/ domingo 24 de marzo de 2024

Entre piernas y telones / La velocidad del otoño

El próximo 3 de julio mi admirada Susana Alexander cumplirá 81 años de vida, 74 de los cuales han estado dedicados a la actuación.

Sí, 74, porque debutó en televisión con sólo siete años de edad pues su madre, la siempre recordada Brígida Alexander, necesitaba una niña para el programa que producía, y nada más cerca que usar a su propia hija, sin saber que despertaría en ella una pasión que se ha convertido en el eje de su existencia.

Ahora Susana, Alexander la Grande, anuncia con “La velocidad del otoño” su retiro de las temporadas teatrales, “pues estoy cansada”, ha repetido una y otra vez. Y cómo no va a estarlo si materialmente no ha descansado un solo día en 74 años dedicados a actuar, dirigir, producir, traducir, adaptar, escribir, promover, leer, divertir, conmover, impulsar, comentar, exigir, declamar y reclamar…

De esos 74 años, he tenido el privilegio de ser testigo en primera fila de casi cinco décadas (y un poco más si sumamos mis experiencias televisivas, como la telenovela “Lucía sombra”, en la que Susana compartía escenas con otras dos grandes: Beatriz Sheridan y Ofelia Medina).

Mi primera vez con Susana fue en “Electra”, en el teatro Xola, donde ella interpretaba a la protagonista de esa tragedia griega, al lado de Ofelia Guilmain (“Clitemnestra”) y Héctor Bonilla (“Orestes”). Recuerdo vívidamente toda la puesta en escena y el impacto que me causó la fuerza de esa güerita, quien dejaba todo en cada diálogo, en cada acción, en cada escena...

Volví a encontrarla poco después en el CCH Azcapotzalco hasta donde llegó con “Si me permiten hablar”, un espectáculo armado por ella a partir de textos de mujeres latinoamericanas, del que alguna vez me prometió hacer una nueva y única función en exclusiva para quien esto escribe. ¡La sigo esperando!

Su presencia en esa escuela de la UNAM, luego lo supe, era algo cotidiano en su vida, pues durante años se dedicó a recorrer el país entero para presentar algunos de sus muchos montajes o de sus espectáculos unipersonales en escuelas, rancherías, plazas públicas, teatros del pueblo...

Los títulos de todas estas décadas se me vienen a la memoria sin ningún orden, pero todos aplaudidos entonces y evocados ahora por su calidad y fuerza: “El primero”, “Bailepoemando, “Cómo ser una buena madre judía”, “Los monólogos de la vagina”, “Yo madre, yo hija”, “Locos por el té”, “Buenas noches mamá”, “Instrucciones para una muerte feliz”, “Cartas de amor”, “Las cuatro estaciones”, “Oz”, “Afectuosamente suya”, “Punto y coma”, “El año del pensamiento mágico”, “Debiera haber obispas”…

Ahora, Susana brilla en grande en “La velocidad del otoño”, con la que hace temporada (la última en forma, como ya lo ha dicho), los sábados y domingos en el teatro Rafel Solana, del Centro Cultural Veracruzano.

“La velocidad de otoño”, de Erick Coble, se estrenó en Broadway en 2014, y fue nominada al premio Pulitzer de drama, y su protagonista (Estelle Parsons) recibió una nominación al premio Tony como mejor actriz.

Con la traducción y adaptación de Guillermo Wiechers, “La velocidad del otoño” se acerca maravillosamente a nuestra realidad. La acción se ubica en Polanco, en la ciudad de México, en estos momentos y cuenta la vida de una octagenaria a quienes sus hijos han decidido enviar a una casa de retiro y ella no quiere irse, por lo que toma una decisión drástica, que es…

Como también lo ha declarado en diversas entrevistas, la obra bien podría haber sido escrita por la misma Susana, pues muchas de sus ideas, palabras, actitudes, vivencias, están en la trama.

Ella misma ha dirigido la puesta en escena, y hay que aplaudirla porque se ha dirigido muy bien. Al igual que lo ha hecho con Fernando Canek, quien da vida a su hijo menor, quien luego de 20 años de ausencia regresa a casa a petición de sus hermanos, para convencer a la madre de…

Gran trabajo de dirección y de actuación. ¡Bravo a ambos!

La puesta en escena es casi minimalista, apenas unos pequeños elementos escenográficos y de utilería para insinuar lo vital para que transcurra la acción. Lo importante es el texto, la trama, la historia, los personajes. Y eso es estupendo.

Alguna vez en el teatro El Galeón, donde ambos aplaudíamos a la gran Julissa en la obra “Este es mi nuevo show”, entrevisté a Susana para un trabajo escolar y me regañó. A mi pregunta de ¿cuáles son las diferencias entre teatro comercial y teatro cultural?, respondió: “Esa división no existe, es absurda y arbitraria. Todo el teatro es comercial, se hace para que la gente lo vea. Y si paga o no por ello es secundario. Lo importante es que lo vea. Y eso sí, hay buen teatro y mal teatro, bien hecho y mal hecho”.

Susana, tú has hecho siempre buen teatro, teatro bien hecho. ¡Gran teatro!, como lo es “La velocidad del otoño”, con la que anuncias tu adiós de las temporadas en forma, o para seguir sólo con tus unipersonales, que presentarás donde te inviten. Seguramente habrá miles de invitaciones.

Por ahora, es justo y necesario decirte: ¡Susana, gracias por el milagro de tu presencia estos largos 74 años en el escenario!


