/ lunes 7 de junio de 2021

Pulso CDMX | Lo que nos toca

Estas elecciones fueron las más violentas del México democrático por el número de asesinatos. Aun así, en pocos días la opinión pública se olvidará de las personas que perdieron la vida por sus derechos políticos y a la libertad de expresión, en la mayoría de los casos en la impunidad; sin ninguna reparación del daño para las familias de las víctimas; sin que el Estado se haga responsable. Pasará desapercibido en unas semanas porque vivimos en una sociedad donde la violencia es un número cotidiano, sin prevención, sin justicia.

La violencia no solamente fueron las muertes, sino también las prácticas clientelares de esclavitud moderna de una ciudadanía cooptada por un sistema partidista polarizado. Sin ningún proyecto de Ciudad o de país, sin ninguna ruta para el desarrollo, la mayoría de los partidos movieron estructuras financiadas ilegalmente como es de costumbre cada tres años en nuestro país. Cíclicamente, miles de personas aprovecharon esta fuente de empleo temporal en plena crisis económica a costa de una construcción democrática basada en ideas y propuestas concretas, por la desconfianza y la idea (fundamentada) de que todos los políticos son iguales.

Durante este proceso electoral también hubo un crecimiento de las candidaturas jóvenes con la esperanza de que ser joven es ser diferente. Si bien la participación de las juventudes debe crecer aún más para lograr una mejor representación en los órganos legislativos y de toma de decisión, el simple hecho de ser joven no asegura otra forma de hacer política. En varios partidos hemos sido testigos de cómo jóvenes ignorantes han reproducido viejas prácticas de compra de votos y “líderes territoriales”, de extorsión y amenazas incluso a los propios partidos políticos que los impulsaron a cambio de dinero sin trabajo.

Nos toca construir otra democracia. Una democracia basada en una política de causas. Hagamos que el activismo incida no solamente en los gobierno u órganos legislativos sino también en los partidos políticos que son el origen del problema por su funcionamiento rígido y por la reproducción de prácticas antiguas basadas en la sociedad patriarcal, en el autoritarismo corporativista, en la ausencia de autocrítica constructiva.

La Ciudad de México tiene todo el potencial para ser el inicio de una nueva forma de hacer política a partir de los movimientos sociales, del activismo, de la sociedad civil y de vecinas y vecinos que diario luchan para garantizar sus derechos, sus libertades y su acceso a un Gobierno que cumpla con sus obligaciones. La única solución para salir de la reproducción clientelar y de la violencia de la polarización entre los de antes y los de ahora (quienes además resultan ser los mismos de siempre) es la unión entre estas causas, entre estas organizaciones territoriales o comunitarias vecinales que buscan un buen gobierno basado en lo profesional y no en el reparto de un botín de cuotas entre cuates.

Hoy toca aprender del pasado con un diálogo transgeneracional basado en la verdad. Hoy toca impulsar las bases capitalinas de un movimiento ciudadano constructivo de consciencias, de propuestas y acciones.

Estas elecciones fueron las más violentas del México democrático por el número de asesinatos. Aun así, en pocos días la opinión pública se olvidará de las personas que perdieron la vida por sus derechos políticos y a la libertad de expresión, en la mayoría de los casos en la impunidad; sin ninguna reparación del daño para las familias de las víctimas; sin que el Estado se haga responsable. Pasará desapercibido en unas semanas porque vivimos en una sociedad donde la violencia es un número cotidiano, sin prevención, sin justicia.

La violencia no solamente fueron las muertes, sino también las prácticas clientelares de esclavitud moderna de una ciudadanía cooptada por un sistema partidista polarizado. Sin ningún proyecto de Ciudad o de país, sin ninguna ruta para el desarrollo, la mayoría de los partidos movieron estructuras financiadas ilegalmente como es de costumbre cada tres años en nuestro país. Cíclicamente, miles de personas aprovecharon esta fuente de empleo temporal en plena crisis económica a costa de una construcción democrática basada en ideas y propuestas concretas, por la desconfianza y la idea (fundamentada) de que todos los políticos son iguales.

Durante este proceso electoral también hubo un crecimiento de las candidaturas jóvenes con la esperanza de que ser joven es ser diferente. Si bien la participación de las juventudes debe crecer aún más para lograr una mejor representación en los órganos legislativos y de toma de decisión, el simple hecho de ser joven no asegura otra forma de hacer política. En varios partidos hemos sido testigos de cómo jóvenes ignorantes han reproducido viejas prácticas de compra de votos y “líderes territoriales”, de extorsión y amenazas incluso a los propios partidos políticos que los impulsaron a cambio de dinero sin trabajo.

Nos toca construir otra democracia. Una democracia basada en una política de causas. Hagamos que el activismo incida no solamente en los gobierno u órganos legislativos sino también en los partidos políticos que son el origen del problema por su funcionamiento rígido y por la reproducción de prácticas antiguas basadas en la sociedad patriarcal, en el autoritarismo corporativista, en la ausencia de autocrítica constructiva.

La Ciudad de México tiene todo el potencial para ser el inicio de una nueva forma de hacer política a partir de los movimientos sociales, del activismo, de la sociedad civil y de vecinas y vecinos que diario luchan para garantizar sus derechos, sus libertades y su acceso a un Gobierno que cumpla con sus obligaciones. La única solución para salir de la reproducción clientelar y de la violencia de la polarización entre los de antes y los de ahora (quienes además resultan ser los mismos de siempre) es la unión entre estas causas, entre estas organizaciones territoriales o comunitarias vecinales que buscan un buen gobierno basado en lo profesional y no en el reparto de un botín de cuotas entre cuates.

Hoy toca aprender del pasado con un diálogo transgeneracional basado en la verdad. Hoy toca impulsar las bases capitalinas de un movimiento ciudadano constructivo de consciencias, de propuestas y acciones.