/ martes 9 de junio de 2020

Después de la crisis: la ciudad que queremos

Por: Jaime Morales

El nuevo coronavirus ha llegado a dividir el tiempo en dos: el antes y el después de la aparición de esta crisis. Son épocas de emergencia sanitaria, pero también de reflexión. Queremos volver a la normalidad a toda prisa, pero yo me pregunto ¿a qué normalidad queremos volver?

La normalidad que hoy conocemos, Covid-19 aparte, está caracterizada por las desigualdades. Las injusticias del día a día son las que provocaron que no toda la población pudiera resguardarse de la pandemia o que no todos tuvieran al alcance los recursos necesarios para hacer frente a sus efectos. Durante décadas, ha primado una visión que olvida a los más pobres y violenta a los históricamente castigados. Y no solamente hablo de México, sino del mundo entero.

Lo que conocíamos como normalidad era un mundo donde la discriminación vulneraba a millones de personas, ya fuera por orientación sexual, por identidad y expresión de género, o por muchas otras, a veces incluso sin que el Estado hiciera nada para evitarlo. Esta discriminación puede palparse en la falta de acceso a la salud para las personas trans, en los crímenes de odio contra las personas LGBTTTI, en los obstáculos para los derechos laborales de las mujeres, entre una vergonzosa y larga lista. Yo, a esa normalidad discriminatoria donde la solidaridad es reservada sólo para los momentos de emergencia, no quisiera volver.

Una normalidad donde la violencia de género se desborda, donde la violencia atraviesa por nuestras casas, como consecuencia de un sistema patriarcal que no acabamos de desterrar, no debe ser nuestro punto de retorno. Una normalidad donde los derechos humanos no alcancen su máximo cumplimiento no puede ser nuestra meta.

Ojalá la reflexión nos lleve a todas y todos al mismo punto, que decidamos tomar las riendas de nuestras vidas (en individual y en colectivo) y ver la pandemia como un punto de inflexión. Hay muchas cosas buenas que extrañamos, no las podemos negar, pero también hay mucho que necesitamos cambiar.

Hay demandas que no han terminado de cristalizar. Hay muchas prácticas que necesitamos erradicar por siempre. La política nunca más puede ser un asunto de unos cuantos, todas y todos debemos participar de la vida de nuestra ciudad, de nuestro país. La política nunca más debe ser un medio para abusar de la pobreza y de la desinformación.

No podemos volver a la normalidad. No si eso significa volver a las dinámicas que ocasionan la violencia, la injusticia, la desigualdad, la depredación de la naturaleza.

Éste es el momento de revisar el mundo que estábamos construyendo. El planeta aún nos ofrece la oportunidad de habitarlo de una mejor forma. Quizás sea el momento de retomar la utopía de un mundo más justo, más amable, solidario. Un mundo donde, como dice el ideal de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las personas estemos liberadas del temor y la miseria.


Subsecretario de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de México,

Por: Jaime Morales

El nuevo coronavirus ha llegado a dividir el tiempo en dos: el antes y el después de la aparición de esta crisis. Son épocas de emergencia sanitaria, pero también de reflexión. Queremos volver a la normalidad a toda prisa, pero yo me pregunto ¿a qué normalidad queremos volver?

La normalidad que hoy conocemos, Covid-19 aparte, está caracterizada por las desigualdades. Las injusticias del día a día son las que provocaron que no toda la población pudiera resguardarse de la pandemia o que no todos tuvieran al alcance los recursos necesarios para hacer frente a sus efectos. Durante décadas, ha primado una visión que olvida a los más pobres y violenta a los históricamente castigados. Y no solamente hablo de México, sino del mundo entero.

Lo que conocíamos como normalidad era un mundo donde la discriminación vulneraba a millones de personas, ya fuera por orientación sexual, por identidad y expresión de género, o por muchas otras, a veces incluso sin que el Estado hiciera nada para evitarlo. Esta discriminación puede palparse en la falta de acceso a la salud para las personas trans, en los crímenes de odio contra las personas LGBTTTI, en los obstáculos para los derechos laborales de las mujeres, entre una vergonzosa y larga lista. Yo, a esa normalidad discriminatoria donde la solidaridad es reservada sólo para los momentos de emergencia, no quisiera volver.

Una normalidad donde la violencia de género se desborda, donde la violencia atraviesa por nuestras casas, como consecuencia de un sistema patriarcal que no acabamos de desterrar, no debe ser nuestro punto de retorno. Una normalidad donde los derechos humanos no alcancen su máximo cumplimiento no puede ser nuestra meta.

Ojalá la reflexión nos lleve a todas y todos al mismo punto, que decidamos tomar las riendas de nuestras vidas (en individual y en colectivo) y ver la pandemia como un punto de inflexión. Hay muchas cosas buenas que extrañamos, no las podemos negar, pero también hay mucho que necesitamos cambiar.

Hay demandas que no han terminado de cristalizar. Hay muchas prácticas que necesitamos erradicar por siempre. La política nunca más puede ser un asunto de unos cuantos, todas y todos debemos participar de la vida de nuestra ciudad, de nuestro país. La política nunca más debe ser un medio para abusar de la pobreza y de la desinformación.

No podemos volver a la normalidad. No si eso significa volver a las dinámicas que ocasionan la violencia, la injusticia, la desigualdad, la depredación de la naturaleza.

Éste es el momento de revisar el mundo que estábamos construyendo. El planeta aún nos ofrece la oportunidad de habitarlo de una mejor forma. Quizás sea el momento de retomar la utopía de un mundo más justo, más amable, solidario. Un mundo donde, como dice el ideal de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las personas estemos liberadas del temor y la miseria.


Subsecretario de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de México,