/ viernes 4 de diciembre de 2020

Un diciembre diferente

Entramos al mes de diciembre con la carga de la Pandemia, con miles de contagios y defunciones. Por si algo más faltara, con una saturación en la ocupación hospitalaria en diferentes estados del país y en la Ciudad de México. Esta saturación tiene lugar lo mismo en instituciones de salud de carácter público como privado.

Para darnos una idea de la evolución de la pandemia, comparo un dato que no hace mucho abordé en este espacio y que nos da una idea de cómo estamos: al 9 de agosto del presente año y, de acuerdo con el seguimiento que realiza el Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), existían 12,365 casos confirmados de menores con coronavirus.

Sin embargo, lo siguiente es lo más terrible: al 30 de noviembre y de acuerdo con el mismo SIPINNA, la cifra se incrementó a 32,762 niñas y niños contagiados. En casi cuatro meses, los casos no solo se duplicaron, sino que fueron más allá y, muy probablemente lleguen a triplicarse, puesto que la tendencia creciente se mantiene.

Seguramente lo anterior nos llena de tristeza e impotencia, pues sé que todos deseamos que esto ya no ocurra. No queremos que más niñas y niños vivan este drama, tampoco queremos que los jóvenes, adultos y adultos mayores se sigan contagiando.

Tras once meses de emergencia, no hemos podido contener el avance de la pandemia. Curiosamente China es la única nación que puede preciarse de haber neutralizado la expansión del Covid-19, así de contradictorio es el mundo.

Sin embargo, no hay que perder de vista el foco del problema: el número de contagios y fallecimientos registrados en los distintos países da cuenta de la manera en que cada uno asumió la gestión de la pandemia. Los aciertos o los errores están a la vista.

No sin razón -a pesar de que a varios personajes de este gobierno no les agradó- el Director General de la Organización Mundial de la Salud, expresó esta semana que la situación en nuestro país -por la pandemia- “es preocupante”, que se encuentra en una mala situación, que “cuando suben los casos y también las muertes es un problema muy serio y pediríamos a México que sea serio”. Para empeorar este escenario, recientemente la prestigiada firma estadounidense Bloomberg, señalo a México “como el peor país para vivir la pandemia”.

Lamentablemente, el punto de vista de este gobierno es totalmente opuesto. En su mensaje de este 1º de diciembre, el Presidente dijo a los mexicanos que vamos “saliendo poco a poco de la adversidad”, refiriéndose a la crisis sanitaria y la económica.

Estando, así las cosas, la vacuna es nuestra única esperanza. Por ahora, no se puede hacer más, los márgenes para administrar la crisis son estrechos y en la sociedad predominan el agobio, las presiones por los ingresos para el sostenimiento familiar, la necesidad de salir a trabajar o a buscar un empleo. Las acciones desplegadas por el gobierno son insuficientes y una buena parte de la población no actúa con responsabilidad.

El resultado está a la vista: entramos a la “segunda ola” de la pandemia. Regresar nuevamente al confinamiento y a una restricción radical de las actividades económicas, es lo que nadie quiere. Por eso nuestras esperanzas están puestas en la vacuna.

Pero al mismo tiempo que la “segunda ola” nos golpea, afortunadamente varios países asumen con urgencia el inicio de sus procesos de vacunación en este mes de diciembre.

Las capacidades de los gobiernos siguen estando a prueba, pero esta vez en medio de una complejidad mayor: por un parte, evitar la parálisis económica y social ante esta “segunda ola” de contagios y, por la otra, resolver el enorme desafío que implica vacunar a toda su población de manera gradual.

Todos deseamos el éxito de las vacunas. Sin embargo, también quiero enfatizar en que todo lo que la pandemia nos ha hecho padecer no debe ser en vano. El daño económico, la pérdida de empleos, los hogares que se quedaron sin ingresos, el miedo que nos ha invadido a todos, sobrevivir al contagio y lo más lamentable, los más de 105 mil fallecimientos registrados, nada de esto puede ser vano.

Si no aprendemos todos de la dura experiencia que ha significado la pandemia, estamos perdidos.

Diciembre siempre ha sido un mes en el cual las personas renovamos la esperanza y la fe; pero en esta ocasión, también debemos asumirlo como una oportunidad para reflexionar y para introducir verdaderos cambios en nuestras vidas, no sólo para afianzar la responsabilidad y asumir una mayor conciencia, sino también para no ser indiferentes al sufrimiento y carencias de los demás, para ser más solidarios, más humanos y generosos.

