/ lunes 25 de mayo de 2020

¿Y la movilidad en Covid-19?

Por: Alejandra Zenses

Entre otras cosas, la pandemia mundial nos está dirigiendo a ver en la resiliencia un pilar fundamental de las políticas públicas. Apréciese que ahora la tendencia es trasladar el concepto de sana distancia a políticas que nos ayuden a garantizar la posibilidad de reiniciar las actividades de la vida habitual en el marco de nuevos esquemas. Entendiendo por resiliencia la capacidad que tiene el ser humano para superar los momentos de crisis y tensión, y adaptarse a una nueva realidad.


Si revisamos lo que se está analizando en diversos foros (realizados en distintas plataforma digitales) encontramos que en todas las agendas de la vida pública la palabra resiliencia está presente. En el caso de la agenda que a mí me ocupa, que es la ambiental, consideramos dicho concepto como un elemento fundamental que se deberá de contemplar y fortalecer en la reactivación económica: impulsar proyectos ambientales resilientes.


Un eje que se convertirá en transversal para la reactivación es el que tiene que ver con movilidad, ya que es en la calle y en los espacios públicos donde debemos de ser más responsables y respetar la sana distancia. Sin embargo, la infraestructura instalada en las ciudades, o por lo menos en las grandes ciudades como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Querétaro, por citar los principales motores de competitividad del país, es más que evidente que la infraestructura no ayuda. El transporte público está pensado para mover un gran número de personas al mismo tiempo; de la misma manera, los puntos de transferencia o los sitios multimodales son lugares en los que muchas personas se congregan para tomar el tipo de transporte público que mejor se ajusta a sus necesidades. Y si pensamos en los sistemas aeroportuarios o los puertos, se presenta la misma situación. Todo está pensado y construido para reunir a muchas personas al mismo tiempo.


Conservar “su sana distancia”, implica un poco más de 2.5 metros de distancia y una velocidad en la movilidad mayor a 30 kilómetros por hora, para respetar el protocolo que dice que así se puede aplanar la curva de contagio. Asímismo, será fundamental generar todo un programa de re señalización con las nuevas indicaciones para que las personas entiendan hacia dónde moverse, dónde pararse a esperar, dónde no estará permitido permanecer, etc. Necesariamente esto nos estará orillando, en términos de política pública, a transitar de esquemas de movilidad verde o movilidad sustentable, que le apostaban fuertemente a cambiar el tipo de combustible o migrar hacia vehículos más limpios, a pensar en esquemas de movilidad resiliente.


Sabemos hasta el momento que en materia de infraestructura para movilidad resiliente, se está pensando en la designación de calles o avenidas para promover un aumento en el número de personas utilizando transportes no motorizados, es decir, bicicletas, patines, patinetas, y caminar, lo que implica caminos donde la velocidad no pueda ser mayor a 30 kilómteros por hora, como medida de seguridad. En algunas ciudades se han designado a estas como calles Covid. Es importante señalar que esto es aplicable en el proceso de salir de la medida de “quédate en casa”, para ayudar a la gente a que vaya perdiendo el miedo de salir de su hogar y entienda que respetando las señales y las medidas de ¨sana distancia¨ sí puede disminuir mucho la posibilidad de contagio.


Sin embargo, ¿cómo se va a realizar este cambio en la lógica de la nueva normalidad, cuando muchas personas necesitan del transporte público masivo para desplazarse de sus hogares a sus centros de trabajo? Necesariamente el tema de salud va a obligar a que se baje o se desincentive el uso del transporte público masivo, como lo conocemos hoy en día. Y generar estos nuevos esquemas de movilidad va a llevar a que los gobiernos inviertan un porcentaje importante de recursos públicos en esta nueva planeación de movilidad resiliente.


Con base en una estimación de la OCDE, el 30% del presupuesto del Producto Interno Bruto de los países se deberá destinar a la agenda de salud, y es ahí en donde se encontrará con el tema de la movildad resiliente.


En estas semanas podemos identificar esfuerzos importantes que han realizado algunas ciudades en América Latina, por ejemplo en Bogotá y Quito, se aumentaron temporalmente los kilómetros designados a las ciclovías. También en Europa se han realizado esfuerzos muy importantes en ciudades como París, Barcelona y Milán, donde se han designado calles completas para la movilidad peatonal y para el aumento de ciclovías, pero deberán ser acompañadas de un sistema de logística personal para mantener bajo control el tema del aforo. Las ciudades son el reflejo de los habitantes que vivimos en ellas. Hasta en eso tenemos que pensar en la nueva forma de movilidad.


La salud humana, la calidad de vida y la movilidad segura (en términos de seguridad personal y también en términos de salubridad) son tres pilares fundamentales que deben de replantearse en la política pública de la nueva normalidad, para que el desempeño del ser humano no se vea mermado por no tener esquemas de movilidad sustentables en términos económicos, sociales, ambientales y de salubridad. La movilidad resiliente debe de ser un componente fundamental en el esquema de la ¨nueva normalidad¨. Tenemos mucho que pensar, diseñar y rediseñar, según sea el caso, y todos tenemos en esto una gran corresponsabilidad.




Ambientalista

Por: Alejandra Zenses

Entre otras cosas, la pandemia mundial nos está dirigiendo a ver en la resiliencia un pilar fundamental de las políticas públicas. Apréciese que ahora la tendencia es trasladar el concepto de sana distancia a políticas que nos ayuden a garantizar la posibilidad de reiniciar las actividades de la vida habitual en el marco de nuevos esquemas. Entendiendo por resiliencia la capacidad que tiene el ser humano para superar los momentos de crisis y tensión, y adaptarse a una nueva realidad.


Si revisamos lo que se está analizando en diversos foros (realizados en distintas plataforma digitales) encontramos que en todas las agendas de la vida pública la palabra resiliencia está presente. En el caso de la agenda que a mí me ocupa, que es la ambiental, consideramos dicho concepto como un elemento fundamental que se deberá de contemplar y fortalecer en la reactivación económica: impulsar proyectos ambientales resilientes.


Un eje que se convertirá en transversal para la reactivación es el que tiene que ver con movilidad, ya que es en la calle y en los espacios públicos donde debemos de ser más responsables y respetar la sana distancia. Sin embargo, la infraestructura instalada en las ciudades, o por lo menos en las grandes ciudades como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Querétaro, por citar los principales motores de competitividad del país, es más que evidente que la infraestructura no ayuda. El transporte público está pensado para mover un gran número de personas al mismo tiempo; de la misma manera, los puntos de transferencia o los sitios multimodales son lugares en los que muchas personas se congregan para tomar el tipo de transporte público que mejor se ajusta a sus necesidades. Y si pensamos en los sistemas aeroportuarios o los puertos, se presenta la misma situación. Todo está pensado y construido para reunir a muchas personas al mismo tiempo.


Conservar “su sana distancia”, implica un poco más de 2.5 metros de distancia y una velocidad en la movilidad mayor a 30 kilómetros por hora, para respetar el protocolo que dice que así se puede aplanar la curva de contagio. Asímismo, será fundamental generar todo un programa de re señalización con las nuevas indicaciones para que las personas entiendan hacia dónde moverse, dónde pararse a esperar, dónde no estará permitido permanecer, etc. Necesariamente esto nos estará orillando, en términos de política pública, a transitar de esquemas de movilidad verde o movilidad sustentable, que le apostaban fuertemente a cambiar el tipo de combustible o migrar hacia vehículos más limpios, a pensar en esquemas de movilidad resiliente.


Sabemos hasta el momento que en materia de infraestructura para movilidad resiliente, se está pensando en la designación de calles o avenidas para promover un aumento en el número de personas utilizando transportes no motorizados, es decir, bicicletas, patines, patinetas, y caminar, lo que implica caminos donde la velocidad no pueda ser mayor a 30 kilómteros por hora, como medida de seguridad. En algunas ciudades se han designado a estas como calles Covid. Es importante señalar que esto es aplicable en el proceso de salir de la medida de “quédate en casa”, para ayudar a la gente a que vaya perdiendo el miedo de salir de su hogar y entienda que respetando las señales y las medidas de ¨sana distancia¨ sí puede disminuir mucho la posibilidad de contagio.


Sin embargo, ¿cómo se va a realizar este cambio en la lógica de la nueva normalidad, cuando muchas personas necesitan del transporte público masivo para desplazarse de sus hogares a sus centros de trabajo? Necesariamente el tema de salud va a obligar a que se baje o se desincentive el uso del transporte público masivo, como lo conocemos hoy en día. Y generar estos nuevos esquemas de movilidad va a llevar a que los gobiernos inviertan un porcentaje importante de recursos públicos en esta nueva planeación de movilidad resiliente.


Con base en una estimación de la OCDE, el 30% del presupuesto del Producto Interno Bruto de los países se deberá destinar a la agenda de salud, y es ahí en donde se encontrará con el tema de la movildad resiliente.


En estas semanas podemos identificar esfuerzos importantes que han realizado algunas ciudades en América Latina, por ejemplo en Bogotá y Quito, se aumentaron temporalmente los kilómetros designados a las ciclovías. También en Europa se han realizado esfuerzos muy importantes en ciudades como París, Barcelona y Milán, donde se han designado calles completas para la movilidad peatonal y para el aumento de ciclovías, pero deberán ser acompañadas de un sistema de logística personal para mantener bajo control el tema del aforo. Las ciudades son el reflejo de los habitantes que vivimos en ellas. Hasta en eso tenemos que pensar en la nueva forma de movilidad.


La salud humana, la calidad de vida y la movilidad segura (en términos de seguridad personal y también en términos de salubridad) son tres pilares fundamentales que deben de replantearse en la política pública de la nueva normalidad, para que el desempeño del ser humano no se vea mermado por no tener esquemas de movilidad sustentables en términos económicos, sociales, ambientales y de salubridad. La movilidad resiliente debe de ser un componente fundamental en el esquema de la ¨nueva normalidad¨. Tenemos mucho que pensar, diseñar y rediseñar, según sea el caso, y todos tenemos en esto una gran corresponsabilidad.




Ambientalista