/ domingo 8 de abril de 2018

Catarsis

1.-… ¡Qué superiores, en cambio, los sentimientos que animan a nuestro pueblo! En vez de la cólera, la energía; en lugar del espíritu de venganza, el deseo de un éxito que permita instaurar un mundo de paz y de comprensión; la armonía sobre la fuerza y, por encima de los apetitos oscuros del despotismo, el amor luminoso de la justicia y la libertad. En una época en que la memoria de nuestros héroes nos exhorta a salvar de la ira extranjera la integridad de nuestro destino, los desacuerdos particulares debilitarían la energía colectiva, la discordia implicaría una traición y las pasiones sectarias cederían el paso a la determinación indomable de un pueblo en guerra, la de unirse sin reticencias y sin reservas…”

2.-Tal vez sin la refinada facundia de que hacía gala el General Ávila Camacho al llamar a la unidad nacional en días de la II Guerra, y de la pluma de Jaime Torres Bodet que delineaba su discurso, la intervención del Presidente Peña Nieto a raíz de los vulgares ataques e infame diatriba de palabra y obra del siniestro escupidor del Potomac ha cumplido un fin dilatado, reclamado y bienvenido por todos los mexicanos, de cohesionarnos en uno solo en torno al jefe del Estado ante la amenaza, el irrespeto y el insulto –apenas uno la larga lista de sus obscenas expresiones de desprecio-, del líder del país que por naturaleza nos es más cercano, en todo.

3.-Quién lo dijera, un individuo con un poder que él mismo no alcanza a dimensionar, cegado por su espejo y disecado en su soberbia, y que ha escogido a México para volcar sus conflictos, ha venido a concitar la voz de una sociedad que ha desperezado de su ataraxia y su pusilanimidad a pesar de todos los intentos de otro amargado local por enajenarla y confrontarla. A las frustraciones que con justeza lo conmina el Presidente de la República a dirigir hacia su país y sus comitentes, Trump deberá sumar la de haber generado contra su deseo, la repulsa unánime de los mexicanos.

4.-De ahí la trascendencia de ese acto de acercamiento, con la rúbrica de Carlos de Icaza, que aglutina figuras públicas hacia adelante, que se asocian e identifican en un ideal muy superior al de las transitorias pugnas internas: asegurar, ante la perfidia, la cohesión absoluta de la República. Y el mensaje, más que al zafio del país vecino, o a los candidatos de aquí, va dirigido y así debe entenderse, a la entraña de los mexicanos: rescatar la noción de nuestra nobleza como nación y el respeto que nos debemos, muy lejos del encono que entre nosotros ha sembrado un tramposo chantajista que busca apropiarse de las voluntades no para gobernar, sino para cobrar venganza eso sí, por vía del voto de su amado pueblo.

5.-Es ésta la hora de recobrarnos, en la madurez de nuestra esencia, la vocación de concordia, en el recio temple de nuestro carácter nacional y en el orgullo de la pertenencia; de capturar esa cierta idea de México que hemos dejado diluirse, aquí mismo, a manos de unos que medran con nuestro sentido de la dignidad y el respeto entre nosotros. El de López Obrador no es el retrato de los mexicanos, ni como pensamos, ni como queremos ser. Que no nos vuelva a dividir el miedo.

camilo@kawage.com

1.-… ¡Qué superiores, en cambio, los sentimientos que animan a nuestro pueblo! En vez de la cólera, la energía; en lugar del espíritu de venganza, el deseo de un éxito que permita instaurar un mundo de paz y de comprensión; la armonía sobre la fuerza y, por encima de los apetitos oscuros del despotismo, el amor luminoso de la justicia y la libertad. En una época en que la memoria de nuestros héroes nos exhorta a salvar de la ira extranjera la integridad de nuestro destino, los desacuerdos particulares debilitarían la energía colectiva, la discordia implicaría una traición y las pasiones sectarias cederían el paso a la determinación indomable de un pueblo en guerra, la de unirse sin reticencias y sin reservas…”

2.-Tal vez sin la refinada facundia de que hacía gala el General Ávila Camacho al llamar a la unidad nacional en días de la II Guerra, y de la pluma de Jaime Torres Bodet que delineaba su discurso, la intervención del Presidente Peña Nieto a raíz de los vulgares ataques e infame diatriba de palabra y obra del siniestro escupidor del Potomac ha cumplido un fin dilatado, reclamado y bienvenido por todos los mexicanos, de cohesionarnos en uno solo en torno al jefe del Estado ante la amenaza, el irrespeto y el insulto –apenas uno la larga lista de sus obscenas expresiones de desprecio-, del líder del país que por naturaleza nos es más cercano, en todo.

3.-Quién lo dijera, un individuo con un poder que él mismo no alcanza a dimensionar, cegado por su espejo y disecado en su soberbia, y que ha escogido a México para volcar sus conflictos, ha venido a concitar la voz de una sociedad que ha desperezado de su ataraxia y su pusilanimidad a pesar de todos los intentos de otro amargado local por enajenarla y confrontarla. A las frustraciones que con justeza lo conmina el Presidente de la República a dirigir hacia su país y sus comitentes, Trump deberá sumar la de haber generado contra su deseo, la repulsa unánime de los mexicanos.

4.-De ahí la trascendencia de ese acto de acercamiento, con la rúbrica de Carlos de Icaza, que aglutina figuras públicas hacia adelante, que se asocian e identifican en un ideal muy superior al de las transitorias pugnas internas: asegurar, ante la perfidia, la cohesión absoluta de la República. Y el mensaje, más que al zafio del país vecino, o a los candidatos de aquí, va dirigido y así debe entenderse, a la entraña de los mexicanos: rescatar la noción de nuestra nobleza como nación y el respeto que nos debemos, muy lejos del encono que entre nosotros ha sembrado un tramposo chantajista que busca apropiarse de las voluntades no para gobernar, sino para cobrar venganza eso sí, por vía del voto de su amado pueblo.

5.-Es ésta la hora de recobrarnos, en la madurez de nuestra esencia, la vocación de concordia, en el recio temple de nuestro carácter nacional y en el orgullo de la pertenencia; de capturar esa cierta idea de México que hemos dejado diluirse, aquí mismo, a manos de unos que medran con nuestro sentido de la dignidad y el respeto entre nosotros. El de López Obrador no es el retrato de los mexicanos, ni como pensamos, ni como queremos ser. Que no nos vuelva a dividir el miedo.

camilo@kawage.com

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