/ viernes 25 de agosto de 2017

Libre comercio y la relación con EU

La relación con Estados Unidos es sin duda alguna la más importante de nuestro país, por muchas razones de vecindad geográfica, histórica, política y de poder, al ser nuestro vecino, todavía la nación más poderosa del mundo.

En la coyuntura actual cobra mayor relevancia en tanto se está construyendo un nuevo orden mundial en gran medida por el abandono de paradigmas impuestos por los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Los cambios geopolíticos han venido aparejados con la evolución del capitalismo y sustancialmente con los modos de producción y transformación, el aprovechamiento de las materias primas y en los últimos tiempos, los avances vertiginosos de la tecnología.

En esa evolución, México en la etapa de creación de bloques económicos, se encuadro en el de América del Norte, con Estados Unidos y Canadá, que significaba el 17% del comercio mundial. Esta inserción en el bloque, significó un cambio radical en el sector primario, como el cambio en el padrón de cultivos, orientándolo a la siembra de frutas, vegetales y hortalizas para exportación. Así como cambios en la extracción de minerales y de explotación forestal.

En el sector industrial y de servicios también se reorientó el desarrollo nacional. En su momento quedó fuera del TLCAN el sector energético y el plazo para incorporar el sector agroalimentario, se pactó para 15 años después de la entrada en vigor del tratado.

Independientemente de la política que anima Trump, la revisión del tratado constituye una buena medida formular una evaluación y modernizar algunos aspectos en relación a los intereses de cada uno de los tres países. Se ponderó en su tiempo la asimetría de nuestra economía con el aparato productivo norteamericano y la innegable desigualdad que representaba. Así como las ventajas y desventajas de la integración económica subordinaran. El hecho es que se hizo y no es mi intención en estas breves líneas apertura un nuevo debate político-ideológico.

Es también una realidad que debemos agotar la vía de la negociación y revisión del TLCAN, porque las actuales circunstancias de nuestro aparato productivo, así lo exige. Lo que no implica que revisemos el Modelo de Desarrollo Económico, como lo he venido repitiendo por la enorme desigualdad social que ha generado.

El caso es que en días recientes el presidente norteamericano ha retomado su retórica antimexicana, amagando con abandonar la negociación para revisar el TLCAN, unos cuantos días después de haber concluido la primera ronda de negociación en Washington y la inminente celebración de la segunda ronda de conversaciones que se llevará a cabo en nuestro territorio en los primeros días de septiembre.

La reacción, estimo, debe ser serena, ponderada, sin aspavientos, sin caer en el juego de responder airados, enfurecidos, agraviados. Por su propia lengua conocemos que ese es el estilo negociador de Trump. Recordemos el viejo adagio de que el que enoja pierde. Eso sí, exijamos a nuestros negociadores una defensa irreductible de los intereses mexicanos.

 

* La ley no obliga a cosas imposibles.

La relación con Estados Unidos es sin duda alguna la más importante de nuestro país, por muchas razones de vecindad geográfica, histórica, política y de poder, al ser nuestro vecino, todavía la nación más poderosa del mundo.

En la coyuntura actual cobra mayor relevancia en tanto se está construyendo un nuevo orden mundial en gran medida por el abandono de paradigmas impuestos por los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Los cambios geopolíticos han venido aparejados con la evolución del capitalismo y sustancialmente con los modos de producción y transformación, el aprovechamiento de las materias primas y en los últimos tiempos, los avances vertiginosos de la tecnología.

En esa evolución, México en la etapa de creación de bloques económicos, se encuadro en el de América del Norte, con Estados Unidos y Canadá, que significaba el 17% del comercio mundial. Esta inserción en el bloque, significó un cambio radical en el sector primario, como el cambio en el padrón de cultivos, orientándolo a la siembra de frutas, vegetales y hortalizas para exportación. Así como cambios en la extracción de minerales y de explotación forestal.

En el sector industrial y de servicios también se reorientó el desarrollo nacional. En su momento quedó fuera del TLCAN el sector energético y el plazo para incorporar el sector agroalimentario, se pactó para 15 años después de la entrada en vigor del tratado.

Independientemente de la política que anima Trump, la revisión del tratado constituye una buena medida formular una evaluación y modernizar algunos aspectos en relación a los intereses de cada uno de los tres países. Se ponderó en su tiempo la asimetría de nuestra economía con el aparato productivo norteamericano y la innegable desigualdad que representaba. Así como las ventajas y desventajas de la integración económica subordinaran. El hecho es que se hizo y no es mi intención en estas breves líneas apertura un nuevo debate político-ideológico.

Es también una realidad que debemos agotar la vía de la negociación y revisión del TLCAN, porque las actuales circunstancias de nuestro aparato productivo, así lo exige. Lo que no implica que revisemos el Modelo de Desarrollo Económico, como lo he venido repitiendo por la enorme desigualdad social que ha generado.

El caso es que en días recientes el presidente norteamericano ha retomado su retórica antimexicana, amagando con abandonar la negociación para revisar el TLCAN, unos cuantos días después de haber concluido la primera ronda de negociación en Washington y la inminente celebración de la segunda ronda de conversaciones que se llevará a cabo en nuestro territorio en los primeros días de septiembre.

La reacción, estimo, debe ser serena, ponderada, sin aspavientos, sin caer en el juego de responder airados, enfurecidos, agraviados. Por su propia lengua conocemos que ese es el estilo negociador de Trump. Recordemos el viejo adagio de que el que enoja pierde. Eso sí, exijamos a nuestros negociadores una defensa irreductible de los intereses mexicanos.

 

* La ley no obliga a cosas imposibles.