Donald Trump es el cuadragésimo quinto Presidente de Estados Unidos de Norteamérica. A lo largo de 223 años únicamente dos de ellos --Andrew Johnson y William Clinton—han sido sometidos al juicio de imputabilidad –impeachment-- que establece el artículo II, sección 4 de la Constitución de ese país. Ambos fueron absueltos. El proceso en contra de Johnson se originó cuando cesó al Secretario de Guerra, Edwin Stanton, quien se dedicaba a obstruir las presidenciales decisiones. Johnson fue absuelto y Stanton fue cesado.
Clinton fue sometido a juicio por perjurio y obstrucción de la justicia porque negó sus devaneos y travesuras en la oficina oval con Mónica Lewinsky, una joven cuyos estudios universitarios sufragaba la Casa Blanca. La Cámara de Representantes apoyó la destitución pero la Cámara de Senadores la desestimó. Clinton continuó en la Presidencia. La Constitución de ese país señala que la traición, el soborno y “otros delitos graves” de los servidores públicos, incluidos el Presidente, el Vicepresidente, senadores y representantes o miembros de la burocracia superior de los poderes ejecutivo, legislativo, y judicial, federales y locales son susceptibles de ser castigados con la sentencia que resuelva el procedimiento penal correspondiente, fundamentado en el proceso de imputabilidad: impeachment.
Convendría a los altas jerarquías administrativas, federales y estatales; a los jueces supremos nacionales y de las entidades locales, y a los Senadores, y diputados federales y locales mexicanos, no brincar de gusto cada vez que alguien que forme parte de personas morales de Estados Unidos, de México, de Canadá, y similares y conexos de cualquier estado nacional grande o chico, se le ocurre percibir indicios de que Trump podría ser removido de su cargo porque alguien menciona su posible sujeción a proceso de imputabilidad…la famosísima destitución o impeachment articulada, pronunciada con acento sureño o norteño estadounidense. A Trump no lo destituye ni el cónclave hollywoodense reunido en Cannes, en el D.F. durante la distribución de los Arieles, o en Londres, Venecia, o Sao Paolo. Menos aún las frases de los narradores de los acontecimientos locales, nacionales e internacionales guiados por la imprescindible alfombra roja que provocan las actividades de los magnates de comunicaciones instantáneas electrónicas por teléfono o por las nubes. Trump es un negociante manipulador. La República Mexicana recobrará eficacia, inteligencia, derrotero, camino seguro, actividad productiva, cuando el gobierno deje de ser de parásitos y se convierta en un concierto de generadores de potencia productiva. Y que recupere y estimule la capacidad de trabajo de quienes han vivido al pie o en las laderas difíciles de las montañas desde hace ya más de 70 años.