El próximo 3 de julio mi admirada Susana Alexander cumplirá 81 años de vida, 74 de los cuales han estado dedicados a la actuación.

Sí, 74, porque debutó en televisión con sólo siete años de edad pues su madre, la siempre recordada Brígida Alexander, necesitaba una niña para el programa que producía, y nada más cerca que usar a su propia hija, sin saber que despertaría en ella una pasión que se ha convertido en el eje de su existencia.

Ahora Susana, Alexander la Grande, anuncia con “La velocidad del otoño” su retiro de las temporadas teatrales, “pues estoy cansada”, ha repetido una y otra vez. Y cómo no va a estarlo si materialmente no ha descansado un solo día en 74 años dedicados a actuar, dirigir, producir, traducir, adaptar, escribir, promover, leer, divertir, conmover, impulsar, comentar, exigir, declamar y reclamar…

De esos 74 años, he tenido el privilegio de ser testigo en primera fila de casi cinco décadas (y un poco más si sumamos mis experiencias televisivas, como la telenovela “Lucía sombra”, en la que Susana compartía escenas con otras dos grandes: Beatriz Sheridan y Ofelia Medina).

Mi primera vez con Susana fue en “Electra”, en el teatro Xola, donde ella interpretaba a la protagonista de esa tragedia griega, al lado de Ofelia Guilmain (“Clitemnestra”) y Héctor Bonilla (“Orestes”). Recuerdo vívidamente toda la puesta en escena y el impacto que me causó la fuerza de esa güerita, quien dejaba todo en cada diálogo, en cada acción, en cada escena...

Volví a encontrarla poco después en el CCH Azcapotzalco hasta donde llegó con “Si me permiten hablar”, un espectáculo armado por ella a partir de textos de mujeres latinoamericanas, del que alguna vez me prometió hacer una nueva y única función en exclusiva para quien esto escribe. ¡La sigo esperando!

Su presencia en esa escuela de la UNAM, luego lo supe, era algo cotidiano en su vida, pues durante años se dedicó a recorrer el país entero para presentar algunos de sus muchos montajes o de sus espectáculos unipersonales en escuelas, rancherías, plazas públicas, teatros del pueblo...

Los títulos de todas estas décadas se me vienen a la memoria sin ningún orden, pero todos aplaudidos entonces y evocados ahora por su calidad y fuerza: “El primero”, “Bailepoemando, “Cómo ser una buena madre judía”, “Los monólogos de la vagina”, “Yo madre, yo hija”, “Locos por el té”, “Buenas noches mamá”, “Instrucciones para una muerte feliz”, “Cartas de amor”, “Las cuatro estaciones”, “Oz”, “Afectuosamente suya”, “Punto y coma”, “El año del pensamiento mágico”, “Debiera haber obispas”…

Ahora, Susana brilla en grande en “La velocidad del otoño”, con la que hace temporada (la última en forma, como ya lo ha dicho), los sábados y domingos en el teatro Rafel Solana, del Centro Cultural Veracruzano.

“La velocidad de otoño”, de Erick Coble, se estrenó en Broadway en 2014, y fue nominada al premio Pulitzer de drama, y su protagonista (Estelle Parsons) recibió una nominación al premio Tony como mejor actriz.

Con la traducción y adaptación de Guillermo Wiechers, “La velocidad del otoño” se acerca maravillosamente a nuestra realidad. La acción se ubica en Polanco, en la ciudad de México, en estos momentos y cuenta la vida de una octagenaria a quienes sus hijos han decidido enviar a una casa de retiro y ella no quiere irse, por lo que toma una decisión drástica, que es…

Como también lo ha declarado en diversas entrevistas, la obra bien podría haber sido escrita por la misma Susana, pues muchas de sus ideas, palabras, actitudes, vivencias, están en la trama.

Ella misma ha dirigido la puesta en escena, y hay que aplaudirla porque se ha dirigido muy bien. Al igual que lo ha hecho con Fernando Canek, quien da vida a su hijo menor, quien luego de 20 años de ausencia regresa a casa a petición de sus hermanos, para convencer a la madre de…

Gran trabajo de dirección y de actuación. ¡Bravo a ambos!

La puesta en escena es casi minimalista, apenas unos pequeños elementos escenográficos y de utilería para insinuar lo vital para que transcurra la acción. Lo importante es el texto, la trama, la historia, los personajes. Y eso es estupendo.

Alguna vez en el teatro El Galeón, donde ambos aplaudíamos a la gran Julissa en la obra “Este es mi nuevo show”, entrevisté a Susana para un trabajo escolar y me regañó. A mi pregunta de ¿cuáles son las diferencias entre teatro comercial y teatro cultural?, respondió: “Esa división no existe, es absurda y arbitraria. Todo el teatro es comercial, se hace para que la gente lo vea. Y si paga o no por ello es secundario. Lo importante es que lo vea. Y eso sí, hay buen teatro y mal teatro, bien hecho y mal hecho”.

Susana, tú has hecho siempre buen teatro, teatro bien hecho. ¡Gran teatro!, como lo es “La velocidad del otoño”, con la que anuncias tu adiós de las temporadas en forma, o para seguir sólo con tus unipersonales, que presentarás donde te inviten. Seguramente habrá miles de invitaciones.

Por ahora, es justo y necesario decirte: ¡Susana, gracias por el milagro de tu presencia estos largos 74 años en el escenario!