/ viernes 3 de julio de 2020

La confianza en la nueva normalidad

Al igual que en otras partes del mundo, en México comenzaron a liberarse actividades en torno a las cuales la pandemia de Covid-19 obligó poner bajo confinamiento.

Para los meses de agosto y septiembre, prácticamente ya no habrá ninguna actividad de nuestra vida que se mantenga restringida; sin embargo, deberemos adaptarnos a las nuevas regulaciones que regirán los distintos espacios públicos y privados.

Esto significa que los ciudadanos muy difícilmente llevaremos a cabo nuestra vida como antes lo hacíamos, con toda normalidad; el riesgo del contagio estará latente hasta en tanto el mundo no cuente con una vacuna. Así que debemos procesar que las medidas de higiene y cuidado formarán parte de nuestro estilo de vida durante mucho tiempo más; por ahora, es lo único que está a nuestro alcance de hacer.

Recientemente, el World Economic Forum, que es la organización internacional para la cooperación público-privada, abordó una interrogante que inevitablemente hoy en día todos y en todas partes nos planteamos: ¿ volveremos alguna vez al satus quo ?. La conclusión deja más incertidumbre: “la respuesta puede no ser muy clara”.

Este organismo señala que, de acuerdo con los datos obtenidos por el New York Times mediante entrevistas efectuadas a 511 epidemiólogos y especialistas en enfermedades infecciosas de Estados Unidos y Canadá, la reanudación de una serie de actividades típicas puede ocurrir, desde este verano o hasta después de un año y tal vez más. Una revisión rápida permite ver hasta dónde la pandemia alteró nuestras vidas.

Entre las actividades que se podrán retomar casi de manera inmediata se encuentran: acudir a una cita médica, tomar vacaciones a poca distancia o simplemente salir a cortarse el cabello.

Sin embargo, hay otras en donde las opiniones coinciden en que se podrán realizar después de tres meses o incluso transcurrido un año: cenas con la asistencia de reducidas personas, salir con amigos, enviar a los niños a la escuela, trabajar en una oficina compartida, permitir que los hijos asistan a fiestas, traslados en el metro o el autobús, visitas a la casa de los amigos, viajar en avión, salir a un restaurante o simplemente, volver al gimnasio.

Desde luego, existen actividades que concitan mayores temores; por lo tanto, para que las personas decidan llevarlas a cabo pasará, por lo menos un año o probablemente más tiempo: asistir a una boda, saludar de mano o compartir un abrazo con los amigos, salir o atender una cita con una persona a quien no se conoce bien, asistir a la iglesia, dejar de usar la mascarilla o cubrebocas, acudir a un evento deportivo, concierto, espectáculo u obra de teatro.

Incluso, vale la pena comentar que existen opiniones de epidemiólogos -en un menor porcentaje, pero aun así se considera como una posibilidad- que coinciden en que tal vez “nunca más” sea posible dar un abrazo o saludar de mano a un amigo.

El World Economic Forum cita que “la peor consecuencia de la epidemia es la pérdida de contacto humano”, lo cual efectivamente es cierto. Pero hay algo más, adicional a esa pérdida de contacto entre los seres humanos o de la lamentable pérdida de miles de vidas, de expectativas económicas, de oportunidades para los jóvenes, de la promesa de mejores condiciones de vida y bienestar para millones de personas.

Se trata de algo que va mucho más allá de lo tangible y que, probablemente tenemos que aceptar y sobrellevar: la confianza que hemos perdido, ya sea respecto a las personas que estarán cerca y no conocemos o de los sitios a los que acudiremos y que han sido parte de nuestra vida cotidiana.

Esto es lo que subyace en torno a la descripción de algunas de las actividades que se vieron modificadas radicalmente por la pandemia y que empezarán a retomarse con los debidos cuidados.

Lo que la mayoría de las personas responsables harán, será aquello que implique el menor riesgo de contagio y desde luego, todo lo que evite estar en contacto con mucha gente. Todo lo que pueda abarcar el significado de “masivo” muy probablemente quedará postergado o dejará de ser atractivo para quien decida anteponer la salud.

El componente central de la “nueva normalidad” será esa desconfianza o dicho de una manera más sutil, serán las “reservas” que adoptemos en nuestra vida respecto a los demás; pero una y otra, seguirán imponiendo límites a nuestras vidas, gustos, necesidades, distracciones o actividades de todos los días y en casi todos los lugares.

* Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

Al igual que en otras partes del mundo, en México comenzaron a liberarse actividades en torno a las cuales la pandemia de Covid-19 obligó poner bajo confinamiento.

Para los meses de agosto y septiembre, prácticamente ya no habrá ninguna actividad de nuestra vida que se mantenga restringida; sin embargo, deberemos adaptarnos a las nuevas regulaciones que regirán los distintos espacios públicos y privados.

Esto significa que los ciudadanos muy difícilmente llevaremos a cabo nuestra vida como antes lo hacíamos, con toda normalidad; el riesgo del contagio estará latente hasta en tanto el mundo no cuente con una vacuna. Así que debemos procesar que las medidas de higiene y cuidado formarán parte de nuestro estilo de vida durante mucho tiempo más; por ahora, es lo único que está a nuestro alcance de hacer.

Recientemente, el World Economic Forum, que es la organización internacional para la cooperación público-privada, abordó una interrogante que inevitablemente hoy en día todos y en todas partes nos planteamos: ¿ volveremos alguna vez al satus quo ?. La conclusión deja más incertidumbre: “la respuesta puede no ser muy clara”.

Este organismo señala que, de acuerdo con los datos obtenidos por el New York Times mediante entrevistas efectuadas a 511 epidemiólogos y especialistas en enfermedades infecciosas de Estados Unidos y Canadá, la reanudación de una serie de actividades típicas puede ocurrir, desde este verano o hasta después de un año y tal vez más. Una revisión rápida permite ver hasta dónde la pandemia alteró nuestras vidas.

Entre las actividades que se podrán retomar casi de manera inmediata se encuentran: acudir a una cita médica, tomar vacaciones a poca distancia o simplemente salir a cortarse el cabello.

Sin embargo, hay otras en donde las opiniones coinciden en que se podrán realizar después de tres meses o incluso transcurrido un año: cenas con la asistencia de reducidas personas, salir con amigos, enviar a los niños a la escuela, trabajar en una oficina compartida, permitir que los hijos asistan a fiestas, traslados en el metro o el autobús, visitas a la casa de los amigos, viajar en avión, salir a un restaurante o simplemente, volver al gimnasio.

Desde luego, existen actividades que concitan mayores temores; por lo tanto, para que las personas decidan llevarlas a cabo pasará, por lo menos un año o probablemente más tiempo: asistir a una boda, saludar de mano o compartir un abrazo con los amigos, salir o atender una cita con una persona a quien no se conoce bien, asistir a la iglesia, dejar de usar la mascarilla o cubrebocas, acudir a un evento deportivo, concierto, espectáculo u obra de teatro.

Incluso, vale la pena comentar que existen opiniones de epidemiólogos -en un menor porcentaje, pero aun así se considera como una posibilidad- que coinciden en que tal vez “nunca más” sea posible dar un abrazo o saludar de mano a un amigo.

El World Economic Forum cita que “la peor consecuencia de la epidemia es la pérdida de contacto humano”, lo cual efectivamente es cierto. Pero hay algo más, adicional a esa pérdida de contacto entre los seres humanos o de la lamentable pérdida de miles de vidas, de expectativas económicas, de oportunidades para los jóvenes, de la promesa de mejores condiciones de vida y bienestar para millones de personas.

Se trata de algo que va mucho más allá de lo tangible y que, probablemente tenemos que aceptar y sobrellevar: la confianza que hemos perdido, ya sea respecto a las personas que estarán cerca y no conocemos o de los sitios a los que acudiremos y que han sido parte de nuestra vida cotidiana.

Esto es lo que subyace en torno a la descripción de algunas de las actividades que se vieron modificadas radicalmente por la pandemia y que empezarán a retomarse con los debidos cuidados.

Lo que la mayoría de las personas responsables harán, será aquello que implique el menor riesgo de contagio y desde luego, todo lo que evite estar en contacto con mucha gente. Todo lo que pueda abarcar el significado de “masivo” muy probablemente quedará postergado o dejará de ser atractivo para quien decida anteponer la salud.

El componente central de la “nueva normalidad” será esa desconfianza o dicho de una manera más sutil, serán las “reservas” que adoptemos en nuestra vida respecto a los demás; pero una y otra, seguirán imponiendo límites a nuestras vidas, gustos, necesidades, distracciones o actividades de todos los días y en casi todos los lugares.

* Presidente de la Academia Mexicana de Educación.