Así comenzamos este diciembre que, tras muchos años de ser un mes de alegría, reencuentro familiar y emotividad, esta vez será totalmente diferente: con una amenaza latente que todavía durará algunos meses más; pero también, con esperanza de que todo pueda cambiar para bien de cada uno de nosotros.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

Entramos al mes de diciembre con la carga de la Pandemia, con miles de contagios y defunciones. Por si algo más faltara, con una saturación en la ocupación hospitalaria en diferentes estados del país y en la Ciudad de México. Esta saturación tiene lugar lo mismo en instituciones de salud de carácter público como privado.

Para darnos una idea de la evolución de la pandemia, comparo un dato que no hace mucho abordé en este espacio y que nos da una idea de cómo estamos: al 9 de agosto del presente año y, de acuerdo con el seguimiento que realiza el Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), existían 12,365 casos confirmados de menores con coronavirus.

Sin embargo, lo siguiente es lo más terrible: al 30 de noviembre y de acuerdo con el mismo SIPINNA, la cifra se incrementó a 32,762 niñas y niños contagiados. En casi cuatro meses, los casos no solo se duplicaron, sino que fueron más allá y, muy probablemente lleguen a triplicarse, puesto que la tendencia creciente se mantiene.

Seguramente lo anterior nos llena de tristeza e impotencia, pues sé que todos deseamos que esto ya no ocurra. No queremos que más niñas y niños vivan este drama, tampoco queremos que los jóvenes, adultos y adultos mayores se sigan contagiando.

Tras once meses de emergencia, no hemos podido contener el avance de la pandemia. Curiosamente China es la única nación que puede preciarse de haber neutralizado la expansión del Covid-19, así de contradictorio es el mundo.

Sin embargo, no hay que perder de vista el foco del problema: el número de contagios y fallecimientos registrados en los distintos países da cuenta de la manera en que cada uno asumió la gestión de la pandemia. Los aciertos o los errores están a la vista.

No sin razón -a pesar de que a varios personajes de este gobierno no les agradó- el Director General de la Organización Mundial de la Salud, expresó esta semana que la situación en nuestro país -por la pandemia- “es preocupante”, que se encuentra en una mala situación, que “cuando suben los casos y también las muertes es un problema muy serio y pediríamos a México que sea serio”. Para empeorar este escenario, recientemente la prestigiada firma estadounidense Bloomberg, señalo a México “como el peor país para vivir la pandemia”.

Lamentablemente, el punto de vista de este gobierno es totalmente opuesto. En su mensaje de este 1º de diciembre, el Presidente dijo a los mexicanos que vamos “saliendo poco a poco de la adversidad”, refiriéndose a la crisis sanitaria y la económica.

Estando, así las cosas, la vacuna es nuestra única esperanza. Por ahora, no se puede hacer más, los márgenes para administrar la crisis son estrechos y en la sociedad predominan el agobio, las presiones por los ingresos para el sostenimiento familiar, la necesidad de salir a trabajar o a buscar un empleo. Las acciones desplegadas por el gobierno son insuficientes y una buena parte de la población no actúa con responsabilidad.

El resultado está a la vista: entramos a la “segunda ola” de la pandemia. Regresar nuevamente al confinamiento y a una restricción radical de las actividades económicas, es lo que nadie quiere. Por eso nuestras esperanzas están puestas en la vacuna.

Pero al mismo tiempo que la “segunda ola” nos golpea, afortunadamente varios países asumen con urgencia el inicio de sus procesos de vacunación en este mes de diciembre.

Las capacidades de los gobiernos siguen estando a prueba, pero esta vez en medio de una complejidad mayor: por un parte, evitar la parálisis económica y social ante esta “segunda ola” de contagios y, por la otra, resolver el enorme desafío que implica vacunar a toda su población de manera gradual.

Todos deseamos el éxito de las vacunas. Sin embargo, también quiero enfatizar en que todo lo que la pandemia nos ha hecho padecer no debe ser en vano. El daño económico, la pérdida de empleos, los hogares que se quedaron sin ingresos, el miedo que nos ha invadido a todos, sobrevivir al contagio y lo más lamentable, los más de 105 mil fallecimientos registrados, nada de esto puede ser vano.

Si no aprendemos todos de la dura experiencia que ha significado la pandemia, estamos perdidos.

Diciembre siempre ha sido un mes en el cual las personas renovamos la esperanza y la fe; pero en esta ocasión, también debemos asumirlo como una oportunidad para reflexionar y para introducir verdaderos cambios en nuestras vidas, no sólo para afianzar la responsabilidad y asumir una mayor conciencia, sino también para no ser indiferentes al sufrimiento y carencias de los demás, para ser más solidarios, más humanos y generosos.

Así comenzamos este diciembre que, tras muchos años de ser un mes de alegría, reencuentro familiar y emotividad, esta vez será totalmente diferente: con una amenaza latente que todavía durará algunos meses más; pero también, con esperanza de que todo pueda cambiar para bien de cada uno de nosotros.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.