COMENZAR A COMPRARLES DE INMEDIATO GRANDES CANTIDADES DE PRODUCTOS AGRÍCOLAS A ESOS GRANDES PATRIOTAS QUE SON NUESTROS GRANJEROS!”

Este tuit de inmediato hace pensar en dos preguntas:

1. ¿Por qué, al igual que muchos otros tuits de Trump, este mensaje suena como una muy mala traducción de un texto escrito originalmente en ruso?

2. ¿De qué diablos habla? Después de todo, el anuncio del convenio no mencionó ni por equivocación los productos agrícolas. Además, si bien México es un comprador importante de productos agrícolas estadounidenses, también es una economía de mercado: quienes deciden cuánto maíz le comprará México a Iowa cada año son las empresas privadas, no los funcionarios de gobierno.

En mi humilde opinión, lo único que se me ocurre para explicar esas palabras es que quizá Trump recordó vagamente las disposiciones de un pacto comercial que no concretó con China, y que según él incluía el compromiso de ese país de comprar cinco millones de toneladas de soya estadounidense. Si estoy en lo correcto, Trump confundió a México con China y además se le olvidó que las conversaciones con China ya se suspendieron.

Por ahora, olvidemos el tema del estado mental de Trump y limitémonos a pensar cuánto debilitan situaciones parecidas al enfrentamiento con México la posición de Estados Unidos en el mundo.

Sin duda, para que un país sea una gran potencia necesita contar con los cimientos fundamentales para el poder: una gran economía y un Ejército de talla suficiente para que se le considere una fuerza importante. Sin embargo, también es necesario ser una nación a la que los demás puedan tomar en serio, que además de respetar sus promesas cumpla sus amenazas. Así que reflexionemos acerca de lo que acaba de pasar.

En primer lugar, Trump negoció hace poco un tratado comercial con México. Los países suscriben tratados comerciales porque se supone que les dan certidumbre. El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), al igual que el TLCAN, constituye una promesa de los tres participantes de que se abstendrán de imponer de manera arbitraria nuevas barreras al comercio transfronterizo.

Trump decidió amenazar a México con nuevos aranceles, no por alguna violación a sus convenios comerciales, sino porque no le gustaba algo que sucedía en la frontera, una situación que no tenía ninguna relación con la política comercial. Así que, en la práctica, parece que el TMEC es una promesa solemne del gobierno estadounidense de abstenerse de imponer aranceles a los productos mexicanos... a menos que se le antoje hacerlo.

Si eso ganas por llegar a un acuerdo con Estados Unidos, ¿qué caso tiene tomarse la molestia?

Ahora, las empresas están muy complacidas de que no haya procedido con la guerra comercial. Por desgracia, da la impresión de que las amenazas de Trump valen casi lo mismo que sus promesas: no existe ningún motivo en particular para creer que en realidad va a cumplirlas.

Lo único seguro es que, independientemente de lo que ocurra, Trump gritará a los cuatro vientos que alcanzó una gran victoria.