/ viernes 16 de abril de 2021

La frontera indefinida

Por Pilar Déziga Velázquez

Entre México y Estados Unidos, la frontera se recorre hacia el norte o hacia el sur, cuando se trata de temas en la agenda, problemas trasfronterizos y políticas binacionales para solucionarlos. En la frontera pasa de todo, legal o ilegal, es terreno fértil para todas las cosas y todos los asuntos. México y Estados Unidos cuentan con diversos mecanismos formales de diálogo y negociación que integran una de las estructuras institucionales más diversas y completas en el mundo. Sin embargo, la relación entre México y Estados Unidos se ha focalizado en algunos temas: comercio, migración y seguridad principalmente, que se mezclan en las conversaciones y se intercambian en las negociaciones.

En cuanto a seguridad, el marco de referencia sigue siendo la Iniciativa Mérida, la cual retoma la idea del narcotráfico como un problema de seguridad nacional. En esa relación entre ambos países, ese encuadre ha llevado a México a ser siempre el que padece la peor parte en cuanto a violencia y crimen, y bajo el cual se maneja el enfoque punitivo exclusivamente. A pesar que una parte elemental de la violencia en el país tiene que ver con el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, se diluye la responsabilidad compartida y se mantiene una asimetría que mucho lastima al país.

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia, argumentó que un muro solucionaría el tema de la seguridad y de la migración indocumentada, uniéndolos en una misma idea. Es evidente que no se puede ni se debe tratar ambos problemas como si fueran uno sólo, y es evidente también que una pared no sirve, en ninguno de los dos casos, para mucho. La retórica del presidente Trump presentó a su base electoral una visión de aislamiento del país y de escasa o nula cooperación con aliados históricos, como lo es México. En nuestro país, el gobierno federal se presentó como amigo del presidente estadounidense y optó por subordinarse completamente a los dictados de Trump, utilizando buena parte de las Fuerzas Armadas para contener a la migración centroamericana a la cual, por cierto, se le había invitado a venir “con los brazos abiertos”.

Ahora con Joe Biden, con quien no hay afinidades autoritarias, la relación promete ser áspera, aunque, por lo pronto, es difícil no ver el intercambio que hay entre vacunas y la continuación de la contención migratoria con fuerzas militares. Desde luego, las cosas no van a ser tan sencillas, porque las acciones militares de México no serán suficientes para disuadir a quienes huyen de sus países para salvar la vida. Y tampoco lo van a hacer, porque los grandes contingentes a uno y otro lado de la frontera demandan respuestas logísticas, económicas y humanitarias para las que, hasta ahora, ninguno de los dos países está preparado. Por lo pronto el tema de la migración y de la frontera en general, se ha convertido en el principal problema de política interna/política interior del nuevo presidente estadounidense.

En el panorama actual, las buenas intenciones no serán suficientes, nunca lo han sido. De parte del gobierno de México, hará falta imaginación, firmeza, presupuesto y capacidad operativa, elementos que no hemos visto a lo largo del sexenio. No es un buen augurio para los migrantes, ni para el país, ni para la relación bilateral.

Por Pilar Déziga Velázquez

Entre México y Estados Unidos, la frontera se recorre hacia el norte o hacia el sur, cuando se trata de temas en la agenda, problemas trasfronterizos y políticas binacionales para solucionarlos. En la frontera pasa de todo, legal o ilegal, es terreno fértil para todas las cosas y todos los asuntos. México y Estados Unidos cuentan con diversos mecanismos formales de diálogo y negociación que integran una de las estructuras institucionales más diversas y completas en el mundo. Sin embargo, la relación entre México y Estados Unidos se ha focalizado en algunos temas: comercio, migración y seguridad principalmente, que se mezclan en las conversaciones y se intercambian en las negociaciones.

En cuanto a seguridad, el marco de referencia sigue siendo la Iniciativa Mérida, la cual retoma la idea del narcotráfico como un problema de seguridad nacional. En esa relación entre ambos países, ese encuadre ha llevado a México a ser siempre el que padece la peor parte en cuanto a violencia y crimen, y bajo el cual se maneja el enfoque punitivo exclusivamente. A pesar que una parte elemental de la violencia en el país tiene que ver con el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, se diluye la responsabilidad compartida y se mantiene una asimetría que mucho lastima al país.

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia, argumentó que un muro solucionaría el tema de la seguridad y de la migración indocumentada, uniéndolos en una misma idea. Es evidente que no se puede ni se debe tratar ambos problemas como si fueran uno sólo, y es evidente también que una pared no sirve, en ninguno de los dos casos, para mucho. La retórica del presidente Trump presentó a su base electoral una visión de aislamiento del país y de escasa o nula cooperación con aliados históricos, como lo es México. En nuestro país, el gobierno federal se presentó como amigo del presidente estadounidense y optó por subordinarse completamente a los dictados de Trump, utilizando buena parte de las Fuerzas Armadas para contener a la migración centroamericana a la cual, por cierto, se le había invitado a venir “con los brazos abiertos”.

Ahora con Joe Biden, con quien no hay afinidades autoritarias, la relación promete ser áspera, aunque, por lo pronto, es difícil no ver el intercambio que hay entre vacunas y la continuación de la contención migratoria con fuerzas militares. Desde luego, las cosas no van a ser tan sencillas, porque las acciones militares de México no serán suficientes para disuadir a quienes huyen de sus países para salvar la vida. Y tampoco lo van a hacer, porque los grandes contingentes a uno y otro lado de la frontera demandan respuestas logísticas, económicas y humanitarias para las que, hasta ahora, ninguno de los dos países está preparado. Por lo pronto el tema de la migración y de la frontera en general, se ha convertido en el principal problema de política interna/política interior del nuevo presidente estadounidense.

En el panorama actual, las buenas intenciones no serán suficientes, nunca lo han sido. De parte del gobierno de México, hará falta imaginación, firmeza, presupuesto y capacidad operativa, elementos que no hemos visto a lo largo del sexenio. No es un buen augurio para los migrantes, ni para el país, ni para la relación bilateral.