/ viernes 19 de enero de 2018

Los protagonistas de la democracia

En ésta, mi primera colaboración del 2018, a todos mis lectores les expreso mis mejores deseos: salud, trabajo y éxitos.

Los mexicanos vivimos un año eminentemente político en el que está en juego nuestro futuro y el de la Nación. Los protagonistas centrales del próximo proceso electoral son las y los mexicanos que cumpliremos con nuestra responsabilidad de elegir la opción política que más nos convenza.

Los protagonistas de la democracia somos los 87,824,464 de ciudadanos en condición de votar el próximo 1º de julio. Se trata de 45,538,283 mujeres y 42,286,181 hombres, que son representativos de todos los sectores de la sociedad. Aquí encontramos desde quienes se dedican a estudiar, a trabajar en el campo, en fábricas, en las escuelas, trabajadores informales, comerciantes, amas de casa, desempleados y jubilados, entre muchos más, hasta quienes ocupan una mejor posición: empresarios, banqueros, industriales, ejecutivos, funcionarios y políticos.

Lo anterior, me lleva a destacar el valor universal del voto, pues todos los mexicanos, independientemente de su condición política, económica, social o cultural, del sexo, religión, nivel educativo, etnia y profesión, podemos elegir a nuestros gobernantes. Se trata de un derecho que podemos ejercer de manera libre y en donde cada voto, más allá del rol que desempeñemos en la sociedad, cuenta por igual.

Entre los millones de electores existe una gran diversidad en términos de grupos de edades: quienes ejercerán por primera vez su derecho a votar son 1,756,424 ciudadanos. Los jóvenes de los 18 a los 34 años representan el 40 por ciento del total nacional (35,215,169) y le sigue, con el 29 por ciento, el segmento de 35 a 49 años (25,719,218).

Los ciudadanos que se ubican entre los 50 y 59 años son 12,353,537 (14 por ciento) y los adultos de más de 60 años representan el 16.5 por ciento (14,536,540).

En el ámbito territorial, hay estados que serán clave para quien aspire a ganar la elección presidencial. Por ejemplo, en sólo siete entidades del país se concentra casi el 50 por ciento de los votantes. Así tenemos que el Edomex, Ciudad de México, Jalisco, Veracruz, Puebla, Guanajuato y Nuevo León reúnen a 43,355,656 electores.

Todos los grupos de la sociedad tienen una relevancia especial, ninguno puede determinar por sí mismo el resultado de la elección y cada uno plantea demandas muy particulares que terminan por dar forma a una compleja agenda de asuntos por atender.

Sin embargo, también existen temas transversales que nos afectan a todos por igual, me refiero a aspectos como la ola de violencia, creciente inseguridad, falta de crecimiento económico, profundización de la desigualdad y la pobreza, deterioro ambiental, desmedida corrupción e impunidad, violación de los derechos humanos y debilidad del estado de derecho. El resultado de todos estos déficits ha traído consigo un gran descontento social y el desgaste de la credibilidad hacia la política y los políticos.

Por ello, el éxito de las próximas campañas y de los candidatos dependerá de su capacidad para despertar la conciencia y ganar el respaldo de una sociedad tan heterogénea como la nuestra, así como de los millones de ciudadanos que recurrentemente cuestionan –de manera justificada-  los resultados y la calidad de nuestra democracia.

Estos desafíos no se van a superar con propuestas mágicas, ocurrencias o campañas de desprestigio. Los partidos y sus candidatos no sólo deben estar a la altura de los problemas que enfrentamos, también necesitan estar más cerca de la sociedad. Los futuros candidatos   tampoco pueden perder ni el tiempo ni la oportunidad para entregarnos alternativas novedosas, serias y viables que saquen adelante al país y mejoren las condiciones de vida de los mexicanos.

Asimismo, es fundamental que quien obtenga el triunfo le cumpla a la sociedad. Esta es la única forma de empezar a revertir la crisis de confianza que arrastra a casi todas las instituciones, desde la Presidencia de la República, los partidos, sindicatos, iglesias y congresos, hasta el poder judicial.

El objetivo no debe ser ganar por ganar el poder. El fin del poder no es servir a las élites o a intereses particulares, sino servir a todos y comprometerse con el bienestar colectivo.

Los mexicanos no podemos seguir en la incertidumbre, viendo como cada día el país se hunde y es víctima de la indolencia de quienes nos gobiernan. En gran medida, el cambio está en nuestras manos a la hora de sufragar; pero antes debemos analizar y evaluar lo que se nos propone para emitir un voto razonado.

Los protagonistas de la democracia también tenemos un compromiso que cumplir. Es esperable que acudan a las urnas el mayor número ciudadanos, pues todos deseamos que el próximo presidente de México goce de una legitimidad incuestionable y que el país pueda encontrar la ruta hacia un horizonte más próspero y más justo.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación

En ésta, mi primera colaboración del 2018, a todos mis lectores les expreso mis mejores deseos: salud, trabajo y éxitos.

