/ viernes 15 de diciembre de 2017

Despacito

En 1536 Juan de Zumárraga señaló la necesidad de que hubiera una universidad en Nueva España. El virrey Antonio de Mendoza, recién llegado, aceptó la propuesta. Once años después, en 1547, Carlos I de España y V de Alemania -emperador del Sacro Imperio Romano Germánico-, al vencer a los príncipes electores alemanes en la Batalla de Mülberg, formuló la Cédula fundacional de la Real y Pontificia Universidad de México.

Aulas, edificios administrativos, bibliotecas, centros de investigación, ocuparon durante 405 años edificios en el Barrio Universitario, en pleno centro de la ciudad capital.

El primer proyecto arquitectónico de una ciudad universitaria la formularon en 1928 dos alumnos de la Escuela Nacional de Arquitectura: Mauricio de María y Campos y Marcial Gutiérrez Camarena. Quince años después, el rector Rodulfo Brito Foucher, tabasqueño, estableció la comisión que elegiría el sitio para construirla. Escogieron los terrenos que el Xitle, hacía dos mil años, había cubierto de lava. Durante la administración del presidente Manuel Ávila Camacho, el rector Genaro Fernández McGregor, formuló una propuesta para la Ley sobre la Fundación y Construcción de la Ciudad Universitaria, que fue aprobada por el Congreso de la Unión el 31 de diciembre de 1945.

Al año siguiente, el rector Salvador Zubirán gestionó la adquisición de los terrenos. El 20 de noviembre de 1952, a 400 años de haber sido fundada, Miguel Alemán inauguró la Ciudad Universitaria. Despacito. Tomó mucho tiempo. Como todos los propósitos de cambio social, educativo, económico, político, industrial, fiscal, comercial, de relaciones con otros países, cultural, de comunicación ferrocarrilera, carretera, de caminos rurales, de política fiscal, de seguridad para los habitantes de las grandes, medianas, pequeñas ciudades y de los asentamientos humanos rurales, dispersos; de protección civil para contrarrestar las destructivas actividades delictivas de los distribuidores de estupefacientes, la apertura al cultivo de tierras feraces ociosas, de generación hidráulica de electricidad, de sistemas de riego, de mejoría en los ambientes vitales de las grandes ciudades, de transporte hacia las comunidades rurales que producen alimentos, en rehabilitación de puertos fluviales y marítimos, en la apertura de rutas de fácil acceso a los mercados de granos alimenticios cuyos precios no sean controlados por el hampa, sino por quienes acatan las disposiciones de protección a los pequeños productores que sobreviven en las prisiones colectivas disfrazadas de zonas de refugio cultural donde millones de mexicanos descendientes de las culturas originales de Mesoamérica viven sometidos a una prisión de barreras naturales, como son las faldas de las montañas de las grandes Sierras Madre del Oriente y del Occidente.

En octubre de 1966 la Dirección General de Servicios Sociales de la UNAM publicó un compendio del Anuario Estadístico 1964 de la UNAM. Aún para los no especialistas en interpretación estadística, algunos datos pronosticaban el surgimiento de problemas sociales. El 40% de la población estudiantil había nacido en los estados de la República. El promedio de ingresos de la familia de estos estudiantes escasamente rebasaba tres mil pesos mensuales. El mayor número de estudiantes vivía en la colonia Portales. El 20% de los alumnos padecía hambre. Llegaban a clases sin haber cenado ni desayunado.

Esta situación la padece un gran conjunto de estudiantes. Y de mexicanos sin otro adjetivo. Los problemas se resolverán, como siempre: despacito.

En 1536 Juan de Zumárraga señaló la necesidad de que hubiera una universidad en Nueva España. El virrey Antonio de Mendoza, recién llegado, aceptó la propuesta. Once años después, en 1547, Carlos I de España y V de Alemania -emperador del Sacro Imperio Romano Germánico-, al vencer a los príncipes electores alemanes en la Batalla de Mülberg, formuló la Cédula fundacional de la Real y Pontificia Universidad de México.

Aulas, edificios administrativos, bibliotecas, centros de investigación, ocuparon durante 405 años edificios en el Barrio Universitario, en pleno centro de la ciudad capital.

El primer proyecto arquitectónico de una ciudad universitaria la formularon en 1928 dos alumnos de la Escuela Nacional de Arquitectura: Mauricio de María y Campos y Marcial Gutiérrez Camarena. Quince años después, el rector Rodulfo Brito Foucher, tabasqueño, estableció la comisión que elegiría el sitio para construirla. Escogieron los terrenos que el Xitle, hacía dos mil años, había cubierto de lava. Durante la administración del presidente Manuel Ávila Camacho, el rector Genaro Fernández McGregor, formuló una propuesta para la Ley sobre la Fundación y Construcción de la Ciudad Universitaria, que fue aprobada por el Congreso de la Unión el 31 de diciembre de 1945.

Al año siguiente, el rector Salvador Zubirán gestionó la adquisición de los terrenos. El 20 de noviembre de 1952, a 400 años de haber sido fundada, Miguel Alemán inauguró la Ciudad Universitaria. Despacito. Tomó mucho tiempo. Como todos los propósitos de cambio social, educativo, económico, político, industrial, fiscal, comercial, de relaciones con otros países, cultural, de comunicación ferrocarrilera, carretera, de caminos rurales, de política fiscal, de seguridad para los habitantes de las grandes, medianas, pequeñas ciudades y de los asentamientos humanos rurales, dispersos; de protección civil para contrarrestar las destructivas actividades delictivas de los distribuidores de estupefacientes, la apertura al cultivo de tierras feraces ociosas, de generación hidráulica de electricidad, de sistemas de riego, de mejoría en los ambientes vitales de las grandes ciudades, de transporte hacia las comunidades rurales que producen alimentos, en rehabilitación de puertos fluviales y marítimos, en la apertura de rutas de fácil acceso a los mercados de granos alimenticios cuyos precios no sean controlados por el hampa, sino por quienes acatan las disposiciones de protección a los pequeños productores que sobreviven en las prisiones colectivas disfrazadas de zonas de refugio cultural donde millones de mexicanos descendientes de las culturas originales de Mesoamérica viven sometidos a una prisión de barreras naturales, como son las faldas de las montañas de las grandes Sierras Madre del Oriente y del Occidente.

En octubre de 1966 la Dirección General de Servicios Sociales de la UNAM publicó un compendio del Anuario Estadístico 1964 de la UNAM. Aún para los no especialistas en interpretación estadística, algunos datos pronosticaban el surgimiento de problemas sociales. El 40% de la población estudiantil había nacido en los estados de la República. El promedio de ingresos de la familia de estos estudiantes escasamente rebasaba tres mil pesos mensuales. El mayor número de estudiantes vivía en la colonia Portales. El 20% de los alumnos padecía hambre. Llegaban a clases sin haber cenado ni desayunado.

Esta situación la padece un gran conjunto de estudiantes. Y de mexicanos sin otro adjetivo. Los problemas se resolverán, como siempre: despacito.

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