/ domingo 6 de agosto de 2017

...Vamos por jerarquías

1.- Cuando un gobierno falla en su propósito básico de garantizar su propia estabilidad, a partir de la cual operan la política interior, la económica, la social y la miríada de las que de ellas derivan, tiene usualmente el recurso a la política exterior para mostrar sus habilidades, lustrar su imagen o, simplemente salvar cara hacia fuera cuando dentro se le voltea la suerte, se evidencia su falta de capacidad, afloran sus inclinaciones pirotécnicas o todas a la vez. La diplomacia puede ser de paz y puede ser de guerra, según el criterio y el momento: si la situación lo permite, procura tender brazos, lanzar iniciativas mundiales que vende a lo grande en casa y, si se le cierne un horizonte tórrido, emite declaraciones de guerra a quien las quiera tomar.

2.- El curso que ha seguido el presidente de Venezuela hacia el exterior pareciera contradecir cualquier doctrina previa en materia diplomática, pero más probablemente ni en eso es precursor el caballero. Su condena cotidiana al imperialismo es vieja como la cantaleta de amor al pueblo y sus insultos a los países que protestan contra su gobierno y desconocen la mascarada de su asamblea constituyente con la que quiere darle facha democrática a su golpe de Estado. Y México le gustó para sus invectivas, aprovechando que tiene en uno de sus líderes a un aliado solícito y una prensa que saca raja hasta del déspota caraqueño para zumbarle al gobierno mexicano.

3.- De la cascada de elucubraciones que ha producido la conferencia Peña-Trump, el dictador se apuró a gritar que Peña Nieto es un cobarde por no haberse lanzado a puñetazos contra el comerciante que lo humilló. La reacción del venezolano era lo de menos, y la puntual respuesta de México habría sido más apropiada en un funcionario menor que del secretario de Relaciones Exteriores. También la aprovecharon opinadores “comprometidos” que no dudaron en tachar al Presidente de México de traidor a la patria.

4.- La diplomacia mexicana se confirmó donde le corresponde, y buena parte del mérito toca al titular de la Cancillería. La transcripción que publicó el Washington Post del hostil telefonazo de enero de este año entre el comerciante y el Ejecutivo mexicano, cuya parte medular ya se conocía, ratificó la paciencia de Peña Nieto y su capacidad de entender que se trataba de un acto más de campaña del gringo y no de una plática entre jefes de Estado vecinos, socios y aliados que buscaba establecer un trato personal amistoso en la conducción de una relación siamesa que, muy a pesar de Trump y por más esfuerzos que hace por quebrantarla, es irremediable e ineluctable.

5.- Que la diplomacia es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de Trump, suena a sarcasmo. El individuo no genera crisis diplomáticas, pone en crisis a la diplomacia, que es distinto, sobre todo en un país donde de esas artes dependen tantas cosas y cree que se beneficia con su ordinariez para distraer a su opinión pública de la cuerda floja en que lo tiene el aparato judicial de su país por la cuestión de Rusia. El diario de Washington tal vez pensó oportuno dar un golpe adicional al drenaje roto de la información clasificada en la Casa Blanca, por lo que el ala Oeste estará en reparación las próximas semanas.

6.- Pensándolo bien, no era tan crucial que nuestro ayatola se pronunciara sobre Maduro: sus fieles predicadores ya se encargaron de condenar al gobierno de México y al resto del mundo por su injusta traición al régimen democrático y próspero del gorila, con un crecimiento de menos 25 puntos y una inflación galopante de 1000%.

camilo@kawage.com

1.- Cuando un gobierno falla en su propósito básico de garantizar su propia estabilidad, a partir de la cual operan la política interior, la económica, la social y la miríada de las que de ellas derivan, tiene usualmente el recurso a la política exterior para mostrar sus habilidades, lustrar su imagen o, simplemente salvar cara hacia fuera cuando dentro se le voltea la suerte, se evidencia su falta de capacidad, afloran sus inclinaciones pirotécnicas o todas a la vez. La diplomacia puede ser de paz y puede ser de guerra, según el criterio y el momento: si la situación lo permite, procura tender brazos, lanzar iniciativas mundiales que vende a lo grande en casa y, si se le cierne un horizonte tórrido, emite declaraciones de guerra a quien las quiera tomar.

2.- El curso que ha seguido el presidente de Venezuela hacia el exterior pareciera contradecir cualquier doctrina previa en materia diplomática, pero más probablemente ni en eso es precursor el caballero. Su condena cotidiana al imperialismo es vieja como la cantaleta de amor al pueblo y sus insultos a los países que protestan contra su gobierno y desconocen la mascarada de su asamblea constituyente con la que quiere darle facha democrática a su golpe de Estado. Y México le gustó para sus invectivas, aprovechando que tiene en uno de sus líderes a un aliado solícito y una prensa que saca raja hasta del déspota caraqueño para zumbarle al gobierno mexicano.

3.- De la cascada de elucubraciones que ha producido la conferencia Peña-Trump, el dictador se apuró a gritar que Peña Nieto es un cobarde por no haberse lanzado a puñetazos contra el comerciante que lo humilló. La reacción del venezolano era lo de menos, y la puntual respuesta de México habría sido más apropiada en un funcionario menor que del secretario de Relaciones Exteriores. También la aprovecharon opinadores “comprometidos” que no dudaron en tachar al Presidente de México de traidor a la patria.

4.- La diplomacia mexicana se confirmó donde le corresponde, y buena parte del mérito toca al titular de la Cancillería. La transcripción que publicó el Washington Post del hostil telefonazo de enero de este año entre el comerciante y el Ejecutivo mexicano, cuya parte medular ya se conocía, ratificó la paciencia de Peña Nieto y su capacidad de entender que se trataba de un acto más de campaña del gringo y no de una plática entre jefes de Estado vecinos, socios y aliados que buscaba establecer un trato personal amistoso en la conducción de una relación siamesa que, muy a pesar de Trump y por más esfuerzos que hace por quebrantarla, es irremediable e ineluctable.

5.- Que la diplomacia es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de Trump, suena a sarcasmo. El individuo no genera crisis diplomáticas, pone en crisis a la diplomacia, que es distinto, sobre todo en un país donde de esas artes dependen tantas cosas y cree que se beneficia con su ordinariez para distraer a su opinión pública de la cuerda floja en que lo tiene el aparato judicial de su país por la cuestión de Rusia. El diario de Washington tal vez pensó oportuno dar un golpe adicional al drenaje roto de la información clasificada en la Casa Blanca, por lo que el ala Oeste estará en reparación las próximas semanas.

6.- Pensándolo bien, no era tan crucial que nuestro ayatola se pronunciara sobre Maduro: sus fieles predicadores ya se encargaron de condenar al gobierno de México y al resto del mundo por su injusta traición al régimen democrático y próspero del gorila, con un crecimiento de menos 25 puntos y una inflación galopante de 1000%.

camilo@kawage.com

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