Los mexicanos vivimos un año eminentemente político en el que está en juego nuestro futuro y el de la Nación. Los protagonistas centrales del próximo proceso electoral son las y los mexicanos que cumpliremos con nuestra responsabilidad de elegir la opción política que más nos convenza.

Los protagonistas de la democracia somos los 87,824,464 de ciudadanos en condición de votar el próximo 1º de julio. Se trata de 45,538,283 mujeres y 42,286,181 hombres, que son representativos de todos los sectores de la sociedad. Aquí encontramos desde quienes se dedican a estudiar, a trabajar en el campo, en fábricas, en las escuelas, trabajadores informales, comerciantes, amas de casa, desempleados y jubilados, entre muchos más, hasta quienes ocupan una mejor posición: empresarios, banqueros, industriales, ejecutivos, funcionarios y políticos.

Lo anterior, me lleva a destacar el valor universal del voto, pues todos los mexicanos, independientemente de su condición política, económica, social o cultural, del sexo, religión, nivel educativo, etnia y profesión, podemos elegir a nuestros gobernantes. Se trata de un derecho que podemos ejercer de manera libre y en donde cada voto, más allá del rol que desempeñemos en la sociedad, cuenta por igual.

Entre los millones de electores existe una gran diversidad en términos de grupos de edades: quienes ejercerán por primera vez su derecho a votar son 1,756,424 ciudadanos. Los jóvenes de los 18 a los 34 años representan el 40 por ciento del total nacional (35,215,169) y le sigue, con el 29 por ciento, el segmento de 35 a 49 años (25,719,218).

Los ciudadanos que se ubican entre los 50 y 59 años son 12,353,537 (14 por ciento) y los adultos de más de 60 años representan el 16.5 por ciento (14,536,540).

En el ámbito territorial, hay estados que serán clave para quien aspire a ganar la elección presidencial. Por ejemplo, en sólo siete entidades del país se concentra casi el 50 por ciento de los votantes. Así tenemos que el Edomex, Ciudad de México, Jalisco, Veracruz, Puebla, Guanajuato y Nuevo León reúnen a 43,355,656 electores.

Todos los grupos de la sociedad tienen una relevancia especial, ninguno puede determinar por sí mismo el resultado de la elección y cada uno plantea demandas muy particulares que terminan por dar forma a una compleja agenda de asuntos por atender.

Sin embargo, también existen temas transversales que nos afectan a todos por igual, me refiero a aspectos como la ola de violencia, creciente inseguridad, falta de crecimiento económico, profundización de la desigualdad y la pobreza, deterioro ambiental, desmedida corrupción e impunidad, violación de los derechos humanos y debilidad del estado de derecho. El resultado de todos estos déficits ha traído consigo un gran descontento social y el desgaste de la credibilidad hacia la política y los políticos.

Por ello, el éxito de las próximas campañas y de los candidatos dependerá de su capacidad para despertar la conciencia y ganar el respaldo de una sociedad tan heterogénea como la nuestra, así como de los millones de ciudadanos que recurrentemente cuestionan –de manera justificada-  los resultados y la calidad de nuestra democracia.

Estos desafíos no se van a superar con propuestas mágicas, ocurrencias o campañas de desprestigio. Los partidos y sus candidatos no sólo deben estar a la altura de los problemas que enfrentamos, también necesitan estar más cerca de la sociedad. Los futuros candidatos   tampoco pueden perder ni el tiempo ni la oportunidad para entregarnos alternativas novedosas, serias y viables que saquen adelante al país y mejoren las condiciones de vida de los mexicanos.

Asimismo, es fundamental que quien obtenga el triunfo le cumpla a la sociedad. Esta es la única forma de empezar a revertir la crisis de confianza que arrastra a casi todas las instituciones, desde la Presidencia de la República, los partidos, sindicatos, iglesias y congresos, hasta el poder judicial.

El objetivo no debe ser ganar por ganar el poder. El fin del poder no es servir a las élites o a intereses particulares, sino servir a todos y comprometerse con el bienestar colectivo.

Los mexicanos no podemos seguir en la incertidumbre, viendo como cada día el país se hunde y es víctima de la indolencia de quienes nos gobiernan. En gran medida, el cambio está en nuestras manos a la hora de sufragar; pero antes debemos analizar y evaluar lo que se nos propone para emitir un voto razonado.

Los protagonistas de la democracia también tenemos un compromiso que cumplir. Es esperable que acudan a las urnas el mayor número ciudadanos, pues todos deseamos que el próximo presidente de México goce de una legitimidad incuestionable y que el país pueda encontrar la ruta hacia un horizonte más próspero y más justo.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación