/ domingo 4 de febrero de 2024

Poder y psicopatía (IV)

El idolatrado “pequeño padre de los pueblos”, el hombre de acero: Stalin, fue uno de los líderes psicópatas más sanguinarios de los que se tiene registro.

Entre los destacados estudiosos de sus horrores, además de Donald Raynfield, sobresale Robert Conquest, quien ha sostenido que el objetivo fundamental de Stalin era poder consolidarse en el poder como dictador. De ahí que, una vez quitados Lenin y Trotski (Operación Utska [Pato]) de en medio, los demás que despuntaran no tardarían en ser silenciados. Su objetivo era estar libre de todo elemento “nocivo” a sus intereses. ¿Lo hacía por miedo a perder su rol protagónico? Sin duda, pero sobre todo porque su ambiciosa y narcisista naturaleza psicopática lo hacía carecer de todo sentido de contención y tolerancia, por lo que el destino de todo aquél que brillara con luz propia en el espacio político u osara cuestionarlo sería ser aniquilado sin piedad alguna.

\u0009Pero su psicopatía no se reducía a eliminar a los “enemigos” políticos. Entre 1931 y 1934 gestó la atroz masacre del Holodomor ucraniano, el equivalente del Holocausto hitleriano. En ambos casos, la suma de muertes por cada uno de los genocidios sobrepasó la docena de millones de personas, pero hubo una diferencia: mientras Hitler persiguió, torturó y ejecutó a “los otros” (judíos, gitanos, rusos, comunistas y enemigos políticos e ideológicos), Stalin mató a su propio pueblo y la vía principal que eligió para ello fue una de las más atroces, perversas y sádicas que podría haber escogido: el hambre, incentivando con ello que, en el paroxismo de la desesperación, las personas se degradaran a tal grado que tuvieran muchas de ellas que recurrir al canibalismo. De eso era capaz Stalin.

No contento con estas masacres, entre 1936 y 1938 llevó a cabo la “Gran Purga” (el “Gran Terror”), en aras de “impedir” cualquier acto de “traición” al régimen comunista, a través de la cual fueron perseguidos y ejecutados casi un millón de ciudadanos críticos, en su mayoría pertenecientes al propio partido de Stalin, el Partido Comunista, amén de socialistas y anarquistas. Se temía de ellos que trataran de implementar el capitalismo, por lo cual fueron obligados en su mayor parte a “confesarse”, obviamente previos actos de tortura, a fin de lograr su falsa autoinculpación como “enemigos del pueblo”. Entre los procesos más relevantes y de los cuales fueron todos ejecutados, sobresalieron los “Juicios de Moscú”, como el del “Centro Terrorista Trotski-Zinóviev”, a los que se acusó de pretender organizar la muerte de Serguéi Kirov y del propio Stalin; el que enjuició, entre otros, a Grigori Sokólnikov, y el de un nutrido grupo de “trotskistas y derechistas” entre los que se encontraban el gran político y teórico Nikolái Bujarin, Christian Rakovski y Génrij Yagoda (quien fuera operador clave de las masacres de Stalin), entre muchos otros.

Barbaries demenciales a la que se sumó el envío criminal de decenas de millones a realizar trabajos forzosos en el “GULAG” (Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional). Sistema ideado por Koba a finales de los años veinte y que, a principios de los años 30, comenzó a operar en toda la URSS alcanzando cifras inconcebibles de prisioneros (zeká, zek): tal era su paranoia extrema. Al respecto, el estudioso Viktor Zemskov calcula que entre 1934 y 1953 la población presa superó los 35 millones, de los cuales murieron más de un millón seiscientos mil, siendo sólo durante la Segunda Guerra Mundial cuando su población disminuyó al ser enviada al frente de batalla.

Pero no fueron los únicos: cientos de miles de profesionistas, así como millones de campesinos que se opusieron a entregar sus tierras al Estado para formar parte de koljóses, convirtiéndose despectivamente en otro grupo de enemigos del régimen soviético: los “kulaks”, fueron también perseguidos, apresados y la mayoría de ellos igualmente ejecutados por el Comisariado del Pueblo. “La muerte resuelve todos los problemas. Sin hombre no hay problema”, decía Stalin y, sin duda, lo llevaba fielmente a la práctica, por eso ni siquiera se preocupó por salvar a su hijo de las garras del enemigo.

La pregunta es ¿cómo pudo su propio pueblo tolerarlo? De ello ya hablaremos. Por lo pronto, uno de los mecanismos que apuntaló a su régimen de terror fue la mentira, para la cual ningún perfil psicológico es más ad hoc que el de un psicópata, que no es otro que un insensible, descarado y desalmado maestro del mentir. Un ejemplo ilustrativo fue cuando imputó sin arredrarse a la Gestapo de haber realizado la “matanza de Katyn”, por la cual fue ejecutada la cúpula política, militar e intelectual polaca en un bosque cercano a la ciudad entonces soviética de Smolensk.

Sí, Stalin no sólo se autoinventó como dios: creó mitos, falseó datos y fabricó escenarios de bonanza con los que pretendió engañar al mundo, pero no contó que los archivos -aún los secretos- serían abiertos y ahora no sólo aquellos que fueron silenciados: la posteridad también conocería y develaría los horrores del régimen que encabezó destilando sangre y muerte. (Continuará)

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bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


El idolatrado “pequeño padre de los pueblos”, el hombre de acero: Stalin, fue uno de los líderes psicópatas más sanguinarios de los que se tiene registro.

Entre los destacados estudiosos de sus horrores, además de Donald Raynfield, sobresale Robert Conquest, quien ha sostenido que el objetivo fundamental de Stalin era poder consolidarse en el poder como dictador. De ahí que, una vez quitados Lenin y Trotski (Operación Utska [Pato]) de en medio, los demás que despuntaran no tardarían en ser silenciados. Su objetivo era estar libre de todo elemento “nocivo” a sus intereses. ¿Lo hacía por miedo a perder su rol protagónico? Sin duda, pero sobre todo porque su ambiciosa y narcisista naturaleza psicopática lo hacía carecer de todo sentido de contención y tolerancia, por lo que el destino de todo aquél que brillara con luz propia en el espacio político u osara cuestionarlo sería ser aniquilado sin piedad alguna.

\u0009Pero su psicopatía no se reducía a eliminar a los “enemigos” políticos. Entre 1931 y 1934 gestó la atroz masacre del Holodomor ucraniano, el equivalente del Holocausto hitleriano. En ambos casos, la suma de muertes por cada uno de los genocidios sobrepasó la docena de millones de personas, pero hubo una diferencia: mientras Hitler persiguió, torturó y ejecutó a “los otros” (judíos, gitanos, rusos, comunistas y enemigos políticos e ideológicos), Stalin mató a su propio pueblo y la vía principal que eligió para ello fue una de las más atroces, perversas y sádicas que podría haber escogido: el hambre, incentivando con ello que, en el paroxismo de la desesperación, las personas se degradaran a tal grado que tuvieran muchas de ellas que recurrir al canibalismo. De eso era capaz Stalin.

No contento con estas masacres, entre 1936 y 1938 llevó a cabo la “Gran Purga” (el “Gran Terror”), en aras de “impedir” cualquier acto de “traición” al régimen comunista, a través de la cual fueron perseguidos y ejecutados casi un millón de ciudadanos críticos, en su mayoría pertenecientes al propio partido de Stalin, el Partido Comunista, amén de socialistas y anarquistas. Se temía de ellos que trataran de implementar el capitalismo, por lo cual fueron obligados en su mayor parte a “confesarse”, obviamente previos actos de tortura, a fin de lograr su falsa autoinculpación como “enemigos del pueblo”. Entre los procesos más relevantes y de los cuales fueron todos ejecutados, sobresalieron los “Juicios de Moscú”, como el del “Centro Terrorista Trotski-Zinóviev”, a los que se acusó de pretender organizar la muerte de Serguéi Kirov y del propio Stalin; el que enjuició, entre otros, a Grigori Sokólnikov, y el de un nutrido grupo de “trotskistas y derechistas” entre los que se encontraban el gran político y teórico Nikolái Bujarin, Christian Rakovski y Génrij Yagoda (quien fuera operador clave de las masacres de Stalin), entre muchos otros.

Barbaries demenciales a la que se sumó el envío criminal de decenas de millones a realizar trabajos forzosos en el “GULAG” (Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional). Sistema ideado por Koba a finales de los años veinte y que, a principios de los años 30, comenzó a operar en toda la URSS alcanzando cifras inconcebibles de prisioneros (zeká, zek): tal era su paranoia extrema. Al respecto, el estudioso Viktor Zemskov calcula que entre 1934 y 1953 la población presa superó los 35 millones, de los cuales murieron más de un millón seiscientos mil, siendo sólo durante la Segunda Guerra Mundial cuando su población disminuyó al ser enviada al frente de batalla.

Pero no fueron los únicos: cientos de miles de profesionistas, así como millones de campesinos que se opusieron a entregar sus tierras al Estado para formar parte de koljóses, convirtiéndose despectivamente en otro grupo de enemigos del régimen soviético: los “kulaks”, fueron también perseguidos, apresados y la mayoría de ellos igualmente ejecutados por el Comisariado del Pueblo. “La muerte resuelve todos los problemas. Sin hombre no hay problema”, decía Stalin y, sin duda, lo llevaba fielmente a la práctica, por eso ni siquiera se preocupó por salvar a su hijo de las garras del enemigo.

La pregunta es ¿cómo pudo su propio pueblo tolerarlo? De ello ya hablaremos. Por lo pronto, uno de los mecanismos que apuntaló a su régimen de terror fue la mentira, para la cual ningún perfil psicológico es más ad hoc que el de un psicópata, que no es otro que un insensible, descarado y desalmado maestro del mentir. Un ejemplo ilustrativo fue cuando imputó sin arredrarse a la Gestapo de haber realizado la “matanza de Katyn”, por la cual fue ejecutada la cúpula política, militar e intelectual polaca en un bosque cercano a la ciudad entonces soviética de Smolensk.

Sí, Stalin no sólo se autoinventó como dios: creó mitos, falseó datos y fabricó escenarios de bonanza con los que pretendió engañar al mundo, pero no contó que los archivos -aún los secretos- serían abiertos y ahora no sólo aquellos que fueron silenciados: la posteridad también conocería y develaría los horrores del régimen que encabezó destilando sangre y muerte. (Continuará)

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bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli