El artículo primero de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México estipula que se trata de “… una corporación pública -organismo descentralizado del Estado- dotada de plena capacidad jurídica y que tiene por fines impartir educación superior para formar profesionistas, investigadores, profesores universitarios y técnicos útiles a la sociedad; organizar y realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura.”
Es el mandato que la Nación mexicana dio a su máxima instancia de pensamiento nacional, la cual, debo decir, ha sabido cumplir con su máximo empeño, capacidad, inteligencia y voluntad.
Después de todo, no podríamos entender el desarrollo social, económico, político y cultural de México sin la UNAM, la cual no sólo ha estado presente, sino que ha sido parte actuante en la vida cotidiana del país.
Publicada el 6 de enero de 1945 e iniciada su vigencia tres días después, la Ley Orgánica de la UNAM no ha sido objeto de reforma alguna por la sencilla y simple razón de que se trata del marco normativo que establece lineamientos lo suficientemente claros y contundentes para permitirle “Organizarse como lo estime mejor”. Así lo deja claro el artículo 2º de la citada ley, antes de estipular que las autoridades universitarias son la Junta de Gobierno; el Consejo Universitario; el Rector; el Patronato; los Directores de Facultades, Escuelas e Institutos, y los Consejos Técnicos. Instancias todas ellas en las que participan universitarios de todos los orígenes, formaciones, ideología e intereses, unidos bajo el único y claro propósito de fortalecer a su casa, la UNAM.
Por ello, disgregados en todo el territorio nacional, en todos los sectores y en todas las ramas, cuando los universitarios nos enteramos de cualquier intento por alterar la autonomía de nuestra casa, de inmediato levantamos la voz y nos unimos en un solo frente.
Tal es el caso del egresado, maestro universitario y actual subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta Saucedo, quien ha destacado que la autonomía de las universidades públicas debe respetarse, pues se trata del medio que permite la libre exposición de las ideas, de la pluralidad y del fortalecimiento del pensamiento crítico entre los jóvenes.
En las actuales circunstancias, la educación superior en México debe ser fortalecida y apoyada con incondicional voluntad, pues de ella depende en gran medida cerrar la brecha de desigualdad, evolucionar como sociedad y dejar atrás prejuicios que nos limitan y nos lastiman.
“Ni los gobiernos, ni ningún poder del Estado, puede involucrarse en la vida universitaria, ello corresponde únicamente a los universitarios y su comunidad”, ha dicho magistralmente el egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM.
Alejándose de las concepciones de generación espontánea, Ricardo Peralta ha advertido que las circunstancias nacionales que hoy tenemos jamás hubieran ocurrido si no hubiera autonomía universitaria y si las universidades no fueran el gran factor de cambio de este país. Por ello, dijo, “debemos de fortalecer a las universidades públicas de nuestro país en cada entidad federativa y por supuesto a nuestra Universidad Nacional”.
Ni más ni menos.
@jlcamachov