/ domingo 4 de octubre de 2015

Una ciudad rota en pedazos / Camilo Kawage Vera

1.- Los nuevos jefes delegacionales del Distrito Federal tienen la obligación de hacer milagros, pues amén de poner orden en sus respectivas oficinas, deben emparejar la obra que en por lo menos diez años no se ha realizado. La voracidad, la ineptitud, cuando no la franca villanía de no pocos de sus antecesores inmediatos, los pone contra la pared porque la ciudad está prácticamente en pedazos, y numerosas colonias parecen zona de guerra. No se les exige un poco de honradez y algo de compromiso: se les demanda la absoluta honestidad y la total dedicación en el desempeño de sus cargos. La abyecta procacidad de buen número de los que se han ido es una deshonra para los habitantes de la prodigiosa ciudad que vivimos.

2.- Casos de escándalo abundan, como el de Tlalpan, donde la delegada que tomó posesión encontró que se habían llevado el material de oficina y hasta los teléfonos, y el cínico antecesor ofreció prestarle a la morena Sheinbaum –que ella misma no se caracteriza por su probidad– una laptop. La demarcación se encuentra en estado de desastre, cosa de dar una vuelta por la otrora carretera Picacho-Ajusco, las calles del pueblo de Tlalpan, entre otras. Ahí, debe seguírsele el rastro al antecesor, porque no hizo su trabajo, y es del dominio público que promovió diversos negocios para su provecho.

3.- La más poblada de la capital es Iztapalapa, que conforma una ciudad por sí sola, y se le ha tratado como el patito feo, además de una gran caja chica para el redentor y sus secuaces. Con dos millones de habitantes, es también, la más castigada en cuanto al abasto de agua (a pesar de que hace un par de años se descubrió un yacimiento acuífero vastísimo, del que no se ha vuelto a dar información). Su luchona y sufrida población registra condiciones de desigualdad que necesitan más que un Juanito, y que un delegado con gusto por las camionetas mochadas.

4.- Cuauhtémoc tiene el corazón de México, su historia, su cultura y su civilización. Con apenas cerca de 600 mil habitantes fijos, la ciudad y el mundo pasan por ahí todos los días, y en ella se mueve buena parte del PIB del país. Rescatar zonas de abandono por décadas, aunque todos son expertos en la Colonia Juárez y la antigua Zona Rosa requiere, más que un operador del caudillo, un visionario y dedicado jefe delegacional, que eche el guante a los giros negros en lugar de hacerse su socio, y que en vez de ver para su santo y el de su jefe, promueva la generación de riqueza y la debida operación de la infraestructura.

5.- Ninguna delegación es más importante que otra, sea Milpa Alta o Gustavo A. Madero. En Miguel Hidalgo viven cerca de 400 mil personas y tiene tal vez más soluciones que problemas; pero los que tiene deben ser abordados de emergencia por la delegada entrante. Con su formación de urbanista e ingeniera, Xóchitl no puede esperar a reparar las calles de muchas colonias en que se siente uno en Kabul; Tacuba, la Anáhuac, tienen mejores calles y banquetas que Polanco y Las Lomas, la colonia más pudiente de la ciudad, donde las calles están rotas. En Masaryk hicieron un callejón más propio de Berna, Suiza, que de la megalópolis y tienen que poner remedio. No acaba.

6.- Por espacio, solo unos botones, pero toda la ciudad está en pedazos. La autonomía que la ley confirió a las delegaciones ha sido usada para trapacerías y negocios personales, y no ha servido su función de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Los encargados electos tienen la obligación de poner manos a la obra y la oportunidad de sobresalir. Lo que no tienen es tiempo. camilo@kawage.com

1.- Los nuevos jefes delegacionales del Distrito Federal tienen la obligación de hacer milagros, pues amén de poner orden en sus respectivas oficinas, deben emparejar la obra que en por lo menos diez años no se ha realizado. La voracidad, la ineptitud, cuando no la franca villanía de no pocos de sus antecesores inmediatos, los pone contra la pared porque la ciudad está prácticamente en pedazos, y numerosas colonias parecen zona de guerra. No se les exige un poco de honradez y algo de compromiso: se les demanda la absoluta honestidad y la total dedicación en el desempeño de sus cargos. La abyecta procacidad de buen número de los que se han ido es una deshonra para los habitantes de la prodigiosa ciudad que vivimos.

2.- Casos de escándalo abundan, como el de Tlalpan, donde la delegada que tomó posesión encontró que se habían llevado el material de oficina y hasta los teléfonos, y el cínico antecesor ofreció prestarle a la morena Sheinbaum –que ella misma no se caracteriza por su probidad– una laptop. La demarcación se encuentra en estado de desastre, cosa de dar una vuelta por la otrora carretera Picacho-Ajusco, las calles del pueblo de Tlalpan, entre otras. Ahí, debe seguírsele el rastro al antecesor, porque no hizo su trabajo, y es del dominio público que promovió diversos negocios para su provecho.

3.- La más poblada de la capital es Iztapalapa, que conforma una ciudad por sí sola, y se le ha tratado como el patito feo, además de una gran caja chica para el redentor y sus secuaces. Con dos millones de habitantes, es también, la más castigada en cuanto al abasto de agua (a pesar de que hace un par de años se descubrió un yacimiento acuífero vastísimo, del que no se ha vuelto a dar información). Su luchona y sufrida población registra condiciones de desigualdad que necesitan más que un Juanito, y que un delegado con gusto por las camionetas mochadas.

4.- Cuauhtémoc tiene el corazón de México, su historia, su cultura y su civilización. Con apenas cerca de 600 mil habitantes fijos, la ciudad y el mundo pasan por ahí todos los días, y en ella se mueve buena parte del PIB del país. Rescatar zonas de abandono por décadas, aunque todos son expertos en la Colonia Juárez y la antigua Zona Rosa requiere, más que un operador del caudillo, un visionario y dedicado jefe delegacional, que eche el guante a los giros negros en lugar de hacerse su socio, y que en vez de ver para su santo y el de su jefe, promueva la generación de riqueza y la debida operación de la infraestructura.

5.- Ninguna delegación es más importante que otra, sea Milpa Alta o Gustavo A. Madero. En Miguel Hidalgo viven cerca de 400 mil personas y tiene tal vez más soluciones que problemas; pero los que tiene deben ser abordados de emergencia por la delegada entrante. Con su formación de urbanista e ingeniera, Xóchitl no puede esperar a reparar las calles de muchas colonias en que se siente uno en Kabul; Tacuba, la Anáhuac, tienen mejores calles y banquetas que Polanco y Las Lomas, la colonia más pudiente de la ciudad, donde las calles están rotas. En Masaryk hicieron un callejón más propio de Berna, Suiza, que de la megalópolis y tienen que poner remedio. No acaba.

6.- Por espacio, solo unos botones, pero toda la ciudad está en pedazos. La autonomía que la ley confirió a las delegaciones ha sido usada para trapacerías y negocios personales, y no ha servido su función de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Los encargados electos tienen la obligación de poner manos a la obra y la oportunidad de sobresalir. Lo que no tienen es tiempo. camilo@kawage.com

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