El 2 de octubre de 1968 significó un parteaguas en la vida política de este país. Ese fue el momento en que el sistema rebasó todos los límites: usó al ejército para masacrar a los estudiantes a plena luz del día, y después el propio Díaz Ordaz nos dijo que estaba orgulloso. Ahí se develó, más que nunca, el verdadero rostro de ese sistema autoritario y represor.
Desde entonces, el deseo de participar en la vida política del país se reactivó con más fuerza, muchos movimientos sociales surgieron entonces. El autoritarismo del PRI seguía su marcha. Así se llegó, en 1988, a la consolidación del Frente Democrático Nacional, hecho que el fraude electoral impidió confirmar. Luego se sumó Andrés Manuel López Obrador y, tras 20 años de lucha de la mano de su carismático liderazgo, se logró articular el cambio verdadero, democrático y pacífico, que hoy se consolida con esta Cuarta Transformación. El Proyecto Alternativo de Nación no sólo buscó un cambio de gobierno, sino una transformación radical. Hoy como nunca antes: “Por el bien de todos: primero los pobres”, y está máxima está siendo cumplida, acompañada de otra premisa, la de la honestidad: no mentir, no robar y no traicionar.
Para la mayoría de los mexicanos, el rostro visible del régimen corrupto, oligárquico y fraudulento es el PRI, al que después se adhirió el PAN, conformando ya juntos el dañino PRIANato nacional. Es esta la principal razón por la que casi treinta millones de ciudadanos votamos en 2018 en contra de esos partidos.
Bajo la premisa de que no somos iguales, en la Cámara de Diputados hemos demostrado día con día la inminente necesidad de un cambio real. Se han abierto las puertas a la democratización del Congreso y hoy la Casa del Pueblo, consulta a la ciudadanía que quiere participar. En la definición del proyecto de nuestra nación, la democracia es nuestra guía.
El Presidente Andrés Manuel, que en mi opinión es un demócrata radical, nos pidió que lo siguiéramos, y eso es lo que hacemos. Para el caso de la elección de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, la ley es clara, le compete a la tercera fuerza política, la cual –en el momento de la votación– le correspondió al PRI, por efecto de los nueve millones de votos que obtuvo en 2018. Por más que nuestros afectos, simpatías y coincidencias ideológicas estén con el PT, este partido obtuvo dos millones de votos. El llamado es a cumplir la ley, a no ser iguales a quienes la violaron sistemáticamente en el pasado. En 2019, el propio Fernández Noroña votó a favor de que la Presidencia de la Mesa Directiva fuera ocupada por Laura Rojas, representante del Partido Acción Nacional.
Dudo que en la reciente votación en la Cámara de Diputados, alguno de mis compañeros de Morena haya querido votar por una Mesa Directiva presidida por la diputada Sauri Riancho del PRI, y mucho menos por lo que esto nos representa. Pero el dilema fue cumplir con la Ley Orgánica que nos rige, y sobre todo NO perder el verdadero control político del Congreso, el cual está representado por Mario Delgado, como máxima autoridad de la Junta de Coordinación Política de este poder.
Es cierto que pudimos votar en contra de la tercera fuerza y violentar con ello la ley, pero eso sólo nos habría llevado a hacer lo mismo que ellos. Nuestro Presidente lo ha reiterado en diferentes contextos: “No somos iguales”. Por eso, en este caso, acatar la ley fue casi como beber la cicuta.
Lo importante es entender que la Mesa Directiva está integrada con la representación de todas las fuerzas políticas. Nunca es de un solo partido. La preside un representante partidista, sí, pero es plurirrepresentativa. MORENA sigue te…
Diputada Federal Coordinadora Temática de Economía del Grupo Parlamentario de Morena